Una vez cruzado el río aparcamos, observando que había dejado de llover, incluso parecía, por la sequedad del pavimento, que la fuerte tormenta por allí no había pasado. Media hora después el sol se abriría paso entre blancas nubes.
LLADORRE
Según Joan Coromines el topónimo es de origen iberovasco, formado por lit/lut, significando: tierra hundida o desprendimiento, pero se desconoce el significado del sufijo: -orr, aunque es bastante común en muchos topónimos de la comarca.
Las primeras noticias del pueblo es en relación a su castillo, se presume levantado en la segunda mitad del siglo XI, pero será documentado por primera vez en 1146 en la acta de consagración de la Iglesia de Sant Martí de Cardós o del Pui.
Pertenecerá a los condes del Pallars hasta el siglo XV, en el que las vencedoras fuerzas realistas lo adjudicarían al duque de Cardona y en el siglo XVIII lo heredaría la casa Medinacelli. En la actualidad sus ruinas figuran propiedad de la Casa Blasi, el mismo apellido del torrente que lo bordea.
A mediados del siglo XVI se declaran 9 hogares laicos y uno eclesiástico, con unos 50 habitantes.
A principios del siglo XIX contaba con 38 “caps de casa” , conviviendo 227 vecinos, mientras que unas décadas después, en el censo de 1857 figuran 42 casas, habiendo descendido la población a 188 habitantes.
El territorio es inclinado y pedregoso, lleno de tarteras en las laderas de sus montañas, siendo su producción agrícola bastante pobre: centeno, heno y fruta básicamente. Se criaba ganado vacuno, ovino y caprino. Tenían una buena caza de perdices y truchas, en menor medida de anguilas.
No dispongo de datos concretos de la evolución de la población durante el siglo XX, ya que todos los encontrados hacen referencia al municipio, del que dimos cuenta en el post anterior.
En 2010 cuenta con 49 habitantes la villa, parece que desde entonces hay un continuo y lento aumento de población, alcanzando en 2023 los 54 censados.
La Fiesta Mayor es el cuarto fin de semana de julio.
La Fiesta Patronal dedicada a “Sant Martín” es el 11 de noviembre.
El pueblo está situado al lado izquierdo del río Lladorre. Se organiza con un amplio núcleo de edificaciones en la parte nororiental y en el sureste otro más pequeño, menos compacto y separado por la carretera de Borís.
Entre ellos dos se alza la protectora y barroca iglesia de “Sant Martí” de Lladorre.
Recuerdo también que en su término, situada a unos 500 metros al sur, está la masía Can Serra, cerca de la capilla románica de Santa Eulalia y el cementerio de esta familia. La visitamos y describimos en el primer capítulo de esta ruta.
Quizás es el único pueblo del municipio que tiene en el interior de su casco antiguo tan solo un par de casas levantadas en el siglo XX.
El resto son todas edificaciones anteriores a ese siglo, muchas con la gracia y el esmero de una buena conservación. Una parte de los tejados muestra renovada y fina pizarra, en otros el óxido denota el tiempo, pero se mantienen firmes, igual que balcones y adinteladas puertas.
Os presento el mapa de ICGC, en el que se identifican algunas de las casas del siglo XVIII y XIX que guardan la solera de su apellido.
Nos incorporamos por la primera calle, ascendiendo nos adentramos en al corazón del pueblo.
En el primer cruce de calles encontraremos a la derecha Casa Nasi, a la izquierda Casa Siscu, por delante de su fachada llegaremos a la adjunta casa Blasi (hablaremos de esta importante familia en Lleret).
Volvimos a ascender, pasando por Casa Pelegrina hasta la casa Gelis, en la que encontraremos las fuentes del pueblo.
Retomando el camino hacia el sur nos orientamos hacia la la zona alta, en la que encontramos coronándola el ayuntamiento y el dispensario mèdico, frente a ellos, abajo, la Casa Girons.
Ascendimos hacia el sureste, a unos cien metros y elevada sobre el pueblo se encuentra la iglesia de Sant Martí.
Tocando la fachada oeste se ubica el cementerio. Una cruz de hierro sobre un cúmulo de piedras nos indica el lugar en el que estuvo la desparecida capilla de Santa Cecilia.
