La presente Ruta 2, es probablemente la más larga y con mayor posibilidades de variación de toda la guía. Las múltiples propuestas de senderismo por sus espectaculares entornos naturales y el sugerente patrimonio de sus encantadores pueblos, provoca que os recomiende dividirla en dos.
En el presente post -R 2 (I)- Ascenderemos desde Esterri por el valle de Isil, en su cabecera, visitaremos Isavarre, el embalse de Borén, Sant Joan d’Isil y conoceremos las Bordas de Lapre, antes de llegar al Refugio de Fornet, puerta de entrada a los Bosques de Bonabé (límite noroeste de la comarca) Desde, después de conocer sus alrededores naturales, descenderemos para detenernos en los pueblos de Alòs de Isil e Isil. (Ruta 2 -II-).
En la ruta 2 (III) Visitaremos Borén, conoceremos el pueblo abandonado de Àrreu y acabaremos visitando antes de comer Sorpe y la iglesia de Sant Pere de Sorpe.
Después de almorzar en el refugio del Gerdar, conoceremos el bosque del Gerdar y ascenderemos al “Salt del Comials”. Subiremos al puerto de la Bonaigua -R 2 (IV)- y en descenso visitaremos Valencia d’Àneu y las ruinas de su famoso castillo condal -R 2 (V)-
Salimos a las 8:05 de Esterri, nos habíamos orientado hacia el norte, después de pasar por el primer puente nos dispusimos al lado de la vertiente izquierda del Noguera Pallaresa, descubriendo ascendiendo por la angosta y sinuosa carretera el espectacular barranco. Encontraréis dificultad para poder parar y hacer una observación tranquila.
El primer pueblo por el que transitamos es Isavarre, situado a escasos 4 km de Esterri; villa que junto a Borén y Sorpe forma parte de la Entidad municipal descentralizada de Sorpe, dentro del Municipio de “l’Alt Àneu”.
En esta ocasión no volveremos a pasar por aquí de regreso, por lo que os recomiendo que si tampoco tenéis previsto hacerlo, no dejéis de conocer este diminuto y pintoresco pueblo.
A menos que, tal hicimos nosotros, tengáis previsto almorzar o cenar en uno de los mejores restaurantes de la comarca durante vuestra estancia en Esterri, situación que podéis aprovechar para conocer el pueblo.
ISAVARRE
Este pequeño pueblo a 1100 msnm, se ubica por encima del barranco del Noguera Pallaresa y está custodiado a la derecha por el barranco de Buixerí bajo la sierra de Broncal, antes de descargar sus aguas en el Noguera Pallaresa.
Según Joan Coromines, Isavarre es un topónimo de origen iberovasco, formado por la raíz: Isil (silencioso, escondido) y -barre (lugar de más abajo).
Un poco de Historia
La mención más antigua de Isavarre y de la iglesia de Sant Llorenç (San Lorenzo) es de 1064, por el pacto condal que reconocía su dependencia del conde del Pallars Sobirá y su parroquia vinculada a la abadía de Santa Maria de Gerri, de la que dependería hasta 1368.
En el fogaje de 1553 convivían 6 fuegos laicos y 2 eclesiásticos, reuniendo unos 40 habitantes.
En el primer tercio del siglo XIX, agrupando casi un centenar de habitantes, cultivaban trigo, cebada, centeno, patatas, heno y pasturas, en tierras flojas, pedregosas y de calidad media rodeadas de altas montañas y barrancos.
Se criaba todo tipo ganado, pero especialmente vacuno. La caza de liebres, conejos y truchas era abundante.
Si en el último tercio del siglo XIX hay un descenso de la población, tanto Isavarre como en Borén, parecen mostrar también un importante crecimiento económico en las primeras décadas del siglo XX, son muestra de ello las amplias casas que se levantaron por entonces, hoy bastantes mantenidas o restauradas como segundas residencias.
En 1846 desapareció como municipio independiente y se incorporó a Sorpe. A finales de la década de 1960, el municipio de Sorpe se incorporó al municipio de “l’Alt Àneu”.
Inició este siglo con 35 habitantes, el declive vecinal continuaría hasta 2010, alcanzando el mínimo de 24 habitantes. En 2023 figuran 30 los censados.
