Saliendo de Tírvia, nos orientamos por el sureste hacia el municipio de Farrera, a poco más de trescientos metros encontraremos el cruce de dos caminos, el de la derecha nos orienta hacia el valle del torrente de la Glorieta, el de la izquierda a la Coma de Burg. Comenzamos por el segundo.
En este post visitaremos Burg y conoceremos los altos límites surestes comarcales en la Creu de Bedet y el santuario de Santa Magdalena de Ribalera.
Municipio de FARRERA
Está situado en el límite del Pallars Sobirà con la comarca de l’Alt Urgell. Agrupa los pueblos de Farrera, Burg y Alendo de la coma de Burg, y La Glorieta, Mallolís y Montesclado del torrente de la Glorieta.
Farrera adquiriría relevancia a partir de 1272, cuando el vizconde de Castellbó y conde de Foix adquirió la coma de Burg, fortaleciendo los castillos de Burg y Farrera. Momento en el que se convierte en el primer paso del l’Alt Urgell a Occitania y viceversa.
En 1548 la coma de Burg pasó a la corona, contando entonces con 60 habitantes. Mantendría la jurisprudencia real durante toda la edad moderna.
El crecimiento poblacional más importante se inició a principios del siglo XVIII, contando entonces con más de un centenar de habitantes. Creció de forma continua hasta la segunda mitad del siglo XIX, aproximando la población a las 600 almas.
Repartidas de la siguiente manera: 187 en Burg, Farrera 221, Montescladó 125 y Mallolís 58. No se mencionan Alendo y Glorieta, estando anexas a Farrera y Montesclado respectivamente.
La crisis de finales del siglo XIX produjo una recesión de vecinos importante, se recuperó un poco a principios del siglo XX hasta la década de los 30, produciéndose desde entonces y en poco más de medio siglo el mayor éxodo del municipio, de más de 400 habitantes pasaron a registrar 72 vecinos. Iniciarían este siglo 86 censados.
Con un lento crecimiento, en 2022 agrupan 221 habitantes, 36 en Burg, 42 en Montesclado, 33 en Farrera, 5 en Mallolís, 4 en Alendo y 1 en la Glorieta.
La economía local se sigue basando en la agricultura y la ganadería, pero el turismo empieza a ejercer un papel importante en su economía.
Se trata de un municipio muy montañoso y accidentado, en el que altas y agrestes cordilleras son el telón de fondo de pequeños y altos valles, en los que se asientan milenarios pueblos, rodeados de barrancos y bajo un paraíso verde de onduladas sierras cubiertas por espesos bosques de una variedad exuberante: pinos, robles, encinas, abetos, abedules, nogales, hayas, moixeras, alisos..., arbustos mediterráneos, campos de siega, barrancos, acantilados y serpenteantes torrentes, forman un conjunto de una belleza indescriptible, especialmente de gran contraste cromático en otoño.
En sus bosques cargados de leyendas, podréis cruzaros con su amplia fauna salvaje. Es un territorio considerado privilegiado desde tiempos antiguos para la caza de perdices, liebres, conejos, jabalís…mientras el rebeco nos observa desde las alturas, el zorro y el corzo recorren los bosques medios en los que abundan las setas.
En sus altas planicies descubriréis multitud de bordas que os darán fe de su pasado agrícola y ganadero. En el bosque que todo se lo come, encontraremos ocultas las huellas de su pasado minero.
La Coma de Burg
La coma se refiere a un barranco de tamaño medio alargado, que conforma un valle en forma de “cóm”. Un “cómo o artesa”, es un recipiente confeccionado vaciando un tronco, que disponiéndolo bajo una fuente cumplirá la función de abrevadero.
Según cuentan sus leyendas, la coma de Burg es de los pocos lugares en el mundo en el que el aire se para, haciéndolo al únisono la fauna y flora del lugar, para poder apreciar todos el misterioso y poco conocido silencio.
En todo caso, está claro que el descanso y la relajación, alejados del mundanal ruido, están garantizados en este paraje en el que la actividad senderista es inacabable.
BURG
Joan Coromines explica la etimología del topónimo de Burg a partir de la raíz iberovasca burkhi, significando: abedul, “bedoll” en catalán.
Aunque efectivamente el abedul es muy abundante en la zona, algunos, observando que Alendo es el único pueblo con toponimia ibero/vasca de toda la municipalidad, se podría pensar también la posibilidad de derivarse de la palabra germánica que definía las fortificaciones defensivas de madera levantadas por los visigodos: los Burgs.
