Salimos de Esterri por su vertiente oriental hacia el valle de Unarre. Después de cruzar el puente de la hidroeléctrica, encontraremos dos caminos en la misma dirección, el de la derecha nos conduce hacia Escalarre.
A mitad camino volveremos a encontrar otro cruce a la derecha, orientándonos hacia el santuario de Santa Maria d'Àneu que más tarde visitaremos.
ESCALARRE
El pueblo de Escalarre está situado “escalonado” en la loma de un cerro, frente a una extensa y ligeramente inclinada planicie verde, custodiado por la derecha por el río Unarre y por el torrente de Burgo por su izquierda, en el camino de confluir juntos en el Noguera Pallaresa.

Ascendiendo paralelos al torrente de Burgo nos incorporamos al pueblo. Antes de la fuente, delante de una señal que nos indica ser una calle sin salida, hay un puente a la derecha, lo cruzaremos para dejar en su inmediatez el coche (solo caben tres vehículos).
Según Joan CorominesEscalarre proviene del latín tardío scalare (escala en catalán, escalera en castellano).
Sin conocerse la fecha de inicio, durante la dictadura franquista será considerada pedanía (entidad local menor), en la democracia se transformaría en Entidad municipal descentralizada hasta 1992, llegando a tener tres alcaldes.
La fiesta Mayor se celebra el tercer fin de semana de julio.
Servicios turísticos
Refugi Can Orfila. Preciosa y renovada casa de dos pisos, con amplios ventanales, apropiada para un máximo de 7 personas, con 4 habitaciones, 6 camas, 2 cuartos de baño y cocina totalmente equipada.
Vale la pena dar un tranquilo paseo por este encantador pueblo de estrechas y ascendentes callejuelas con pavimento de piedra, en la que hoy (2023) viven 29 personas, la misma cantidad con la se incorporó el pueblo a este siglo.
Se apiñan una veintena de casas de piedra, pizarra y dinteles de madera anteriores al siglo XX, uniendo sus fachadas cierran el paso o permiten el tránsito bajo ellas por rústicos túneles y adovelados arcos rebajados.
Tan solo encontramos dos casas del siglo XX, una delante de la fuente del torrente de Burgo, que intenta no desentonar con el resto, tal lo hace al otro lado la solitaria casa enlucida de blanco.
Después del paseo por su interior regresamos hacia el coche. Lo traspasamos para continuar poco más de cincuenta metros hasta la iglesia parroquial de Sant Martí de Escalarre.
Situada sobre protegidos campos de manzanos y llanuras verdes, éstas en verano (julio) solían estar ocupadas por tiendas de campaña de grupos juveniles. Abandonada la actividad en 2017, no sé si se ha vuelto a disponer desde entonces.
Sant Martí d’Escalarre
Se trata de una iglesia parroquial documentada en siglo XIV, a la que se le suponen cimientos del siglo XI.
En su origen era de planta basilical de tres naves, en la actualidad tan solo conserva la nave central.
Cuenta con dos ábsides semicirculares, uno de ellos es la actual sacristía. Están decorados con desgastados arquillos y lesenas. Las ventanas con arcos de medio punto y de doble derrame tienen clausurado el ser entradas de luz.
El tejado de la nave sobre bóveda de cañón es a dos aguas cubierto de pizarra.
Interesante portada realizada entre el siglo XII y XIII, en la que se aprecian, enmarcando la puerta de arco de medio punto, dos arquivoltas en degradación sin decoración y un elegante guardapolvo decorado con la flor de la vida en bajo relieve, alternando con emergentes cilindros.
En la dovela central el cilindro está reemplazado por un rostro. Se apoyan sobre impostas decoradas con motivos florales y rostros humanos.
Sobre la puerta hay una pequeña hornacina y sobre ésta un ojo de buey. La fachada está coronada por una espadaña de dos vanos rectangulares. El tejado es a dos aguas cubierto de pizarra.
En el interior se encuentra una pila bautismal románica con decoraciones geométricas que nunca hemos logrado ver.
Senderismo hacia la
mollera de Escalarre
Si continuamos el camino por detrás de la iglesia, lugar en el que se muestra el cuidado cementerio, alcanzaremos la ciénaga de Escalarre a poco más de un kilómetro, después de pasar el torrente de Llavorre y dejar a nuestra derecha los amplios prados en los que se hizo el famoso festival “Doctor Music”.
Bordeando el pantano, disfrutando de la frondosa flora y del canto de las aves que lo pueblan, llegaremos en media hora al mirador oriental de los humedales de la Guingueta.