Aunque se respira en su interior aún cierto aire rural y los campos por encima del pueblo se muestran cultivados, el turismo parece ser su principal fuente económica, igual que Borén y Sorpe, en invierno se benefician de la proximidad a las pistas de esquí de Baqueira y en verano de la belleza de sus abruptos valles y la cercanía de Esterri, razón por la que el número de segundas residencias es importante.
Precisamente por su idílica situación nos extrañó la ausencia de oferta de alojamiento rural en nuestra primera visita en 2019. Pero de golpe, en 2022 aparecieron cinco apartamentos rurales en Google.
Festejos
La Fiesta Mayor se celebra el segundo fin de semana de Agosto.
Servicios turísticos
La valoración media de los usuarios es de google (2024)
Restaurante
Al lado de la carretera y cerca de un espacio habilitado para aparcar, se encuentra uno de los mejores restaurantes de la comarca: El Naviu
El restaurante cuenta con un escueto pero sofisticado menú, a un precio alto (30/40 €) en 2023, pero de alta calidad gastronómica tanto de cocina como del producto. Disfrutan sus fondues y raclettes de gran prestigio. Está abierto medio año, solo hacen cenas en verano los viernes y sábados y tan solo cuenta con seis mesas, por lo que la reserva previa es imprescindible. Tiene una valoración media de 9,4.
Casas/apartamentos rurales
Todos estos servicios de alojamiento han aparecido en Google en 2022, por lo que no tienen valoración significativa dada la escasez de usuarios.
La Cassoleta. Casa rural para 8 personas, 4 habitaciones, 4 WC, Jardín, barbacoa.
Cobert d’en Pierró. Dos apartamentos totalmente equipados para 4 personas cada uno.
Loveland Dali Casa rural de tres habitaciones y dos cuartos de baño, con cocina totalmente equipada y calefacción.
Apartaments Alt Àneu Baqueira. Dos apartamentos en la parte alta del pueblo para dos personas totalmente equipados, con solárium y preciosas vistas.
Casa rural la Llupia. Cabaña de dos plantas, 1 dormitorio, cocina totalmente equipada. Jardín con barbacoa.
El CASCO ANTIGUO
Ascendimos desde la carretera, cercanos al restaurante, por el centro vertical del pueblo, alcanzando pronto su bonita plaza Mayor, en la que destaca la elegante fuente de tres caños, con esculpidos rostros y manos abriendo sus bocas.
Las casas que la rodean, la mayor parte de principios del siglo XX, son testimonio del momento boyante del que hablamos antes, las casas anteriores a este siglo se concentran en la parte alta.
Ascendiendo encontraremos una mezcla variada de construcciones, unas en total abandono, otras chapuceramente conservadas (remplazando pizarra por uralita) y algunas luciendo amplios balcones y torneadas balaustradas de madera recién barnizadas.
Entre estrechas, sinuosas e inclinadas calles, aún se conservan los sólidos muros de piedra seca que las limitan. Amplios portalones de madera, almacenando el desgaste de siglos, se muestran abandonados a su suerte ya que nadie parece abrirlos.
En las alturas del pueblo, delante de su cementerio, está la románica Iglesia parroquial de Sant Llorenç (San Lorenzo).
Sant Llorenç d’Isavarre
El templo está dedicado al santo mártir español más querido, tercer patrón de Roma después de Sant Pedro y San Pablo. Aunque haya disidencias sobre si nació en Huesca o en Valencia, este patrón de diáconos y bibliotecarios, se dice que siendo diácono y por orden papal guardián de los tesoros de la Iglesia, al observar el martirio del santo padre y sabiendo que él sería el próximo, envió a Huesca el Santo Grial. Allí sería guardado durante siglos hasta la invasión musulmana, siendo escondido por los Pirineos hasta 1399, año en el rey Martín I el Humano lo lleva a la Aljafería de Zaragoza.
Desde entonces dos cálices se pelean en España por ser el Santo Grial, uno en Valencia y otro, hoy, en la colegiata de San Isidoro de León.
En 1557, el mismo día de su martirio, el 10 de agosto, se inició la batalla de San Quintín, la victoria de Felipe II reconociendo su intervención, daría paso a la construcción del mausoleo Real en forma de parrilla del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
La iglesia consta de una sola nave con cubierta de bóveda de cañón, ampliada con capillas y una robusta torre campanario rectangular restaurada en 2009.