No sería hasta las aristocracias condales carolingias que se comienzan a construir edificios de piedra junto a los burgs, siendo reemplazados algunos directamente por torreones.
Un poco de Historia
La mención escrita más antigua de Burg es del 1032, cuando el conde de Pallars, Bernat y su madre Estefanía, vendieron un conjunto de bienes y una parroquia, la que se supone era la primera iglesia de Sant Cristófol, a Miró Bardina por un mulo, una silla y cinco muslos de cerdo.
Poco después de la consagración de la Catedral de la “Seu d’Urgell”, la parroquia pasa a formar parte de su Obispado.
En el año 1130 Artau III de Pallars enfeuda los castillos de Farrera i Burg a Arnau Mir Garreta.
Pasando a ser dueños los condes del Pallars Sobirà, enfeudan a la Casa Bellera. En 1234, el conde del Pallars Sobirà, Roger de Comenge y su feudatario Guillem de Bellera, otorgan a los habitantes de Burg la facultad de “emprivar”, es decir, el derecho de utilizar, lo que en este caso sería prácticamente la totalidad territorial actual de la coma de BURG.
Empeñado por Blanca de Bellera, el castillo de Burg pasaría en 1272 al conde de Foix y vizconde de Castellbó.
El 1278 Dalmau de Montcortès figura feudatario del castillo, pero en 1280 Pere el Gran le da la potestad al procurador del vizconde de Vilamur.
En 1393 en manos del conde Mateu I de Foix, liberan a los habitantes de Burg, Farrera y Mallolís del servicio de vigilancia de los castillos del vizcondado por 100 florines de oro de Aragón.
En el censo de 1553 contaba con 11 fuegos civiles y 1 eclesiástico, reuniendo alrededor de 60 vecinos. A mediados del siglo XIX, con ayuntamiento propio, alcanzan el centenar, llegando al máximo vecinal con 186 habitantes en el segundo tercio del siglo XIX.
El proceso de despoblación sería el mismo que el resto de pueblos de la comarca, así en 2023 eran 40 los censados.
La Fiesta Mayor es el tercer fin de semana de Agosto.
Eran las 15:45 h. cuando observamos por la carretera la postal de pesebre del pueblo de Burg, a nuestra derecha se podía ver el aislado santuario de la Mare de Déu del Soler, del que hablaremos desde Farrera.
El pueblo está situado a la derecha del barranco del torrente de Burg, bajo el “Solà de Burg”, teniendo en la vertiente sureste la Sierra de Mániga y en el noreste la del Farro.
Dirigimos el coche hacia el final del alargado pueblo. Después de dejar atrás y a cada lado de la carretera los apartamentos rurales, observaremos después de la primera curva, el pequeño torrente, inundados de árboles sus aledaños, que cruza el pueblo dividiéndolo en dos.
Continuando la marcha y después de una ligera curva, se abre un amplio espacio para aparcar a nuestra izquierda. Era la “plaça de les Escoles”, delante estaba el ayuntamiento de Farrera, un moderno edificio a cuatro aguas con bonito porche.
En la Plaza confluyen las dos únicas calles, que en gran parte paralelas y siguiendo la ondulación del barranco, recorren de punta a punta la villa. Por lo que es un lugar perfecto para hacer una visita oval al pueblo.
Ascendimos por la calle única de arriba hacia la dirección señalada.
Desde el primer momento se siente la rústica esencia del pueblo bien conservada, conjugando en armonía la mitad de las casas anteriores al siglo XX, con el resto levantadas en las primeras décadas de ese siglo.
No encontré señalado casi ninguno de los nombres de las 39 casas pairales que protagonizaron la historia de Burg. Pocas presumen de barnizados balcones y ventanas, aunque casi todas las habitadas parecen haber restaurado la pizarra de sus techos.
Tengo que decir que tampoco sentí muestras de orgullo vecinal, con flores en los balcones o en las entradas de las casas que en tantos otros pueblos habíamos encontrado, aquí dominaba la desnuda sobriedad.
Las pocas de edificaciones de planta moderna o con amplia restauración de este siglo, se reúnen en los aledaños perimetrales del pueblo, en los extremos se agrupan varias en ruinas.