Sant Martí de Lladorre
Sant Martí de Tours, sería un santo muy importante desde el bajo medievo en Europa, patrón de la caballería Cristiana antes de que lo fueran Sant Jaume (Santiago) o Sant Jordi y con especiales connotaciones tradicionales en Cataluña, por lo que le dedicaremos la nota final del post Ruta 9 -I-, haciendo referencia a la principal iglesia en el Valle de Cardós durante el medievo, hoy en ruinas: Sant Martí de Cardós o del Pui, ubicada cerca de Ainet de Cardós.
Desde el siglo XI se conoce la existencia de este templo románico. Entre el siglo XVI (1587) y XVIII (1769) se realizaron, según las llamadas aquí “mil.lésimes”, las principales obras transformadoras, adueñándose el barroco de su estampa.
El templo es de una sola nave, dividida en tres tramos con capillas laterales y la cabecera rectangular encarada al norte. En la fachada sur se abre una puerta con arco de medio punto y por encima un óculo bajo el piñón del tejado a dos aguas cubierto de pizarra. En los extremos se sitúan sendas aspilleras a cada lado.
A su derecha se levanta el campanario de base cuadrada, un primer cuerpo rectangular y con un segundo cuerpo octogonal regular reducido. Muestra entre ellos un anillo octogonal salvando el rebaje, mientras otro anillo similar decora su altura, está coronada por una cubierta piramidal con inflexión baja en la base y revestida de pizarra. Cuenta con una pequeña lucerna y está coronada por una sencilla cruz de metal.

El interior padeció un importante incendio durante la guerra civil. La cabecera la preside hoy la imagen de Sant Martí, acompañado por la Virgen de la Concepción, “Sant Antoni de Pàdua y Sant Sebastià”.
En los laterales hay capillas cubiertas con tramos de galerías abiertas. En el lateral izquierdo una capilla tiene las imágenes de la “Mare de Déu, Sant Isidre y Sant Josep”, la segunda la preside “Sant Joan”. En el lateral derecho un Cristo de considerable tamaño está acompañado por la “Mare de Déu dels Dolors” y en la segunda capilla observaremos la estatua de Santa Cecilia, procedente de la desaparecida capilla del cementerio.
Encontraremos, bajo el coro a los dos lados de la puerta, dos picas beneiteras de piedra y bajo el campanario una pica bautismal.
En el presbiterio cuelga una añeja linterna procesional de bronce. Próxima al centro de la nave, adornada con bolas y abalorios de cristal, hay una curiosa lámpara candelabro.
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S. Martí de Lladorre. Inv. Arquit. Generalitat Catalunya. Foto: Fortià Arquitectes. |
Desde la iglesia se podremos observar hacia el sur, los tejados del pequeño núcleo de viviendas.
En su extremo meridional se encuentra, en una rehabilitada casa del siglo XVIII, el único hospedaje de la Villa: es Can Janxic. Casa rural para un máximo de 4 personas, que cuenta con una valoración de excelente por parte de los pocos usuarios que la registran (2021). Destacan su buen precio, la casa, su entorno y especialmente la atención de los anfitriones. Sirven desayunos y cenas (no encontré valoración específica).
Nosotros continuamos el paseo hacia el norte, por el antiguo sendero en dirección a Tavascan que, bordeando por encima el pueblo, nos conduce a:
La Lobatera, “la Mola” y el puente de Borito
Partir desde el templo hasta el puente Borito y regresar al pueblo por la parte aledaña al río, nos comportó cincuenta minutos, recorriendo unos aproximados tres kilómetros.
La senda por encima del pueblo tiene un encanto especial, pasando por tarteras y pequeños e inclinados bosques.
Nos sorprendió descubrir durante el paseo, un amplio número de mariposas revolotear alrededor nuestro.
La lobatera (llobatera en catalán)
En poco más de diez minutos, llegaremos a esta trampa de caza. Es una construcción de piedra seca (finales del siglo XIX), circular de entre 9,30 m y 12 m de diámetro, unida a un cúmulo rocoso con paredes de unos dos metros de altura inclinadas ligeramente hacia el interior.
Se cuenta que hasta finales del siglo XIX los hombres y los lobos compartieron los bosques con respeto mutuo, pero el creciente ataque al rebaño, al disminuir la fauna salvaje dada la caza humana, determinó una fuerte campaña persecutoria hasta su exterminio en la zona.