El ábside semicircular orientado a levante, está precedido por un amplio arco presbiteral, bajo un mismo techo de pizarra y con un alero decorado con esculpidos canecillos.
Podéis observar incrustados en la pared lateral tocando el ábside, grandes bloques de piedra bien tallada y ligeramente pulida, en los que se aprecian inscripciones geométricas prerrománicas.
Se podía descubrir el techo de madera interior, dado el derrumbe de la parte superior del muro de la fachada, debajo hay una curiosa ventana vidriada, que parece haberse incorporado más tarde a una primigenia hornacina con arco de medio punto.
El elemento más notable del edificio es la portada, aunque bastante más deteriorada es similar a las que veremos en Isil, Alós y Sorpe.
Cuenta con dos arquivoltas cercadas por un espléndido guardapolvo, adovelado todo el contorno con grandes bloques finamente tallados y con una deteriorada clave central.
Los dos arcos exteriores están profusamente decorados con la flor de la vida en bajo relieve, intercalándose cilindros en sobre relieve en la arquivolta central.
Los capiteles de las columnas muestran rostros humanos (dos con pelo largo), menos uno que está compuesto por dos pájaros confrontados en el vértice.
En su rico interior se conservaron hasta el siglo XX las valiosas pinturas románicas que hoy se custodian dispersas en el Museo Diocesano de Urgel, el Museo de Arte de Toledo en Ohio, EEUU y en el MNAC de Barcelona, en el que se encuentra, entre otras, una interesante pintura en el ábside representando a Santa Catalina de Alejandría.
Fabulada Santa que encontraremos en varios templos de la comarca, señalando su promoción a principios del bajo medievo por los Pirineos.
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Santa Catalina de Alejandría. MNAC |
Después de observar las estupendas vistas que se tienen desde los alrededores de la iglesia, en las que vimos campos con rulos de heno, indicando la continuidad de la actividad agropecuaria, aunque no descubrimos activas dependencias para ello en el pueblo.
volvimos a situarnos en la plaza Mayor, acompañándonos el refrescante sonido del agua.
Continuamos por la calle del Roser en dirección a la salida occidental del pueblo, antes de llegar a la derecha está la ermita de la Mare de Deu del Roser.
Es una pequeña iglesia de una sola nave rectangular, con la fachada frontal orientada a poniente, mostrando un portalón rectangular, dos ventanas a cada lado y encima un pequeño óculo, todo ello bajo un empotrado arco de medio punto dovelado en hojas de libro, variando en su interior la disposición y tamaño de la piedra.
En la unión de los aleros del techo a dos aguas revestido de pizarra, se alza una espadaña de un solo vano con arco de medio punto y tejadillo de pizarra a dos aguas.
Según consta está en desuso, pero su humilde interior con altillo o coro, con el desgastado blanco cubriendo sus bancos de madera, mantiene la virgen adosado en el centro y sobre un altar adornado.
Isavarre también contó con un puente medieval, hoy destruido y reemplazado metros después por el actual de cemento.
El puente franqueaba el río por el antiguo camino que unía Sorpe con Isavarre. Tenía un arco de medio punto, de lo que hoy tan solo queda parte de los soportales sobre las rocas a cada lado del río.
Se accede bajando por un camino que se inicia en la primera curva que circunda el pueblo, por el que llegaremos a una pequeña zona de huertos, en su proximidad encontraréis los dos puentes.
Entre ellos se crea un amplio remanso del río propicio para el baño (el toll de Isavarre). Recordar que aunque sea verano sus corrientes son tremendamente frías.
Volviendo a retomar la marcha motora, salimos de Isavarre continuando ascendiendo paralelos al cauce del río, hasta bordear el
Embalse de Borén.
Un espacio en el que la nutria nos certifica la calidad y salud del río, pero tímidas, difícilmente se dejan ver. Al que seguro que escucharéis es al mirlo y quizás podamos observar en el interior de las cristalinas aguas, alguna trucha abriendo la boca en dirección contraria a la corriente.
En la cabecera del embalse y a sus orillas destaca el campanario de Sant Martí de Borén y encima, sobre una colina, las alineadas y expectantes casas del pueblo abandonado de Àrreu.
El día se presentaba encapotado, lo que le otorgaba un aire bucólico a la visión.