Llegamos a la parte alta, a los pies de la plataforma rocosa sobre la que se erguió el castillo, adherido a la roca se muestra parte de un muro de la primera iglesia parroquial de Burg.
Sant Cristòfol (San Cristóbal)
Levantada con losas pizarrosas de piedra seca sin desbastar, señalan su posible construcción entre los siglos X/XI. Sin testimonio de ello, su presume sobre una construcción prerrománica.
Era un amplio templo de una sola nave, con ábside semicircular, precedidos por un arco presbiteral del que se conserva una reducida muestra.
A los pocos metros del muro, tres edificaciones se adhieren por encima a la pendiente rocosa base del castillo.
Ya observamos antes que Burg y su castillo, levantado en el siglo XI y reforzado en el XII, tendría un papel relevante en el bajo medievo en las luchas condales, pasando por muchas manos.
En 1519 Burg contaba tan sólo con 19 habitantes, pero se habla de la excelencia inexpugnable de su fortaleza. Por lo que parece fue de las pocas fortificaciones que no sería enderrocadas por el duque de Cardona (1513), pero hoy poco queda en pie de ella.
Dado que estáis a tocar, os podéis aproximar a la plataforma rocosa sobre la que se levantó el muro occidental de once metros de largo por dos de alto y con una tímida anchura de 70 cm. Su sillería es de piedra pizarrosa sin desbastar. Hoy tan solo son visibles unos 4 m. En la parte oeste quedan los restos de una pared.
En la parte norte se puede observar un inclinado valle artificial, posiblemente dedicado en el pasado a campos de cultivo.
Descendimos por la “calle única” de arriba hacia la parte noroeste del pueblo.
Disfrutar con tranquilidad de la villa, de su humilde, inclinada, irregular y rústica arquitectura integrada en la rocosa falda de su “Solana”, a los pies del “Farro” y frente al sinuoso barranco del torrente de Burg. Un fondo espectacular de altas cumbres desnudas en los que en sus faldas se extienden tupidos bosques, alzándose entre ellos los campanarios de otros pueblos: Glorieta en levante y Farrera al noreste.
Más tarde descubriríamos desde el otro lado, los pequeños prados de cuento y los campos de siembra que se ganaron al bosque y sobre los que se alza la villa al otro lado del torrente.
Después de pasar por Casa Toni, la que nos pareció por los edificios adjuntos una de las más grandes, transitamos por un par de construcciones bien cimentadas que junto a ellas se alineaban otras calzando ruina. Al final, en esta situación se encuentran las “eras dels escloses” (eras de los excluidos).
Después de disfrutar del paisaje que en cada extremo se presenta diferente, regresamos por el interior del pueblo hacia el suroeste, por la única calle que cruza el pueblo en una irregular y quebrada diagonal.
En su inicio nos topamos con el templo parroquial de San Bartolomé de Burg y a sus pies el cementerio.
En el corazón del alargado pueblo, se levanta esta barroca iglesia parroquial del s. XVII-XVIII, dedicada en la actualidad a San Bartolomé, pero también lo estuvo en el pasado a Sant Cristòfol, dilema que dedicaré la nota final de este post.
La iglesia es de una sola nave rectangular con dos capillas laterales y cabecera también rectangular orientada hacia el sur. Bajo el vértice de la cubierta a dos aguas de pizarra se sitúa la puerta con arco de medio punto, entre los que se alza un pequeño óculo. Los muros externos son de piedra pizarrosa irregular recubierta por un desgastado enlucido.
Cuenta con una austera y robusta torre campanario (19 m), con un primer alto cuerpo de planta cuadrada hasta el nivel de la cubierta de la nave y con un segundo cuerpo octogonal disminuido, en el que se abren cuatro ventanas de arco de medio punto. Los muros muestran finas molduras arriba y en la base del primer cuerpo.
Estaba coronada por una pirámide octogonal de inflexión alta a la base y revestida de pizarra, que al menos desde 2016 hasta finales de 2022 estuvo en reparación.
Las dos alejadas fotografías del templo luciendo su reparada cubierta piramidal son de 2024, captadas degustando el buen menú del restaurante l’Aixalda que recién también habían abierto sus puertas, percatándonos más tarde de la situación actual que felicitamos.
El interior del templo al que no pude acceder y del que tan solo tengo referencia por una foto, pude apreciar que la nave consta en su interior de tres tramos cubiertos con una bóveda de lunetas sobre arcos fajones de medio punto.