En el interior se disponía sobre un montículo de piedra (pilón) un animal vivo ( cordero) que reclamaría la atención del lobo. El incauto saltará dentro, pero lo primero que hará es buscar la salida. Al día siguiente encontrarían al lobo exhausto y al señuelo vivo.
Lobateras hubo en toda la comarca, pero en el municipio de Lladorre se conservan las dos únicas de Cataluña, la otra se sitúa en las bordas de Guidal.
Continuando por la senda llegaremos a confluir con el antiguo camino que surge desde la parte baja del pueblo. Observaremos cerca del río “La Mola”, molino que en el regreso visitaríamos.
Ahora continuamos por el bien señalizado camino hacia el puente románico de Borito. Un paseo más llano, pero manteniendo el encanto mágico del entorno. Después de quince minutos a paso tranquilo alcanzamos el objetivo.
“Lo Pont de Borito”
Este puente de arquitectura civil del siglo XII-XIII, está situado en el viejo camino de Lladorre, permitiendo cruzar el río en dirección Aineto o Tavascan hacia el norte o hacia el sur a Lleret.
Según Joan Coromines el nombre derivado de “Buru” es de origen iberovasco, significando cima o cabeza.
Es el puente románico más pequeño pero mejor conservado de los cuatro del valle del Noguera Cardós. Mide 7’5 m de largo x 2’4 de ancho y se alza 5 m sobre el agua, es de una sola arcada de medio punto dovelada con piedra pizarrosa y apuntalada directamente sobre las rocas.
El cuerpo está construido con piedras pizarrosas irregulares medianas sin desbastar unidas con argamasa de arcilla. Se asienta sobre un hermoso arco de medio punto dovelado con piedra pizarrosa plana, dispuestas en hojas de libro.
El paso casi plano lo acompaña un pretil a dos vertientes ligeramente inclinadas, cubiertos por piedras más grandes dispuestas en hileras verticales, consolidados hoy bajo una capa de cemento.
Después de jugar un poco con la imaginación, mil años dan para muchas conjeturas, al incorporarnos dispuesto a irnos, advertimos sobre el puente una preciosa lagartija vivípara.
Aunque puede adquirir diferentes colores, su larga cola duplicando el cuerpo la identifica y le otorga encanto.
Retomamos el camino de vuelta hacia Lladorre, diez minutos después estábamos en “la antigua Mola”.
La Mola de Lladorre
Era un molino de harina del siglo XVIII. Muestra una “mil.lésima” con el registro: 12/11/1985, posiblemente la fecha de su última restauración, pero también es la última década en la que se mantuvo activa.
Conserva las dos moladoras de piedra (“moles” en catalán) y toda la maquinaria del molino.
Se puede apreciar el inclinado canal para la caída del agua, generador de la fuerza necesaria para hacer mover una rueda de metal con palas, girando horizontalmente moverá el árbol o tronco de madera y éste el eje de hierro (espada) en la parte superior, produciendo el movimiento de trituración de la piedra superior o volandera sobre la estática piedra inferior o durmiente.
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Molino hidráulico. Ilistración: contenidos.educarex.es |
El grano seguía el camino inverso, comenzaba arriba en la temblorosa tolva (“trémula” en catalán), bajaba por un canal dirigido hacia el ojo entre la muela volandera y la inferior muela durmiente o fija.
Una vez triturado utilizará el bajante para llegar al almacenamiento de madera, llamado harnero.
Se podía regular el grosor de la harina triturada, variando la separación de las muelas (moles en catalán).
Los ancianos aún recuerdan que en la molienda se obtenían dos tipos de harina, una más vasta y otra fina. La molienda de cereales seguía un orden estricto, primero se molía el trigo, después el centeno y por último la cebada.
También se activó con la fuerza del agua una mini central hidroeléctrica en la década de los 20, aportando luz a Lladorre y Lleret. Se abandonaría en la de los 60, al monopolizar FECSA las pequeñas concesiones hidráulicas.
Observar en la parte posterior del edificio, al lado del canal que lleva el agua al molino, un pequeño espacio destinado al pulido de las herramientas que también aprovechaba la fuerza del agua para tal cometido.
Delante del molino se pueden apreciar los fundamentos y pequeños tramos de la antigua fragua de Lladorre (S.XIX).
Recordar que si queréis ver en marcha un molino, no dudéis el visitar el Museo de la madera de Àreu (Vall Ferrera).