Después del deleite contemplativo, iniciamos la marcha. Dejando atrás el pueblo de Borén que más tarde visitaríamos, a unos quinientos metros encontraremos el puente románico d’Àrreu.
Es imposible aparcar en las cercanías, por lo que si queréis hacerle una foto, tendrá que ser el copiloto desde el coche en dirección contraria o dejar a unos 300 m. (antes o después) el coche y acceder al lugar andando.
El recorrido del Noguera Pallaresa desde su cabecera hasta Isavarre es conocido como el Valle de los puentes románicos (comparte el título con el Valle del Noguera Cardòs), dado que en los dos permanecen en pie, acumulando reformas, gran parte de los pasos de piedra que se levantaron sobre el río entre los siglos XI y XIII.
Volviendo a incorporarnos por la carretera al margen contrario del río, también lo haríamos a la entidad municipal descentralizada de “L’Alt Àneu”: Alós-Isil.
A poco más de 10 Km. de Esterri y medio quilómetro antes de llegar a Isil, nos encontramos a pie de carretera con la bella estampa del templo románico de Sant Joan d’Isil.
Pensábamos visitar el templo a la vuelta, dado que la idea predominante en la mayoría de nuestras rutas es alcanzar el final transitable de los valles, siendo después de una corta o larga excursión por el entorno, cuando visitamos en el regreso las poblaciones y el patrimonio material y natural que las rodea.
Pero en esta ocasión, al observar que un grupo de turistas entraba, dispuse el pie en el freno y aparqué en su inmediatez, adhiriéndonos a la temprana visita (8:50 h. de la mañana).
Sant Joan d’Isil
Es difícil poder ver los interiores de los templos románicos sin reserva previa y menos a estas horas. Pocos tienen horario fijo de apertura, por lo que os aconsejo no dejéis de aprovechar la ocasión si se presenta, más si a la joven guía le acompaña un clérigo, tal era el caso.
De todas formas, en esta ocasión no hubo mucha erudición del clérigo ni de la guía, pero la anticipada visita nos aportaría más tarde una interesante reflexión en Alòs d’Isil (Ruta 2-II).
Se tiene constancia de que en 1064 Isil era propiedad de Ramón lV del Pallars Jussà, cedido en estas fechas a su primo Artau I del Pallars Sobirà en un intercambio de propiedades, pero sus constantes contiendas provocarían que no se hiciera efectivo hasta 1094.
En el bajo medievo fue la iglesia parroquial de Isil, dedicada al apóstol Sant Joan (San Juan) patrón de la villa.
Documentada por primera vez en 1095, se cree que en su origen fue un monasterio benedictino, levantándose sobre un primer templo visigodo del siglo IX.
Por lo que parece hay un cierto consenso, de que actual edificio fue levantado a finales del siglo XII por la orden de San Juan de Jerusalén o también llamados Hospitalarios, los que acabarían convirtiéndose en la orden de malta. Formaban parte del nuevo formato monacal basado en las reglas de San Agustín.
En el siglo XII, consta pertenecer al Decanato d’Áneu y de disponer un estatus privilegiado al ser un priorato de dicha orden. A partir de aquí, no he logrado encontrar nada sobre su desarrollo y posterior abandono.
Me sorprendió observar la presencia tan temprana de la orden por los Pirineos. Creada a finales del siglo XI en Tierra Santa con la función de ayudar y proteger al peregrino, con fines puramente piadosos sin intereses materiales.
A principio del siglo XII se extiende la orden por Europa, disponiendo sus “hospitales” en las rutas de peregrinación hacia Tierra Santa, ampliándolo con el camino de Santiago. Al siglo siguiente ya se habían convertido en un cuerpo militar, con gran influencia y prestigio bélico en su cruzada contra el islam.
Lamida, propiamente dicho, por las aguas del Noguera Pallaresa durante un milenio, hoy es la capilla del cementerio de Isil. Sería restaurada y declarada Monumento Histórico-Artístico Nacional en 1951.
Los muros laterales son sencillos y sin ventanas. La pared que nos da la bienvenida, antes de incorporarnos al cementerio, cuenta con una espadaña de un solo ojo con arco de medio punto y tejadillo a dos aguas, en la actualidad carece de campana. Debajo y descentrada del eje hay una aspillera con arco de medio punto dovelado.