Sobre las dos capillas laterales se sustentan a cada lado dos tribunas sin balaustradas. Sobre un altar desangelado, quizás pasándose de humilde, se alza la imagen de la Virgen.
Continuamos el paseo, ahora descendiendo por una inclinada calle, observando con curiosidad la inclinada adhesión a la roca de las viviendas, pero no encontramos ninguna abierta que nos desvelara su adaptación interior.
Regresamos a la plaza de “les escoles” en la que habíamos aparcado. Antes de marcharnos del pueblo nos acercamos a la derruida capilla románica de Sant Francesc (San Francisco), situada en el extremo sur del pueblo y a tan solo cinco minutos del lugar en el que aparcamos.
Ermita de Sant Francesc
Es una pequeña ermita románica de una sola nave rectangular, construida con menuda piedra pizarrosa sin desbastar unida con mortero de cal. La fachada principal cuenta con piedra más grande y ligeramente pulida. Se supone alzada en el siglo XIII. Sería modificada ampliamente en el siglo XVIII.
La cabecera estaba cubierta por una amplia bóveda de cañón rebajado. El tejado, en la actualidad caído, era a dos vertientes sobre un envigado de madera cubierto de pizarra.
En la fachada principal está la puerta con arco de medio punto, acompañada con dos grandes ventanas laterales con dinteles de madera y encima otra pequeña ventana, coronada por una espadaña de un solo ojo.
En la izquierda de la puerta se observa cincelado en piedra: “ANI 1727”, se cree que pudo ser la fecha de la principal transformación del templo. Sobre ella, en la espadaña, otra inscripción dice “Récord de la Sta. Misió 1923” (Recuerdo de la Santa Misión).
Servicios culturales/turísticos
La valoración media es de Google (2024).
Queremos rendir homenaje a la oferta cultural y gastronómica que representó “La caseta de la Solana de la Coma de Burg” desde 2011 a 2019, recordando el proyecto cultural iniciado en 2011 con la Asociación D’AgroS (Danza Agro Social), desarrollando en su interior tres espacios: DansBurg, con cursos de danza, circo, yoga… El cabaret Xino-Xano, con sugerentes propuestas escénicas cenando, y el espacio Tomata que se configura como un laboratorio de cocina ecológica Km 0, con la promoción de los productos de la comarca y en base de promover hábitos saludables en la alimentación.
Serían los promotores durante tres años del “Petit Burg Festival”, un espléndido e instimista festival de música y danza.
En 2014 sería la Asociación Cultural Gençana la que continuaría la labor prácticamente con los mismos objetivos en la “Solana de la Coma de Burg”. Serían los promotores del Festival “MUDA” durante cuatro ediciones. Las “Mudes” hacen referencia a piezas cortas que unen en la improvisación la música y la danza integradas en el medio natural. A partir de entonces tan solo dispongo del programa de la sección “dança natura” de 2019-2021.
El espacio Tomata, reconvertido en el restaurante Can Tomata ofrecería en 2019 sus últimos almuerzos. Me temo que el COVID y la falta de promoción, acabó haciendo inviable la interesante y sana propuesta gastronómica que tuvimos la suerte de conocer.
En el intento de relanzar la oferta cultural y gastronómica de la villa, en marzo de 2023 el ayuntamiento inaugura en el “espacio municipal de la Solana de Burg” el nuevo refugio/restaurante L’Aixalda.
Dos jóvenes de Vilanova y Geltrú, Ramón y l’Aida, regentan el restaurante de comida casera mediterránea, que en tan solo un año alcanzo una alta valoración de los comensales, 9,6, por lo que os recomiendo que reservéis, ya que empiezan a ser populares. Os recuerdo que es el único restaurante del municipio de Farrera.
El refugio consta de tres habitaciones para un máximo de 11 personas, también dispone de una sala polivalente dispuesta a convertirse en un espacio de creación artística, conciertos, talleres, etc…
En la calle única de abajo, por la que habíamos accedido en coche. A mano izquierda, después de la curva, se encuentra la oferta más antigua de hospedaje.
Aunque tienen muy pocas valoraciones, lo que no concuerda con la cantidad de años que figuran abiertos, se le otorga un 10 a los Apartamentos Duplex Burg, dos casas rurales para un máximo de seis personas cada una, con posibilidad de mascota.
Al otro lado de la carretera se encuentran los Apartamentos Salòria Burg, para un máximo de cinco personas, también aceptan mascotas y tienen una valoración de 8,4.