Regresamos al pueblo bordeando el río, volviéndonos a incorporar a esa primitiva, atemporal y rústica identidad que se condensa en el interior del pueblo.
Quizás Can Millat, en la parte baja, es la última de edificación relevante, pero encontraréis bellos rincones entre tejados revestidos por fina pizarra negra con los de añeja, oxidada y ligeramente pulida pizarra, mostrando el esfuerzo desde la humildad, de no remplazar su arquitectura tradicional comunal.
Sus estrechas calles, entre la oscura piedra y la gastada madera, guardan celosas su hermosa esencia rural. Incluso la única tienda que vimos nos transportaba a más de medio siglo antes.
Castillo de Lladorre
El ascenso a los pocos restos del castillo, situado al otro lado del río, os requerirá desde la carretera y por una senda bien señalizada unos diez minutos. Aunque en verdad poco queda por poder ver.
El castillo fue levantado con piedra pizarrosa y argamasa de barro, tiene una planta ligeramente ovalada de unos 40 m de largo y entre 15 y 19 m de ancho. Se conservan (2023) 5 metros de altura máxima en la zona perimetral. Ha caído totalmente el ángulo noroeste y la mayor parte de la pared meridional.
En los muros septentrionales se pueden apreciar cinco aspilleras y en su interior parte del muro que separaba las dependencias, hoy irreconocibles.
En el muro meridional, contando tan sólo con tres aspilleras, se puede apreciar bastante bien el suelo de 8 habitaciones de medidas similares: 2,30 x 3,30 m.
Al deterioro manifiesto del castillo, destruido por el tiempo y su abandono, se le añaden las torres de alta tensión.
Igual que en el resto de este estrecho valle custodiado por altas cumbres y espesos bosques, su salvaje belleza natural está violada por multitud de torres de metal que rasgan el paisaje con su líneas de conducción energética. Es el precio del progreso, supongo, pero no deja de ser una pena.
El Horno de Cal (“Forn de Calç”)
Otra de las infraestructuras milenarias que conserva el municipio de Lladorre es el horno de Cal. Se situaron por toda la comarca, en lugares alzados, rodeados de bosques proporcionando la leña y sus rocas calcáreas la cal.
Para llegar al horno de Lladorre, se asciende por el antiguo camino en dirección a Lleret, a mitad camino hacia el norte se abre una senda que bordeando una acequia y limitada por un pequeño muro de piedra seca a cada lado, sigue en paralelo la marcha del agua en dirección contraria, llegaremos a sus fuentes: el torrente de Blasi, muy cerca, en una pendiente limitando el “Serrat de Jou” encontraremos el horno de cal, a unos 200 metros se encuentra la Borda de Blasi.
Este horno de cal es uno de los mejores conservados de la comarca, dado que fue reformado poco antes de su abandono, aunque se desconoce la fecha precisa, se insinúa a finales de siglo XIX y posiblemente la razón se produjo por el agotamiento del material calcáreo.
En la nota final de este post hablaremos del horno de cal, del desaparecido oficio y de la importancia del producto en la vida cotidiana durante milenios.
Senderismo desde Lladorre
Os dejo la amplia colección de Wikiloc, en el que destacan las variantes por los puentes románicos y desde Lladorre la ruta circular recorriendo los pueblos que componen el municipio.
Nosotros iniciamos la marcha motorizada hacia Lleret. El pueblo está ubicado a poniente de Lladorre, 450 m. por encima y a tan sólo en línea recta 1,2 kilómetros en línea recta, pero tendremos que recorrer 4’5 Km para llegar por carretera. Un túnel producido por la alta arbolada de abedules da la bienvenida al pueblo.
LLERET
A 1400 metros de altura, el pueblo se sitúa próximo al extremo sudoeste del término municipal, a la derecha del torrente de Blasi y al sur del Serrat de Jou, sus límites lo hacen con el Parque Natural de l’Alt Pirineu.
Según Joan Coromines, Lleret proviene de un topònim romànico procedente de la palabra latina “aceretum”: bosque de arces (auròs en catalán). Con el artículo aglutinante formaría “l’aseret o Leseret”
Las primeras noticias de Lleret van unidas a la de su templo. En la segunda mitad del siglo XI (1069), el conde del Pallars Artau I y su mujer Llúcia permutan con Hug de Sala la villa de “Leseret” por Ginestarre. Un tercio de la Iglesia de Lleret se reserva a Hug de Sala, más 30 sueldos.