El templo de tres naves con bóveda de cañón apuntada se sitúa en el gótico primitivo, sugiriendo una remodelación estructural alrededor del siglo XIII-XIV.
En estos siglos también se hicieron en la parte derecha de la fachada principal las dos elegantes y de distinto tamaño ventanas geminadas con arco apuntado y tracería propia del gótico.
Si os fijáis, en la fachada lateral pegada al río, podréis observar arriba y en cada esquina, las bases de los cuatro torreones (¿de defensa?) que en su día se alzaron.
A la nave se le acopla un ábside central con tres ventanas de arco de medio punto de doble derrame, lo acompañan dos absidiolos laterales con una sola ventana en el centro; los arcos de todos los vanos están dovelados. El conjunto está cimentado sobre un promontorio rocoso del río.
Los tres ábsides están decorados con una banda lombarda de doble arquería y lesenas. Todos cuentan con un ojo de buey encima, de los que tan solo el central permite hoy la entrada de luz.
Otra singularidad que se observa, es que los tejados de pizarra de los tres ábsides están adovelados con piedra pizarrosa ligeramente pulida y dispuesta vertical, protegidas por un pequeño alero arqueado a dos aguas también de pizarra.
Para apreciar bien esta anciana parte del templo, se tiene que hacer desde el otro lado del río. Desde Isil, cruzando el puente románico y girando en la primera calle a la derecha hacia el sur, un sendero paralelo al río nos conduce en quince minutos al lugar.
La fachada orientada hacia el sur con el portalón de entrada, es el único muro ornamentado. En lo alto hay una cornisa de arquillos ajedrezados sobre modillones de rostros de animales, humanos y formas geométricas.
Recuerdo que el modillón (ménsula) es uno de los elementos identificativos del románico. Alcanzó su esplendor en el siglo XI y XII, siendo abandonado en el gótico.
Por encima de los arcos y por debajo del alero del tejado se observa un friso en sobre relieve de reptiles, peces, frutos, rosetas circunscritas, figuras humanas y unas curiosas cabezas humanas con ramaje saliendo de ellas.
Esperaba que la guía del grupo de franceses, a los que se dirigía en catalán (los supuse del Rosellón), explicara su posible significado, pero se limitó a decir que muchas de aquellas figuras eran simplemente ideas decorativas con una simbolización difusa sin pretensión evangelizadora.
No soy un experto, pero algunos que acreditan serlo, les hubieran dicho que todo tenía su simbolismo en el medievo, nada se hacía por simple decoración, otra cosa es que corresponda a la interpretación que más tarde le dio la propia iglesia.
La guía se centró en el espacio central bajo el alero de la cubierta, lugar en el que se interrumpía el arqueado friso por una reforma posterior sin fecha, mostrando dos estelas de piedra (según supe más tarde algunos las consideran estelas sepulcrales del siglo XII), mostrando cada una dos cuerpos humanos desnudos sobre relieve toscamente labrados y destruida las formas por debajo de la cintura.
En la losa más ancha, situada a nuestra derecha, se aprecia una cruz entre las figuras humanas. La que se deduce forma femenina sujeta del brazo a la otra; mientras que en el mural de la izquierda la figura masculina abraza por detrás a la femenina, no pudiendo por la censura reconocerse la acción de ésta.
El clérigo explicó que representaban las figuras de Adán y Eva, antes y después del pecado original. La verdad es que su explicación me pareció demasiado simple.
En el vecino pueblo de Alós d’Isil, su iglesia parroquial luce dos composiciones semejantes en la fachada, la suerte nos acompañaría al poder conocer otra hipótesis dándole mayor sentido.
Sin duda lo más destacable del templo es su espectacular portalón, el mejor conservado de las cuatro iglesias románicas de la cabecera del Noguera Pallaresa: Isil, Alós, Borén e Isavarre. Todos parecen haber sido manufacturados en la misma época y posiblemente por los mismos constructores.
La puerta con arco de medio punto está rodeada portres arquivoltas, apoyadas sobre columnas con capiteles esculpidos de rostros humanos y animales que descansan sobre pedestales labrados.