Se necesita prever con tiempo su reserva, lo que indica su gran popularidad.
Casa Bonicoy, es una casa rural para 5 personas, con tres habitaciones, dos cuartos de baño y cocina totalmente equipada. No dispongo de valoraciones.
Senderismo desde Burg
Burg es lugar de destino y salida de muchas rutas de senderismo, al margen de las circunvalatorias a la municipalidad, a los bosques colindantes de Viròs o la cercana ermita de la Mare de Déu de la Serra (de la que hablaré desde Farrera), aquí os dejo la amplia propuesta que ofrece Wikiloc.
Las dos rutas más transitadas de dificultad baja/moderada desde Burg, son por el suroeste la de l’estany de Burg” y el coll de Màniga, y por el noroeste el espectacular “Mirador de Farro”.
Mirador del Farro
Desde Tírvia hablamos del ascenso a este mirador, que andando o en 4x4 hasta el aparcamiento y desde allí en media hora, obtendremos la impresionante visión de los tres valles que configuran la subcomarca de Tírvia.
Si os parece corta la excursión, desde allí mismo y en poco más de dos horas podéis llegar hasta el refugio “El Gall Fer”, en el bosque de Virós.
También hay una propuesta muy valorada, que se basa en recorrer por encima la sierra de Farro, desde las Bordas de Burg (también se puede llegar al lugar en coche) hasta el Mirador de Farro, pasando por encima de la coma de Burg, teniendo al otro lado el bosque de Viròs. Una maravilla, dicen.
Os dejo esta propuesta de Wikiloc. Una excursión que entre ir y volver os comportará poco más de tres horas.
El lago de Burg y el “coll de la Mániga”
En dirección contraria, hacia el suroeste podremos llegar a las Bordes de Burg (se puede llegar en 4 x4, algunos señalan que en verano se puede acceder con utilitario). Desde allí se sube a este lago de origen glaciar.
Si continuamos podemos alcanzar el coll de Mániga, después de obtener las privilegiadas vistas, podréis descender por su tartera, antes de retomar el camino a las Bordes de Burg.
Si el ascenso no ha sido suficiente, siempre podréis intentar pisar el pico de la Mániga (2517 m).
Aquí os dejo esta propuesta circular de Wikiloc de unos 10 km de dificultad moderada.
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Fotog. Mapa Editorial Alpina. |
Si continuáramos en dirección a oriente nos adentraríamos a partir de las bordes de conflent y el santuario de “Mare de Déu de Conflent” en ”L’Alt Urgell” continuaremos por la senda milenaria que unía Os de Civís con TÍRVIA, pasando por el espectacular “coll de Conflent”
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Fotog. Mapa Editorial Alpina. |
Otra ruta estrella, pero de mucho mayor dureza, es la de ascender hasta la Creu de Bedet y desde allí al Santuario de Santa Magdalena de Ribarela.
Desde Farrera daremos su referencia para la ascensión andando, aquí os presentamos su ascensión en 4x4 hasta el santuario, lugar desde el que podéis continuar recorriendo la cordillera fronteriza que separa l’Alt Urgell, desde Andorra a Port Ainé.
Está considerada una de las rutas por pistas forestales más espectaculares de los Pirineos, en invierno intransitable.
Pocos metros antes de llegar a Farrera desde Burg, se inicia a la izquierda una pista forestal de 15 km. pasando por la Creu de Bedet hasta Sta Magdalena de Ribalera, aunque adecuada para 4x4, al menos hasta el santuario y en verano en utilitario alto se puede llegar, recordar siempre verificarlo.
De todas formas se tiene que indicar que pasa por diferentes e inclinados cuellos de montaña, intransitables en invierno, alcanzándose los 2000 metros en el “coll de Bedet”
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Fotog. Mapa Editorial Alpina. |
Continuando por un agreste e inclinado paisaje, recorremos los poco más de ocho kilómetros que nos separaban hasta la Creu de Bedet, aquí podéis escoger el camino de la derecha que nos lleva hacia Os de Civís por las bordas de Conflent, de las que ya hablamos antes, o continuar
bajando por la derecha del río Bedet hasta las Bordas homónimas, a unos trescientos metros y a la izquierda del río Santa Magdalena se sitúa la ermita de Ribalera.
Santa Magdalena de Ribalera
Fue un templo parroquial, único testimonio en pie del pueblo abandonado en el siglo XV que otorgó nombre al valle.