El paseo que realizamos en la ruta 3 por el embalse de la Torrassa, recorre la mayor parte del circuito circular (adaptado) desde Esterri.
Nosotros retomamos la conducción en dirección al Santuario de Santa Maria d’Àneu. A menos de dos Kilómetros encontraremos de nuevo el desvío, ahora situado a la izquierda, orientándonos hacia el distinguido templo.
El santuario cuenta solo en verano con horario de visitas (por la mañana), pero no os lo puedo precisar, dado que ha variado bastantes veces, la oficina de turismo y especialmente el ecomuseo os puede informar.
Nunca tuve problemas, pero he leído que varias personas no han podido ni bajarse del coche, al ver dos perros sueltos acercarse ladrando, nadie tiene derecho a impediros pasear por el exterior del templo, por lo que hacer sonar el claxon hasta que aparezcan los dueños y sujeten a los perros. Si no lo hacen, poner una denuncia.
En el resto del año se tienen que concertar las visitas previamente con el ecomuseo de les Valls d’Àneu, incluso os puede interesar su histórico y didáctico tour por Esterri y “La vall d’Àneu” o el “joc de dames”, no hay nada como poder contar con un buen guía que nos acerque a valorar el patrimonio cultural que admiramos y si encima lo hacemos jugando mucho mejor.
Santuario de Santa María d’Àneu
Está situado a la izquierda del Noguera Pallaresa en el Pla de Salito, en el lugar conocido como “Els Plans d’Àneu” (Los llanos de Aneu).
Sería declarado monumento histórico y artístico en 1962. Tiene anexa la casa de Santa María, único testimonio en pie del antiguo monasterio.
Se presume que desde el siglo IX hasta principios del siglo XI fue un cenobio visigodo dedicado a Santa Deodata.
Convirtiéndose en el centro espiritual de “les Valls d’Àneu” desde finales del siglo X, dispuso de unas rentas considerables que despertaron la ambición del tercer conde soberano del Pallars Sobirà: Artau I, que decidió apoderarse de ellas.
El Obispado de la “Seu d’Urgell lo excomulgó en fecha indeterminada, prohibiendo que fuera enterrado en tierra sagrada a la hora de su muerte, acontecida en 1082. Hay que decir en su favor que fue el máximo patrocinador del monasterio de Gerri de la Sal.
Seis años después de su muerte, bajo la soberanía de su hijo Arnau II, serían devueltas las posesiones religiosas, haciendo la familia las paces con el obispado.
La segunda esposa de Artau I (1060), Lucia de la Marca cuñada de Ramón Berenguer I sería la gran patrocinadora de las obras de Sant Pere de Burgal.
El hijo de ambos: Sant Ot (patrono de la “Seu d’Urgell”), ocupando el cargo de abat en Guerri de la Sal sería nombrado obispo de Urgell y a su muerte santificado; decidió, para celebrar la recuperación del monasterio, encargar los famosos frescos y realizar las primeras reformas de la actual “Santa Maria d’Àneu”, aunque sería dedicada en un principio a “Sant Pere” (San Pedro) y regentada por un monasterio Benedictino.
A principios del siglo XIII, dependiendo del decanato d’Àneu, sería ocupada por los Agustinos hasta 1723.
A finales del siglo XV y principios del XVI, se realiza la mayor reforma estructural del templo, ganando espacio interior al unirse las tres naves y ampliarse la nave hacia poniente.
La decadencia monacal comenzó a finales del siglo XVII hasta el abandono del monasterio en 1723, aunque continuaría la iglesia siendo hasta nuestros días un importante centro de peregrinación.
Cada primero de mayo se sigue realizando una concurrida romería (aplec en catalán).
En el primer cuarto del siglo XX se realizaron obras de restauración, reforzando los muros con contrafuertes y trasladando las pinturas románicas originales al MNAC de Barcelona. Se reproduciría en el ábside una copia de las pinturas originales. En 2014 se ejecutaron las últimas reformas estructurales.
El templo románico contaba en un principio con tres naves, con dos absidiolos laterales con bóveda de arista y un ábside central, el único que se conserva. Muestra decoraciones lombardas de arquillos y lesenas, abriéndose cuatro ventanas con arco de medio punto de doble derrame.
En la fachada principal hay una bonita espadaña vertical de doble campana, con alero a dos aguas revestidos de pizarra cada una.