La arquivolta central alterna rosetones de “flores de la vida” y cilindros en bajo y sobre relieve respectivamente; rodeado todo por un decorado marco voladizo o guardapolvo compuesto por prismas rectangulares con incisiones decorativas, ajedrezadas en la cara frontal y la flor de la vida dispuesta en la cara interior.
Sobre el significado de sus capiteles poco aclaró el sacerdote, tan sólo señaló que tenían un mensaje moralizante, aludiendo a la necesidad de dejar fuera del templo los vicios (pecados capitales), para adquirir en su interior las virtudes para afrontarlos.
Las últimas figuras de los capiteles cercanos a la puerta eran iguales. Se representaba un rostro humano con los brazos sujetos por cuerdas, manteniendo una sutil diferencia: mientras uno parecía sonreír, el otro se mostraba serio. No supo dar explicación a su significado.
Precediéndolas aparecían dos figuras de animales, en uno se identificaban dos aves de cuello largo unidas en el centro de una esfera. Explicó que representaba la Purificación del alma. Frente a ella aparecía cincelado un batracio humanizado, que designó ser un sapo, animal que en el medievo tenía similares connotaciones negativas que la culebra o el cocodrilo, representando en este caso la avaricia y la envidia.
Me pregunté la razón por desestimar el ser una rana, animal que precisamente designaba de forma universal todo lo contrario, dado que su aparición estaba vinculada con las lluvias su aparición estaba vinculada con ser la benefactora de las buenas cosechas. Su aparición y desaparición en su proceso de metamorfosis, la convertirá también en el símbolo de la rencarnación.
La curiosidad me hizo preguntar, a pesar de no pertenecer al grupo de turistas. Amablemente me contestó que a la rana, al margen de su connotación benéfica, no se le asocia en el medievo a ninguna virtud o vicio humano, el sapo sí.
Los capiteles exteriores, los más deteriorados, muestran una figura con pelo largo, a la que se le presume vicios vinculados en aquel tiempo al género femenino, según la guía: lujuria y celosía (envidia).
El otro capitel no se podía apreciar bien, pero por lo que dijo se repetían las aves de cuello largo (¿cisnes, gansos…?) unidas a una esfera.
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Su amplio, alto y desnudo interior, limpio y restaurado, muestra su delicado trabajo de rústica sillería sin embellecimientos ni pinturas, lo que le otorgaba un aire solemne, un refugio interior impregnado de humilde armonía. Lo que no quita que recordemos que en su día seguramente lo cubrieron pinturas.
Las tres naves se comunican por arcos adheridos a los altos muros, a los que se integran sobresaliendo media columna tal finos torreones de un castillo.
La nave central es la más amplia y alta, está cubierta con un moderno envigado de madera, tan sólo en el tramo próximo al presbiterio se conserva la bóveda de cañón.
Las naves laterales estaban cubiertas con bóveda de cuarto de esfera, de las que aún se pueden apreciar fragmentos.
En el interior del templo había una muestra de los diferentes tipos de teas, antorchas que utilizan los pueblos de los Pirineos catalanes en las fallas (falles en catalán).
Las “falles” es una fiesta extendida por los Pirineos aragoneses, franceses, catalanes y andorranos.
La despoblación de los pueblos pirenaicos en el siglo XX promovió que se perdieran en gran parte de ellos. A partir de finales del siglo pasado en muchas localidades se reavivó la tradición, siendo en la actualidad 63 los pueblos que, prácticamente todos alrededor del solsticio de verano, continúan la ancestral tradición.
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Falles d’Alins. |
34 “falles” se realizan en los Pirineos franceses, 9 en los Pirineos aragoneses (8 en la comarca de la Ribagorza), 3 en Andorra y 18 en Cataluña, repartidos en: “Alt Ribagorça” 8, Pallars Jussà 1, La Vall d’Aràn 2, en el Berguedà 2, aquí se realizan en el solsticio de invierno en Bagà con el nombre Fía-Faia y en Sant Julià de Cerdanyola.
En el Pallars Sobirà son 5. Podréis elegir entre el fin de semana anterior a San Juan en Sort, en Alins o Isil para la verbena, en la verbena de San Pedro en Valencia d’Àneu y el primer fin de semana de julio en Alòs d’Isil.
La base de la fiesta y su simbología son muy parecidas, pero cada localidad tiene sus particularidades, tanto en el descenso de las fallas, la composición de los fallaires y el desarrollo de la festividad en el pueblo.