Se conservan pocas referencias documentales de esta iglesia, integrada en el siglo XV al Oficialato de Tírvia, entonces dependiendo del Vizcondado de Castellbó, pero constando sin parroquia.
Se supone construida en el siglo XI, dado que se levantó con piedra seca, tal atestiguan partes de las paredes originales que no han sido restauradas con argamasa de cemento.
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Sta.Magdalena de Ribalera. Google Maps. Foto de Pere Prat Riera |
Es una pequeña edificación románica de una sola nave rectangular, con ábside semicircular del mismo tamaño sin ventanas. La nave está cubierta con bóveda de cañón y el tejado a dos aguas de pizarra.
La puerta de acceso es de arco de medio punto con un irregular adovelado, igual que el óculo situado encima y el único ojo de la espadaña coronada con un tejadillo a dos aguas.
A pesar de la distancia con los pueblos más cercanos y el abandono de su parroquia desde finales del medievo, su estado de conservación actual es muy bueno, indicando un continuado uso y varias celebradas reformas. Monolitos de piedra situados fuera del templo, indican varias de estas fechas, anunciándose la última en 1960.
Os de Civís - Sta. Magdalena de Ribalera - Sant Joan de l’Erm
Desde la ermita de Santa Magdalena, punto de unión de tres ríos, parten paralelos a ellos tres milenarios y sinuosos caminos de montaña (hoy pistas forestales) que recorren desde Andorra, “l’Alt Urgell hasta el Pallars Jussà” la línea fronteriza que los separa del Pallars Sobirà.
El cruce a la derecha, delante de la ermita, nos orienta hacia el suroeste por la pista forestal que paralela al río Santa Magdalena nos conducirá a Sant Joan de l’Erm, pueblo de “L’Alt Urgell” famoso por su ermita románica y las pistas de esquí nórdico, pero también por su espectacular paisaje desde el “coll de Basseta” y su Refugio homónimo, todo ello haciendo frontera con la comarca del Pallars Sobirà.
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Fotog. Mapa Editorial Alpina. |
Desde aquí es posible continuar por pistas forestales hasta la estación d’esquí de Port Ainet o llegar hacia el norte por caminos en muy mal estado hasta Romadriu y Montecartró o por el sudeste a Vilamur y Soriguera, todo ello en territorio del Pallars Sobirà.
Mejor calzada, aunque sigue siendo una pista forestal, llegaremos hacia el sur desde Sant Joan de l’Erm a San Andreu de Castellbó y a unos quilómetros más encontraremos Castellbó. Desde aquí podremos descender hasta la “Seu d’Urgell”.
Todos estos pueblos que adquirieron una importancia notable en el bajo medievo, siendo sus caminos de notable tránsito comercial y humano, hoy cuentan con menos habitantes que en el medievo.
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Fotog. Mapa Editorial Alpina. |
Hacia el este, por la pista que sale de Santa Magdalena, bordeando el río Gireni y dejando atrás el primer desvío que encontremos a nuestra derecha, ascenderemos por las bordas de Jussà, las bordes de Conflent y el coll de Conflent hasta llegar al pueblo de Os de Civís (es la población en línea recta más cercana a la ermita de Santa Magdalena). La villa pertenece a los valles de Valira (l’Alt Urgell), está considerado uno de los pueblos más hermosos de los Pirineos.
Si continuamos hacia el este alcanzaremos los pasos fronterizos andorranos.
También podemos llegar a Os de Civís por el “coll d’Ares”, pasando por el coll de Laquell, aunque quizás es más corto el camino, sus sinuosas ascensiones pedregosas y el peor estado de la pista lo hacen menos recomendable, aunque si os va la aventura y disponéis de tiempo es un bello reto para 4x4 (abstenerse el resto).
Desde el “coll d’Ares” podemos bajar hacia el sureste hasta el pueblo de Civís.
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Fotog. Mapa Editorial Alpina. |
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Fotog. Mapa Editorial Alpina. |
Tengo que advertiros de la necesidad de disponer de un buen mapa topográfico para no perderos, son pocas las señalizaciones y el gps según me dijeron andaba sin cobertura en parte del recorrido (al menos hasta 2020).
Partimos de Burg a la 16:15 h. en dirección a Farrera y Alendo (Ruta 7 -IV).