Pero diecisite años después el conde Arnau II firma con el Obispo de la Seu un acuerdo, por el que se devuelve la iglesia de Santa Maria d’Àneu (acontecimiento del que hablamos allí) y la villa de Lleseret, para que el Obispo otorgara la gracia a su difunto padre, excomulgado antes de morir. Así pasaría Lleret a depender de la “Seu d’Urgell” junto con la entonces “Lladroso”, (Lladrós), entre otras propiedades más pequeñas.
Lleret formará parte de los pueblos de la Vall de Cardós que figuran en l’acta de consagració de Sant Martí de Cardós o del Pui (1146).
En 1553 declara unos 40 habitantes entre cuatro fuegos laicos y uno eclesiástico.
Tres siglos después, en 17 fuegos convivían 101 habitantes.
En 1975 el pueblo quedó prácticamente abandonado, sería a partir de 1980 cuando comenzaría a repoblarse. Inició este siglo reuniendo 16 vecinos, en 2023 se registran 20 censados.
La Fiesta Mayor se celebra el segundo fin de semana de septiembre.
El pequeño pueblo, con una quincena de casas, es refugio de un tiempo pasado, en un valle que recuerdo está lleno de leyendas, supersticiones y mitos, sus edificios, anteriores todos al siglo XX, guardan con orgullo su recuerdo.
Se condensa el pueblo en tres niveles, en el del medio se sitúa la iglesia parroquial. Cal Solà es la edificación que nos dará la bienvenida, la recorreremos por su derecha, en la que apreciaremos sus grandes dimensiones.
Se podría decir que la rodeamos hasta ascender al corazón del pueblo. Delante del templo, en el nivel inferior del pueblo, está Can Rabasso.
San Cornelio, romano, figura el vigésimo papa católico (180 a 253 d.C) y es el patrón de los comerciantes de bueyes. “Sant Cebrià o Sant Ciprià” (San Cipriano), llamado Tascio Cecilio Cipriano, sería obispo de Cartago y martirizado en el año 258 d.C. en ella.
Según parece, el que vayan juntos tan solo es por compartir el mismo día su festividad, 16 de septiembre.
La iglesia posiblemente compartió desde el principio los dos titulares, pero en 1314 se nombra a Sant Corneli y a principios del XVI se nombra solo a Sant Cebrià.
En el último tercio de ese mismo siglo, a la atención de unas obras, se mencionan los dos. A partir de entonces sería la norma.
A 1.403 msnm se sitúa este templo barroco de una sola nave, orientada e inclinada hacia el este.
Considerada Bien Cultural de interés local. En la actualidad está agrupada a Santa María de Ribera de Cardós.
Se sabe que en 1758 la iglesia reparó por completo el tejado, pudiendo ser la fecha de construcción del campanario y momento en el que se transforma el templo románico en barroco.
En la fachada lateral sureste está el cementerio, delante está la sencilla puerta de entrada con arco de medio punto adovelada con pulida piedra blanca.
Su interior cuenta con capillas laterales, la de la derecha nada más entrar muestra la imagen de la “Mare de Déu del Dolors”.
En la parte alta del altar se pueden observar las imágenes de los patrones de la Iglesia dentro de una hornacina.
Cuenta con un campanario característico del valle, la torre es de base cuadrada en el primer cuerpo y ochavada por encima del piñón del tejado en el segundo cuerpo, presenta aristas biseladas y cuatro vanos con arco de medio punto, mostrando en este caso una sola campana.
La humilde cubierta es piramidal con ligera u alta inflexión hacia la base y revestida por oxidadas láminas de pizarra. Bonita y curiosa es la cruz de hierro que la corona, formada por tres cruces.
Al ascender a la parte superior, la panorámica del valle y la iglesia es espectacular, no dudéis en reposar unos minutos frente a ella.
A mis espaldas, frente a la espectacular panorámica del valle, se alzan las Casas Blasi, un conjunto de edificaciones que nos arrastran irremediablemente a un tiempo en apariencia congelado del pasado, pero que aún se muestra activo.
En su interior descubriremos el corral de corderos, el deslane, la madera almacenada…
Ascendimos por su interior hacia el noroeste, continuando por las inclinadas calles acompañadas casi siempre de escaleras.
Alcanzamos la parte más alta de la villa, situada en noroeste, en la que destaca la casa Arnaldic.