El portalón con arco de medio punto está adovelado con sillería blanca finamente tallada y pulida. La elegante puerta es de madera decorada con marcos en sobre relieve de rombos ajustados con clavijas. La supuse de una relativa moderna construcción dado el buen estado de conservación de la madera.
Por encima se alza un óculo trompeteado. Fijaros que en lado izquierdo de la fachada, el contrafuerte parece haber sido destruido.
Su amplio interior se expresa armonioso, con cinco arcos de diafragma apuntados, guardando entre ellos las restauradas vigas de madera y los coloridos balcones laterales de la planta superior.
La gran nave está presidida por un ábside semicircular mucho más estrecho y delante se muestra un amplio espacio presbiteral.
Si nos aproximamos podremos apreciar una reproducción de las famosas pinturas del siglo XII atribuidas al maestro de Pedret, autor también de los frescos de Sant Pere de Burgal.
Por su técnica, iconografía y simbolismo, está considerada una de las más importantes expresiones del arte románico en los Pirineos, junto con las del maestro de Taull en el Alt Ribagorça.
Aunque sus fuentes son las pinturas bizantinas italianas, la singularidad la traza en la superposición de temas y motivos del antiguo y nuevo testamento, en este caso en el mensaje apocalíptico de los profetas bíblicos.
El tema central está situado en el nivel superior de la vuelta del ábside y dedicado a la Epifanía. La preside en el centro la Virgen María (Majestad) y El Niño dentro de una decorada mandorla.
Está flanqueada la “Majestad” por los tres “reyes magos de oriente” elegantemente ataviados. El único conservado íntegramente es “Melcior” (Melchor), situado a la derecha del trono.
La decoración se completa en los extremos con la representación de los arcángeles Miguel y Gabriel, parcialmente se puede ver la figura del primero al lado izquierdo de la representación.
Hay que subrayar el protagonismo de los arcángeles, a los que añadiendo Rafael debajo, son los nombrados abogados del día del Juicio Final.
En el tambor del ábside, es habitual encontrar los apóstoles, pero en este caso el artista da relevancia a los profetas del Antiguo testamento que anunciaron la llegada del Mesías.
La visión del profeta Isaías es la protagonista, cercada por dos grandes serafines con ojos heterotópicos inundando las seis alas, pies y manos.
Una representación simbólica lombarda de origen hindú (significando clarividencia), que en el medievo cristiano señaló la función de los querubines de estar siempre en vigía, alabando a la divinidad y purificando la boca del hombre para transmitir su mensaje, en este caso la llegada de su hijo redentor.
Se pueden apreciar los dos serafines en el templo de Jerusalén, llevando sendas tenazas con brasas ardiendo y aproximándolas a los labios de los profetas Elías e Isaías, situados a la derecha e izquierda respectivamente.
Elías no predijo la llegada del mesías, pero se incluye en la escena dado que es el único personaje del Antiguo Testamento que ascendió directamente a la vera de Dios padre, preludio de lo que haría con su hijo, aunque en este caso le envió un carro de fuego.
![]() |
La desaparecida Mare de Déu d’Àneu |
La iconografía se completa por la derecha con el arcángel Rafael y a la izquierda se muestran dos clérigos, posiblemente uno de ellos sea Sant Ot, vinculado con el patrocinio de la obra pictórica.
Durante la guerra civil española sería quemada la talla de Santa Maria con el Niño del siglo XII/XIII, sustituyéndola por la reproducción actual.
Por desgracia fueron muchas las tallas románicas y góticas de la Virgen quemadas durante la guerra civil, en la comarca creo que se pueden contar con los dedos de una mano las que se salvaron.
Si queréis dar un paseo por sus alrededores de noche, se cuenta entre sus leyendas que se puede ver rondar el espectro de un monje.
Lo primero que averiguamos es el tiempo atmosférico con el que contaríamos, ascender a estos altos valles lo requiere. Es la ruta más larga de la guía y plagada de numerosos entornos naturales y patrimoniales, por lo que requiere como mínimo el poder disponer de un largo día soleado.
En nuestro caso, a pesar de las buenas previsiones no contaríamos con esa suerte por la tarde, y es que el puerto de la Bonaigua siempre es imprevisible.
* * * *
Los frescos en el románico
Las pinturas murales en el medievo se produjeron utilizando la técnica de los frescos, un procedimiento pictórico que requiere precisas y calculadas etapas de realización.
Primero se revestía el muro con tres capas de mortero de cal, correspondiendo a lo que llamamos: enfoscado, revoque y enlucido.
Cada capa irá reduciendo la proporción de arena, manteniendo un estado de humedad que permita retrasar el secado del enlucido. Previo al pintado se alisaba la pared con una llana.