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“Sant Cristòfol” y la iglesia de Burg
La iglesia parroquial de Burg mantiene dos advocaciones a lo largo de su historia. Ya desde su inicio, a principios del XVIII, comparten patronazgo Sant Cristòfol y Sant Bartomeu.
Pero a mediados de ese mismo siglo una visita pastoral la señala advocada en exclusiva a San Cristóbal, indicando que uno de los cuatro altares secundarios estaba dedicado a Sant Bartomeu.
No se tendrán más referencias hasta principios del siglo pasado, en el que aparece dedicada al apóstol, advocación que llega hasta nuestros días.
Posiblemente la explicación de ello provenga de la inexistencia de San Cristóbal de Licia.
Grabado más antiguo de S. Cristóbal, Buxheim, 1423. Wikipedia. |
La leyenda de su vida y decapitación en Alejandría, se sitúa a mediados del siglo III y principios de s. IV. Se dice que la iglesia de San Justino de Rab (Croacia) guarda en un relicario de plata su cráneo.
Pero según parece, es uno de esos santos fruto del transformador misticismo épico, en este caso de origen oriental y de tradición greco/romana.
Posiblemente se parte de la figura de San Menas, un santo martirizado en Alejandría, coincidiendo en su historia el rendir en el mismo regimiento romano y el lugar de su martirio, que se detalla idéntico. El significado de San Menas es: “el portador de Cristo”, siendo el patrón de los viajeros en la tradición copta.
Los signos de identidad del mito tienen relación con la fuerza (espiritual en su origen) a disposición del prójimo para ayudarlo a cruzar el río de la vida, un mito que aparece en muchas culturas antiguas.
Se supone que parte del mito griego (se dice de origen egipcio) de Carón o Caronte, barquero de Hades (inframundo), encargado de trasladar las sombras errantes de los muertos al otro lado del río Aqueronte, siempre que pagasen. En caso contrario, deambularían errantes por su ribera cien años, entonces los trasladaría sin cobrar. De aquí nace la tradición que adoptarían con fervor los romanos, de poner bajo la lengua de los muertos una moneda.
Posiblemente el cristianismo se inspiró en ella, añadiendo el también mítico Hércules en el que la fuerza física (gigantismo) se dispone al servicio de los hombres como medio de servir a los Dioses.
Así el mundo cristiano latino en el bajo medievo dispuso sobre sus grandes espaldas al Niño Jesús sosteniendo el mundo, un gran peso que ayudó a cruzar por el impetuoso río sin barca, al otro lado estaba la “salvación” humana que su llegada y sacrificio propiciaría.
Las plegarias en el tránsito al otro mundo imploraron pronto su ayuda, su iconografía se extendió en el ruego de contar con su compañía y protección en las largas y siempre peligrosas sendas medievales.
Durante el bajo medievo se le asigna el don de evitar la muerte súbita, si era mirado previamente. Pensemos que la salvación eterna era una de las mayores preocupaciones de los creyentes, por lo que morir en “pecado”sin recibir los sacramentos, era sinónimo de acabar en el infierno. Se produjeron multitud de tallas de gran tamaño del santo, para poder ser vistas desde lejos.
Probablemente después de San Jorge (Sant Jordi en catalán), San Cristóbal será el santo inexistente que más engrandecería su mito con leyendas de apariciones locales o empleando su gran fuerza contra el infiel en gloriosas batallas en el bajo medievo.
Su figura, siendo el que más plegarias reunía en los viajes, desembarcó en América. Hoy en prácticamente toda América latina hay ciudades e incluso países que lo glorifican con su patronazgo.
En el siglo XVlll aparece un movimiento eclesiástico que intenta desprenderse de estos santos, en favor de los auténticos transmisores de la palabra de Cristo: los apóstoles, al igual que despojar a los santos del papel guerrero otorgado en el medievo (recordemos a Santiago “Matamoros”), para devolverles de nuevo su papel de embajadores de la Paz.
Quizás todo ello conforma las razones de esa dicotomía de advocaciones, que aunque aquí acabó ganando San Bartolomé, la tradición mantuvo su fe en la mayoría de los lugares a San Cristóbal. Incluso a principios del siglo XX se le nombraría patrón de los conductores.
Tampoco se modificaría su devoción, cuando en 1996 el Papa Pau VI retiró del santoral varios de dudosa existencia, uno de ellos era San Cristóbal, pero poca transcendencia tendrá esto en su advocación popular.
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