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05 septiembre 2021

Ruta 3 (II) . BARRANCO DE LLAV0RRE. BURGO. Sant Joan. LLAVORRE. Sant Miquel. Erm. de Sant Roc.

Habiendo cruzado el río Unarre por el puente del pueblo homónimo, nos dirigimos hacia los barrancos de los torrentes de Burgo y Llavorre.

Divisando el pueblo de Burgo, quinientos metros antes, hay un mirador en el que vale la pena detenerse. 



Descubriremos al fondo el Noguera Pallaresa en su tránsito por el gran valle de origen glaciar, los humedales del embalse de la Torrassa, la ciénaga de Escalarre…, lugares que por la tarde visitaríamos.


Besando el agua se sitúa el santuario de Santa Maria d’Àneu y más arriba el escalonado pueblo de Escalarre, custodiado por el torrente de Burgo y el río Unarre, antes de confluir juntos en la columna vertebral de la comarca: el Noguera Pallaresa.




Si observamos el recorrido del torrente de Burgo, podemos intuir el antiguo camino que lo unía con Escalarre.


En un ondulado plano rocoso desprovisto de árboles, se pueden apreciar huellas del primer asentamiento de Burgo, convertido al trasladarse a la ubicación actual en zona de pastoreo y Bordas.






BURGO


Está situado a la izquierda del torrente y barranco de Burgo. Mantuvo municipalidad propia hasta 1847, momento en el que se agrega a Unarre. En la actualidad pertenece a la Municipalidad de la Guingueta.


Es fácil pensar que el nombre del pueblo proviene de la palabra Burgo, calificando aquellas poblaciones que en el bajo medievo nacieron a los pies de un castillo o torreón, creándose a la larga un centro artesanal y comercial con protección y adeudo feudalpero por lo que parece no es el caso.



Joan Coromines explica su etimología procedente de la raíz iberovasca, Burkhi: bedoll en catalán o abedul en castellano. Un árbol abundante en la zona y sagrado desde la prehistoria.


Es un árbol que llegó a tener mucha más presencia en el valle de Unarre, otras especies le han ido ganando terreno, en especial las coníferas. Sus bosques inmediatos no parecen presumir hoy de grandes concentraciones de abedules, como podréis disfrutar en el hermoso “bedollar” de Baiasca, Bosc de Virós o en el barranco de Ancs, pero en honor al nombre del pueblo y a la importancia ancestral del árbol, le dedicamos la nota final de este post.


El pueblo y su castillo formaron parte de esa hilera defensiva que protegía desde la vertiente izquierda del Noguera Pallaresa la Vall d’Àneu. De todas maneras su población nunca fue mucha, así en el fogaje de 1553 figura ocupado por dos fuegos civiles y uno eclesiástico. 


Hacia la mitad del siglo XIX contaba con 10 familias, reuniendo unos 60 habitantes. En tierras pedregosas, altas y flojas de baja calidad se cultivaba trigo, centeno, cebada, patatas y heno. 

Se criaba todo tipo de ganado, especialmente vacuno y disponían de abundante caza de liebres, perdices y truchas.


A partir de la década de 1970 el éxodo poblacional es considerable, quedando unos años abandonado el pueblo. Se incorporan a este siglo 8 habitantes, dos familias que se reducirían a una en 2006. En 2008, parece volverse a incorporar otra familia, agrupando 7 censados en 2023.


Su manifiesta actividad constructiva en 2020 parecía señalar un posible próximo aumento de vecinos, pero por lo que supimos eran reformas de los residentes.



El pueblo mantiene sus edificaciones, todas anteriores sus fundamentos  al siglo XX, bastantes perdieron sus techos y paredes, en las que se abren ventanas sin interiores… Visto desde la parte alta de la villa, al lado de los pocos restos de su antiguo torreón de defensa, se tiene la sensación de estar delante de un pueblo bombardeado, al abrirse un gran espacio vacío en el centro rodeado por muros sin techo.