Inmediatamente se producía el boceto. Se dividía el espacio de forma geométrica y se introducían las figuras con líneas de polvo de carbón, repasadas posteriormente con un pincel húmedo para favorecer su penetración. Seguidamente se le aplicaba en estado húmedo los colores con pigmentos minerales diluidos en agua con cal.
El contacto del óxido de calcio con el aire produce que el dióxido de carbono forme un revestimiento insoluble y resistente, incorporando en su interior los colorantes minerales.
El proceso requiere gran precisión, dado que no hay margen para al error y la rectificación, al no poder trabajar sobre sus propias pinceladas.
Los minerales utilizados en los pigmentos eran: hematites (rojo), goethita (amarillo-ocre), aerinita (azul, unida con la anterior producían el verde), calcita y yeso (blanco), carbón (negro)..., todos ellos se podían encontrar en los Pirineos, pero para conseguir el azul intenso y brillante tan apreciado necesitaron la azurita, mineral que tuvieron que importar de Lombardía.
Los santuarios en el románico no se les consideraba acabados hasta que sus paredes eran enlucidas de cal y pintadas. En la mayoría se incluían las fachadas exteriores.
La pintura era un arte subordinado al espacio arquitectónico, los murales estaban determinados en el espacio bajo un esquema geométrico, simétrico, racional y equilibrado. Obviando la perspectiva no se establecen fondos, las figuras en su origen planas van adquiriendo volumen con el color, se alargan y se ubican en un orden geométrico, adquiriendo mayor o menor tamaño en función de su relevancia.
Resaltarán en tamaño las manos y los ojos, considerados entonces los principales elementos humanos de la expresión espiritual.
La pintura en el medievo adquiere una clara intención y función divulgativa de la “Palabra Sagrada”, encontrando la trascendencia simbólica mediante un orden conceptual y geométrico, creando una iconografía que puso color y forma a los textos leídos por el sacerdote en el adoctrinamiento de una parroquia analfabeta.
Por desgracia las nuevas concepciones pictóricas del renacimiento menospreciarían su valor artístico y conceptual, provocando que la mayor parte de las pinturas románicas acabasen tapadas tras sucesivas capas de encalado (sirviendo de prevención de epidemias), relegadas detrás de un retablo barroco o destruidas en las reformas arquitectónicas.
El patrimonio románico, en concreto en los Pirineos, llegaría a ser infravalorado por el propio poder religioso, al dejar de cobrar tributos abandonaron su conservación. En la larga crisis de finales del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX, también lo harían los necesitados vecinos y ambiciosos párrocos, por lo que fue fácil especular con sus antigüedades, dada la revalorización del románico en el mundo, Europa y América comienzan a explorar el medievo pirenaico catalán, en el que encontraron un gran proveedor de piezas románicas a un precio irrisorio, incluso una ermita se llevaron a EEUU.
Se convirtió en un rentable negocio el tráfico de obras del románico, en el que el robo y la venta ilegal promocionaron la dispersión de las obras en colecciones privadas y anticuarios, adquiriendo en su especulación precios desorbitados.
El redescubrimiento del patrimonio románico catalán, condujo al interés del propio gobierno de Cataluña en protegerlo, pero fue lento y con muchos intereses económicos en contra. En el intento de frenar el expolio (imparable) justificaron (gobierno e iglesia) el requisar el patrimonio románico para su protección en museos, siendo hoy el MNAC de Barcelona el más importante, especialmente en pinturas, y el Diocesano de la Catedral de la “Seu d’Urgell” en tallas.
De todas formas, sin aceptar reproducciones, aún hay pueblos que custodian los vecinos en sus casas las tallas que lograron sobrevivir la guerra civil, para que no haya cambiazo por la propia iglesia y las hagan lucir en la fría vitrina de un museo.
¿Expolio consensuado y preventivo? Circunstancia controvertida, dado que, compartiendo las palabras del periodista Martín Gironell: “el arte está ligado a un entorno, si lo desplazas pierde la fuerza y la vida que tiene aquella muestra de arte para demostrar cómo era el mundo en aquellos momentos… Con ayudas evitarían que estos lugares vayan quedando abandonados y les facilitarían un motor económico para prosperar ”.
En Baiasca, oculto detrás de un retablo durante siglos, podremos disfrutar “in situ” del único fresco conservado de la comarca, insinuándose también realizado por la escuela del maestro de Pedret.
* * * * *
No hay comentarios:
Publicar un comentario