En 2015 la UNESCO otorgó al conjunto de 36 falles, la consideración de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
La nota final de este post versa sobre esta espectacular fiesta y en botón de muestra explicamos las de Isil, las que pueden alcanzar 4000 espectadores.
Dejando atrás el templo, a medio kilómetro está la población de Isil. Transitamos por ella sin pararnos cuando eran las 9:20 h., con la decidida orientación de llegar al lugar en el que el asfalto finaliza: El Refugio de Fornet, puerta de entrada a los Bosques de Bonabé y límite noroeste de la comarca.
Las Bordas de Lapre
A un Kilómetro y medio de Isil encontraréis un cruce a la izquierda (ascendiendo), por el que se inicia una pista forestal transitable para un utilitario alto, que nos conduce en unos diez minutos a “Les Bordes de Lapre”.
El último tramo del camino puede resultar excesivamente inclinado y resbaladizo si está en mal estado por las lluvias, por lo que quizás requiera dejar el utilitario a unos cien metros del lugar.
Es un complejo de altas y onduladas planicies propias de un cuento alpino, suspendido a 2150 msnm.
El paisaje que lo acompaña adquiere esa imagen de rudeza frente al agreste perfil de las montañas, pero a la vez idílica, en el que el conjunto de bordas franqueadas por la pared oriental del pico de Qüenca, se integran en un espacio de ondulados pastos veraniegos, otorgando testimonio de su utilización por el hombre durante milenios.
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Bordas de Lapre. Fotografía de Roc García-Elías |
Alguna borda se ha convertido en segunda residencia, otras mantienen la puerta cerrada y otras no resistieron el paso del tiempo y han caído; pero ninguna cumple en la actualidad su función primitiva, al carecer de ganado sus prados.
Desde aquí se inicia una hermosa caminata de 4 horas y media por unos aproximados 10 Km. de dificultad media, recorriendo el espectacular valle de Airoto.
Bordeando el río se llega al pequeño y al gran lago de Airoto, entre ellos se encuentra el refugio libre homónimo, dispuesto a daros cobijo.
La pista forestal por la que ascendimos continúa (ahora solo en 4x4) hasta el barranco de Moredo. Desde allí en poco más de dos horas se puede acceder caminando al lago de Airoto, pasando por la cueva de Barrane y descendiendo por el collado del clot de Moredo.
Os dejo un enlace de Wikiloc con un largo circuito pernoctando en Airoto y otro de 3 horas y media desde Isil.
Otra ruta desde aquí para los amantes de las grandes ascensiones son las cumbres del macizo Marimanya, frontera natural entre el Alt Ribagorça y el Pallars Sobirà, contando en la vertiente Pallaresa con el pico de Qüenca (2633 m.) y el pico del Moreno o Roca blanca, la mayor altura del “Alt Àneu” con 2750 msnm.
Continuamos la marcha dejando las Bordas de Lapre pendientes para otra ocasión, cinco minutos después habríamos sobrepasado Alós d’Isil, observando que la calzada, poco después de pasar por la antigua serradora, se estrechaba permaneciendo el asfalto.
Transitamos por un paisaje teñido de verde por la frondosidad de los bosques de ribera, de los que la serradora d’Alós se abasteció: chopos o álamos (pollancres en catalán), fresnos (freixes en catalán) y nogales ( Nogueres), que junto con algún despistado pino negro sobre altos arbustos en los que destacaban rododendros y arándanos, bordean los pequeños claros al lado del río.
Conforme avanzábamos el telón de fondo de los espesos bosques de pino negro se aproximaba.
Cuatro kilómetros después llegaríamos al refugio del Fornet, puerta de entrada al bosque de Bonabé. Ruta 2 (II)
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“Les falles”, Isil. Patrimonio inmaterial de la Humanidad.
Las “falles” son una manifestación festiva que tiene sus raíces en ritos ancestrales relacionados con el solsticio de verano, veneraciones al fuego (al Sol) que se remontan a la edad de bronce y se expresan aún en el presente de muchas formas, siendo las tradición festiva una de ellas y probablemente la más importante para seguir manteniendo la magia de su primitivo sentido.