A menos de cien metros del núcleo poblacional está la iglesia parroquial Sant Joan de Burgo, se presume que los fundamentos son del siglo XI, igual que el torreón de defensa. Se dice de éste que la mayor parte de sus piedras fueron reutilizadas por el pueblo en sus casas, pero también especialmente en la reedificación en el siglo XVII/XVIII de la actual iglesia.


“Sant Joan Evangelista” de Burgo


Está documentada formando parte del decanato de la “Vall d’Aneu” en el acta de consagración de la catedral de la Seu de Urgell.


Sería cedida en 1046 al Monasterio de Cuixà, hasta 1163, año que volvería a formar parte de la Seo d’Urgell, por cesión del conde Arnau, junto con el resto de iglesias de la Vall d’Àneu.


 Se mantuvo en 2020, por encargo del departamento de Cultura de la Generalitat, la reforma de la cubierta de madera y las tejas de pizarra que la cubren. De todas formas el interior del edificio se encuentra en mal estado, con humedad, descascarillados revestimientos y una importante grieta en el centro de la curiosa bóveda de arco rebajado del ábside rectangular.



El templo es de una sola nave con cabecera rectangular orientada hacia levante.


La también rectangular fachada frontal, enlucida con cal, está dirigida hacia poniente, mostrando a sus pies una puerta con arco de medio punto, enmarcada por un rectángulo plano, coronado por una hornacina vacía con estilizada concavidad. Por encima se abre un óculo ligeramente desplazado del eje central de la puerta.


Remata la fachada una espadaña de dos ojos con arcos de medio punto ligeramente apuntados, en los que aún lucen sus dos campanas. El tejado a dos aguas lo reviste un losado de pizarra. 


La  mampostería es de piedra pizarrosa y granítica sin desbastar,  menos en los ángulos en el que se pueden apreciar bloques rectangulares desbastados de mayor tamaño.



Después de la breve visita de Burgo, continuamos ascendiendo por la sinuosa calzada en dirección a Llavorre.




LLAVORRE


El pueblo, igual que Burgo, también tenía un castillo del que no quedan restos. En el fogaje de 1553 figuran 4 fuegos laicos y 1 eclesiástico, reuniendo alrededor de 25 habitantes.


En el siglo XIX figuran 9 cabezas de familia, agrupando 55 habitantesEn tierras flojas, pedregosas y montañosas de baja cualidad cultivaban trigo, centeno, cebada, patatas y heno, criando todo tipo de ganado, especialmente vacuno. También igual que Burgo disfrutaban de una buena caza de liebres y perdices y una excelente pesca de truchas.


Dejar el coche antes del pueblo, dado que al final de la calle, en la que sea sitúa la Plaza Mayor, suele estar llena con vehículos que os dificultarán poder dar la vuelta.


Es extraño ver que siendo tan solo cinco los censados (2022), residían junto al mío, los mismos coches que habitantes, supuse que siendo verano la población se ampliaba. Lo que también formaba parte de la calle, igual que en Gavás y Burgo, era la hormigonera.


En el paseo por su única calle, descubrirás casas y puertas guardando la esencia de esa humilde y rústica belleza que singulariza este pequeño pueblo esforzándose en no desparecer.


El pueblo parece hoy convivir por encima de la calle única, zona en la que por el norte descubriremos corrales y pajares padeciendo un gran deterioro.


Las casas que llegaron a ser 18 a finales del XIX, agrupando ochenta habitantes, hoy andan sin balcones las que han tenido la suerte de no haberse quedado sin techo.


La iglesia parroquial de origen románico está situada al final de la única calle, en la Plaza Mayor. A su lado una preciosa casa del siglo XVIII había perdido los balcones, pero mantenía perfecto el tejado de madera con amplio alero frontal.