Siguiendo el límite empedrado del pueblo, ahora en dirección suroeste, llegaremos a la fuente que suministra agua a la villa sobre un amplio abrevadero de piedra.
Descendimos en pausado tránsito por la calle inferior hacia el aparcamiento.
Senderismo desde Lleret. Tradición y leyenda
“ Els cortals” y “les trumfes”
“El cortal” (establo o corral de ganado de montaña), lo conforma un amplio patio limitado por muros y cubierto una parte para la protección del ganado en las inclemencias. En los pueblos solían estar apartados de la masía, en la alta montaña estaban cerca de los pastos de verano, incluso podían constituir una dependencia unida a las bordas o formarse un conjunto de establos comunales, algunos habilitados para pernoctar temporalmente en verano.
En este caso, el aislado, más alto y bien conservado es el Cortal Blasi, denotando otra vez la importancia de esta familia en el valle. Doscientos metros más abajo se sitúan los comunales “Cortals de Lleret”.
Las patatas en la “Vall de Cardòs” se denominan “trumfes”, igual que en la mayor parte de la comarca, siendo muy extendida la denominación por el pirineo catalán.
Alrededor de los establos de montaña se pueden apreciar amplios agujeros en el suelo, en los que se guardaban para su conservación las “trumfes” seleccionadas para el cultivo del año siguiente.
“Olles de les Encantades” y “el Roc del Ferral”
A una hora de camino en dirección al Salau, se encuentra la colina: “Roc del Ferral” (Roca del Ferral). Un mirador excepcional de todo el Valle de Cardós, desde Tavascan a Ribera de Cardós.
A los pies del peñasco se agrupan un grupo de pequeñas pozas (ollas) formadas en la piedra, de las que se dice que en antaño siempre estaban llenas de agua. La más grande puede alcanzar los 30 cm de ancho y unos 12 cm de profundidad. Junto a ellas se cuenta que residían “les Encantades” (las encantadas), hadas del agua.
En Ainet conoceremos la leyenda de los únicos vecinos que tuvieron en su casa una de ellas, describiéndolas de un tamaño no mayor de un palmo, pero con un cuerpo proporcionado al de una mujer normal.
Aquí, la protagonista de la leyenda es Casa Blasi. Se cuenta que la señora de esta casa ascendió a un pequeño llano bajo el peñasco en el que cultivaba trigo; al llegar, para observar el estado de madurez del cereal, ingirió tres granos de una espiga.
Degustando el cereal, observó que “las encantadas” habián extendido la ropa cerca del torrente. Se tenía la creencia de que cualquier pertenencia de ellas o ellas mismas, aportaban buena suerte a la casa. Se acercó de forma sigilosa y substrajo una pequeña toalla, pero se encontró que una encantada lo reclamaba desde el otro lado.
Después de un rato tensando la ropa, se la arrebató y corriendo escuchó a la encantada decir:
-Suerte has tenido de los tres granos que te has comido, si no, no me hubieras ganado.
Sin detenerse la señora Blasi escuchó antes de llegar al llano la maldición:
-Desde ahora no os faltará de nada, pero tampoco tendréis nunca de sobra.
Se dice que la familia aún guarda la pequeña tela y desde aquel día, no llegaron a ser la casa más rica del Valle, pero siempre frente a las calamidades dispusieron de medios.
De todas formas, pensé, quizás no sería la casa más rica, pero todas las posesiones que hemos señalado, denotan que al menos durante mucho tiempo fue la más importante y seguro que viviendo mucho mejor que la mayor parte del vecindario. Aunque reconozco que posiblemente el castillo no les aportó más que pérdidas.
Para conocer directamente estos lugares os dejo de Wikiloc una propuesta circular desde Lleret, pasando por el Cortal de Lleret, doscientos metros más arriba encontraremos el Cortal de Blasi y por el torrente de Lleret llegaremos al Roc de Ferral. Según los que han realizado esta ruta es espectacular y de baja dificultad, excepto el tramo de ascensión al cortal de Blasi.
Os remito a otra propuesta de Wikiloc, más larga llegando al lago de Soliguera y descendiendo por el collado de Jou, 16 km de dificultad alta dada la inclinada ascensión en muchos de sus tramos.
Cascada de Lleret
Por último, a unos doscientos metros de Lleret siguiendo el antiguo camino hacia Aineto, encontraréis a la izquierda un sendero que en diez minutos os conduce a la cascada de Lleret.