Un ejemplo son las fogatas en la verbena de “Sant Joan”, también llamada en Cataluña la “nit de les bruixes” (noche de las brujas), tan populares en todo el territorio catalán, valenciano y Balear.
Pero también, en distintas fechas y formas, aún se rinde culto al fuego en muchos pueblos de todas las provincias y nacionalidades de España.
Al fuego se le otorgó desde la prehistoria el ser un purificador del alma de quién lo contemplase. Por desgracia la inquisición (no sería la primera) consideró que la mejor forma de purificar el alma era quemar en vida el cuerpo.
A las creencias solares unidas al culto a los muertos, se le añaden las creencias animistas que consideraban sagradas las montañas, los bosques y sus árboles, templos naturales que en el medievo se continuarían respetando, incluso peregrinando en romería al construirse un santuario cristiano.
Es curioso observar las “falles” de Andorra, en las que utilizan el abedul, árbol sagrado desde la prehistoria, entre otras cosas por sus cualidades medicinales, siendo un gran depurativo, diurético y antiinflamatorio. Me pregunté: ¿El humo formaba parte de la purificación del cuerpo?
Desde sus cumbres montañosas los pueblos en el medievo se comunicaron con fuego de noche y espejos y humo de día, convirtiéndolas en sus “Fars” (Faros).
En Isil, “ El Far” está situado a 2100 msnm, a unos cuarenta minutos caminando desde el pueblo.
Cuenta la leyenda de Isil que la fiesta nació en honor y en recuerdo de la marcha de teas que acompañaron a la condesa Caterina Albert en su camino al destierro, después de haber capitulado el castillo condal de Valencia d’Àneu frente a la corona Aragonesa, perdiendo el Pallars Sobirà su soberanía condal después de casi cinco siglos.
Posiblemente la fiesta adquirió este sentimiento nacional-indigenista en la Vall d’Àneu, pero está claro que la fiesta no es patrimonio exclusivo del Pallars Sobirà.
Según presumen, Isil mantuvo viva la fiesta desde el siglo XV hasta la guerra civil española, siendo prohibidas por la dictadura. En 1978, en el periodo de transición a la democracia, se volvieron a recuperar.
“Los falleiros” comienzan los preparativos un mes antes, suben al bosque, cortan y desbastan la corteza y el ramaje del pino, para trocearlos seguidamente a un metro y medio; éstas serán “les falles”. Una vez agrietados los troncos con cuñas, se dejarán secar, hasta el día señalado, en el que a las siete de la tarde ascenderán con ellos al hombro.
En el centro de la plaza se dispone previamente un alto tronco de pino desbrozado y abierto arriba, facilitando el encendido del símbolo más importante de la fiesta.
Se encenderán las teas en el “Far” y con ellas descenderán los fallaires en fila, dibujando en la ladera de la montaña una espectacular serpiente ígnea.
Una hora después, en la parte alta del pueblo arderá una hoguera, allí les esperan las “madrines” que les ofrecerán vino, coca y un ramo de flores. Los jóvenes, futuros fallaires, con las previamente encendidas antorchas, se unirán en el recorrido por la villa.
Recorrerá la comitiva el pueblo, haciendo la primera parada delante del cementerio. Con las “falles” harán una cruz en honor a los muertos, convidando a los espíritus a que los acompañen.
Continuará la marcha, parándose la comitiva delante de las casas que perdieron o añadieron ese año un miembro a la familia. Un recorrido que en su función mística irá purificando el pueblo. Sorteando pequeñas fogatas a lo largo de la villa, finalizará la marcha en la plaza Mayor, en la que un alto tronco arde saludando su llegada.
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Fallas de Isil. Wikipedia. Fotografía Roc García -Elías Roc. |
Los participantes depositarán las antorchas en la base, convirtiéndola entre todos en la gran fogata que alumbrará la noche más corta del año.
En realidad el solsticio de verano es el 21 de Junio, pero la iglesia Católica, por diversas causas e intenciones dispuso la celebración de San Juan justo seis meses antes de noche buena.
Bailarán alrededor del fuego las cuatro danzas medievales: la marcha “dels fallaires”, el baile de los bastones, el plano y la Bolanguera.
En la fiesta continuará danzando la vecindad, acompañados de música, dulces, vino y ratafía, mientras el ardiente tronco los ilumina, esperando algunos que lo haga de forma temprana el astro rey.
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