                    “Sant Miquel” de LLavorre


No encontré documentación histórica ni del pueblo ni de su templo, levantado en el siglo XVII sobre los fundamentos de una iglesia románica. Igual que la iglesia de Burgo, en 2020 se realizaron trabajos de restauración del techo.


Es un templo de una sola nave, circundada por capillas y frontis rectangular orientado al norte, con inclinado tejado a dos aguas cubierto de pizarra. 


El templo cuenta en la fachada sur con una puerta con arco de medio punto, enmarcada por lascas de piedra a modo de dovelas, encima de la llave del arco se encuentra una hornacina sobre la que se abre un óculo trompeteado.



Lo acompaña en ángulo suroeste un recio campanario de amplia base rectangular en el primer cuerpo, transformándose el alto segundo cuerpo en octogonal irregular por rebaje de aristas.


Está rematada la torre sobre un robusto alero por una estilizada pirámide octogonal irregular con inflexión baja a la base y cubierta de pizarra


Curiosa es la lucerna que se abre en su cara frontal, con frontis superior triangular y cubierta a dos aguas.



Un vecino con mono de trabajo al ver que admiraba la cúpula del campanario, me inquirió la valoración del “barret de bruixa” (sombrero de bruja). Exalté su solidez, altura, la robustez del alero y la curiosa lucerna, queriéndole preguntar sobre cómo poder visitar su interior, me dejó con la pregunta en la boca y se despidió con prisas deseándonos un buen día.


Perplejo, me centré en la descriptiva, graciosa e irreverente denominación, especialmente por la contradicción que supone poner un sombrero de bruja a la fe que las endemonió. 


Siendo consciente de la similitud formal, indagué más tarde sobre la posible relación, al menos imaginativa, de la cúpula y el sombrero, pero no la encontré. Según parece el gorro de las “maléficas” proviene de las consideradas por la reforma protestante en el siglo XV alemanas: brujas de la cerveza.


Su gorro tendría en común con las cúpulas de las iglesias, el reclamar la atención de su presencia, ya que señalaba entre la multitud adscrita en la venta ambulante, que bajo la alta pirámide negra estaba una dispensadora de la fermentada cebada. La acusación y su imagen se extendería como el aceite con la revolucionaria imprenta por toda Europa.


Os remito en este enlace a una interesante explicación de todo esto.





Ermita de “Sant Roc”


Al final de la calle única está el camino bien señalizado a la derecha hacia la ermita de Sant Roc (San Roque). Os requerirá entre ir y volver alrededor de una hora y media.


La travesía no encontrará ninguna joya arquitectónica a final del camino, pero sí un hermoso paseo siguiendo el inclinado y abrupto barranco de Bellero, hasta unirse al barranco de Llavorre, por el que que llegaremos, al amparo de la humilde ermita, a un espacio que convida a una relajada contemplación.



Se desconoce el tiempo de su construcción, pero estando dedicado a San Roque al que se le ubica a principios del siglo XIV (canonizado en 1584), podemos estar hablando del siglo XV o XVl la construcción del humilde templo. Siglos en el que su devoción se extendería por todo Europa frente a la peste.


Recuerdo, constatando su importancia siendo el tercer santo de los peregrinos, que San Roquees el patrono de la ciudad de Santiago de Compostela, desde que en 1518, frente al azote de la peste la ciudad se encomendó al santo, con la promesa de nombrarlo patrón de la ciudad si la libraba de ella. Por lo que parece lo hizo y el pueblo cumplió la promesa.


La ermita es una pequeña construcción de una sola nave, con tejado a dos aguas cubierto de pizarra. Muestra una sencilla puerta rectangular de madera con dintel y un pequeño óculotrompeteado encima.



Observaremos la bella panorámica con Esterri a la cabecera, cercado por las cumbres de “L’Alt Àneu” y del que desciende el gran río inundando en tranquilo tránsito los prados y humedales del embalse de la Torrassa.