Es una pequeña y bella cola de caballo canalizada entre rocas.
Nos alejamos de Lleret, dirigiéndonos hacia la carretera comarcal. Con un salvaje acompañamiento arbustivo, nos situamos en pocos minuto en dirección a los dos últimos pueblos del municipio pendientes de visita: Aineto y Tavascan (Ruta 8 -IV-)
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“El Horno de Cal”
Encontraremos en casi todos los valles de la comarca, testimonio de la existencia de antiguos hornos de cal que hasta principios del siglo XX suministraron a la comarca este apreciado y necesario producto.
Una construcción con muros de unos seis metros de altura que en el caso del horno de Lladorre, uno de los mejores conservados de la comarca, aún mantiene visibles tres metros.
El proceso de producción se basaba en calentar durante días la piedra calcárea (alcanzando de 1000 a 1200 grados de temperatura), consiguiendo que el carbonato de calcio se descompusiera y produciendo en consecuencia dióxido de carbono y óxido de calcio (cal viva).
Se construyeron en terrenos altos e inclinados, con las materias primas cercanas: madera, piedra calcárea, piedra pizarrosa, barro y agua.
Se hacía un hueco circular de unos tres metros de profundidad por 2,50 de diámetro y unos 6 metros de circunferencia. Revestido por un muro perimetral de piedra pizarrosa irregular y argamasa de barro de unos seis metros de altura.
En un lateral se dejaba una abertura de unos 50 cm de ancho, para introducir en el interior la leña y la piedra. Por ella se extraería la cal una vez finalizado el proceso.
Era importante asegurar una buena combustión, por lo que se necesitaba una gran llama, aportada en este caso por la correcta disposición de troncos delgados.
Se introduciría la piedra calcárea de tamaño medio y corte homogéneo, conseguido por el experto picapedrero.
La cocción podía durar entre 5 a 7 días. Una vez cocida la piedra se tapaba, dejándolo enfriar en lenta reducción, es decir, agotando el oxígeno. Se cubría la abertura lateral con una gran piedra, se tapaban los huecos con piedra seca y barro y por encima se cubría con tierra.
Dos días después se abría la tapiada boca y con un largo palo se removía para hacer posible la recogida de la cal, acción que requiere ser muy rápida en condiciones de temperatura elevada, para evitar que el aire entrara y volviera a carbonatar la cal.
Dado que es un producto altamente cáustico y su reacción con el agua productora de calor capaz de quemar, es evidente que se empleó su poder destructivo en contiendas, pero en la vida cotidiana sus utilidades serían múltiples, especialmente al ser un gran desinfectante y controlador de la proliferación de microorganismos.
Se utilizó para potabilizar el agua, en los entierros dentro de los templos o cubriendo los muertos contagiosos, en la desinfección del calzado de las personas que trabajaban en las granjas o las usadas para enterrar animales muertos, en la esterilización de material médico, desinfección de manos, etc…
En la agricultura se mezclaba con el sulfato de cobre para evitar los hongos, los insectos y las hormigas. Se utilizaría en la elaboración de pieles, al facilitar el despellejo y su limpieza. Blanqueador de la ropa, mezclado con aceite, agua y cenizas produciría jabones.
La causticidad de la cal viva se mata con el agua, produciéndose hidróxido cálcico o cal muerta, permitiendo su uso en la construcción, formó junto con arena la argamasa más utilizada durante milenios para unir las piedras de los muros de sus casas. El revestimiento a modo de enlucido se utilizará dentro y fuera de templos y casas, pero también para la limpieza y desinfección de establos, corrales, gallineros…
En la alimentación tradicional será destinado a la conservación de algunos productos: huevos, patatas…, y en la preparación de remedios tradicionales.
Tantas necesidades cubría que sería un oficio muy extendido desde los romanos hasta principios del siglo XX. Desde el bajo medievo se comenzaron a alquilar los hornos para un proceso de producción que duraba entre un mes y un mes y medio (unas tres cocciones de media). Los trabajadores se especializaban en parte de la producción, conocían los peligros y su prevención. Era un oficio de riesgo y normalmente de herencia familiar.
Los mismos fabricantes, después de pagar el alquiler del horno (normalmente era una parte en cal), serían los encargados de transportar y vender la cal viva y el polvo de cal o cal muerta, en un principio casa por casa…
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