Regresamos al pueblo, comprobando que el ascenso adquiría su mayor dureza al final del recorrido, por lo que descansamos un buen rato al lado de la fuente.


Al hidratarnos se nos abrió el apetito. Dado que en previsión al reservado almuerzo le restaba más de hora y media, recurrimos a las galletas antes de dirigirnos al lugar en el que habíamos dejado el coche.



Eran las 13:10 cuando cruzamos el río de Unarre, para iniciar el descenso hacia Esterri d’Àneu, con la intención de dirigirnos hacia los humedales, prados y pueblos del embalse de la Torrassasegundo tramo de la Ruta 3 (III) por la Vall d’Àneu.




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El Abedul, “árbol sagrado”


En una cultura animista, en el que los elementos naturales: montañas, ríos, lagos, etc., adquirían la propiedad de seres inteligentes, algunos árboles fueron considerados superiores al hombre y prohibida su tala. La razón era que mientras el árbol no necesitaba al hombre para vivir, a éste le era imprescindible su existencia.


Hay testimonio en las culturas nórdicas europeas y siberianas desde el neolítico hasta el final de la época del bronce, de considerar sagrado el abedul, una de las razones sin duda fue por sus propiedades curativas.


La infusión de sus hojas, corteza y savia son un potente depurativo, diurético y antiinflamatorio, especialmente de las articulaciones. En ungüento es un eficaz cicatrizante, astringente y muy usado para los eczemas.


La savia en primavera mantiene muy alta la concentración de sales minerales, mostrándose ser un gran depurativo que sabiamente utilizaban druidas y chamanes en sus rituales de renovación y purificación espiritual.


En este sentido, al recordar que las “falles” de Andorra utilizan corteza de abedul, me pregunté: ¿La inhalación del humo formaba parte del proceso de purificación del cuerpo?


Desde los inicios se le adjudicó un gran valor espiritual. Se le asignó el ser receptor de energía cósmica, ser “axis mundi”. Es decir, un espacio sagrado en el que el hombre (chaman) y los Dioses ( Sol, luna, etc..) se comunicaban, intermediando también entre ellos los muertos.


En la península ibérica el mayor ejemplo del culto a los árboles fue el Celta. No tenían templos, sus espacios de culto estaban siempre rodeados de árboles.


Eran muchos sus árboles sagrados, pero los dos más venerados fueron el roble y el abedul. El primero más unido a la fuerza y a la inteligencia, mientras que el segundo al espíritu y la intuición.


Se le asoció al abedul con el inframundo y en el culto a los muertos adquirió una simbología funeraria muy parecida a los cipreses para el cristianismo.

Su bello tronco blanco, símbolo de pureza, hizo que los pueblos cristianos primitivos lo denominasen “La Virgen de los árboles”.



La magia del árbol se proyecta en su transformación anual. Sus hojas lisas con largos peciolos, al ritmo del aire se convierten en intermitentes espejos de luz en primavera y verano. 


En el corto otoño teñirán los bosques de rojos y naranjas antes de cubrir con un manto amarillo el sotobosque. Desnudo superará el invierno, siendo el primer árbol en mostrar su nuevo follaje.


Sus semillas, dispersas tal mariposa que sale del capullo, extenderán su especie a largas distancias.


Por todo ello siempre se le ha considerado el árbol de la renovación. Sus hojas y flores fueron signos de distinción de cartagineses, griegos, romanos, etc...


Los inquisidores en el medievo utilizaron sus ramas para flagelar públicamente a sus víctimas por delitos menores, lo que motivó que se asociara popularmente el abedul con el tribunal religioso, incluso éste mantenía un lenguaje oculto propio en relación con el árbol. 

Por ejemplo, si una mujer llevaba una hoja o una flor de abedul en el pelo, indicaba que un inquisidor la había dotado de un favor romántico, siendo pues intocable, es decir, no podía ser acusada de brujería, herejía, adulterio, prostitución….


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