Desde Espot reiniciamos la marcha hacia los tres altos pueblos milenarios alineados en la vertiente occidental del Noguera Pallaresa, dependiendo hoy cada uno de un término municipal diferente: Estaís pertenece a Espot, Jou a la “Guingueta d’Àneu” y Son a “l’Alt Àneu”.
A poco más de un kilómetro de la ermita en ruinas de Santa Maria d’Espot, encontraremos un cruce a mano izquierda en dirección a Estaís, tres kilómetros nos separan de la villa.
A la tercera pronunciada curva, al lado derecho, se encuentran las dispersas piedras del Castillo de Estaís, en el que aún se perciben partes de algún muro, para descubrirlos tenéis que parar y aproximaros. Se identifica entre altas hierbas y arbustos su construcción de piedra seca, una manufactura primitiva que presume ser del siglo X-XI.
ESTAÍS
Nos internamos por la primera entrada que encontramos a la izquierda, al ver despuntar el campanario de la Iglesia parroquial de Sant Esteve. Descubrimos más tarde que posiblemente lo más interesante era continuar hasta la parte alta del pueblo, aunque tampoco hay mucho espacio para el aparcamiento, es más fácil encontrarlo.
La villa está situada a 1.445 msnm y pertenece hoy al municipio de Espot.
Hay constancia escrita de Estaís y su castillo desde finales del siglo XI. Siendo villa condal, se produjo una donación de la parroquia de “Sant Esteve”al monasterio de Gerri por parte del conde Artau ll.
En el fogaje de 1553 se registran 4 fuegos laicos y 1 eclesiástico, reuniendo unos 25 habitantes.
En 1826 se contabilizan 65 vecinos, dos décadas después serán 83 habitantes.
Con pequeños altibajos poblacionales llegaron a ser 80 los habitantes que celebraron entrar en el siglo XX, sus casas son las que aún componen el pueblo.
Como es norma en la comarca, a partir de la década de los 70 se produce un importante éxodo. Desde la entrada al presente siglo ha mantenido constante la veintena de habitantes. Contaba en 2023 con 21 censados.
La fiesta Mayor la celebran el primer fin de semana de Agosto.
La fiesta patronal es el 26 de diciembre, no sé si se continúa celebrando.
La población mantiene floridos algunos de sus portales y balcones, haciendo muy agradable el paseo por sus estrechas calles, en las que aún se pueden ver apiñadas las fachadas de añejas casonas, creando encantadores rincones con elegantes balconadas de madera, dinteladas ventanas, oxidados tejados de pizarra y robustos muros de piedra seca.
La Casa Mossén Joan, guarda en su interior una pequeña capilla dedicada a la Inmaculada.
Algunas casas parecen reformadas para el turismo rural o segunda residencia, incorporando elementos modernos que en general se muestran respetuosos con la tradicional esencia arquitectónica del pueblo.
“Sant Esteve d’Estaís”
El templo parroquial está dedicado a este protomártir de la cristiandad, santo importante en Catalunya y Baleares dada su influencia Carolinguia, pero no tendría tantas advocaciones en la España Toledana.
Es uno de los santos más venerados junto a Sant Jaume y Sant Martí en el Pallars Sobirà y una muestra de la gran influencia carolingia en las tradiciones de Cataluña y Baleares. Dedicaremos en la Vallferrera la nota final del post a este santo.
Con el habitual y bien cuidado cementerio en sus puertas, este templo parroquial presume de origen románico, aunque no se tienen noticias escritas de su existencia hasta mediados del siglo XVI.
La iglesia es de una amplia y única nave, en la que tan solo queda del románico un ábside semicircular con dos ventanas de doble derrame.
Al estar oculto entre la vegetación y sus paredes rebozadas, no se puede apreciar bien la decoración lombarda de arcos ciegos y lesenas; formas arquitectónicas que sitúan su construcción original alrededor del siglo XI.
El resto del templo fue totalmente modificado en el siglo XVII/XVIII, añadiendo una capilla en el muro norte y dos más en el lado sur, donde también se construyó la sacristía. La cubierta de madera original sobre bóveda de cañón se sustituyó por la actual bóveda de aristas.
El barroco también aportó la robusta torre campanario en la parte suroeste del edificio, el cuerpo inferior es cuadrangular sobre el que se levantan dos niveles octogonales regulares que parecen haberse construido en épocas diferentes. El inferior, prácticamente hoy inexistente el enlucido, hay una gran ventana rectangular dintelada en arco dovelado y porticón de madera.
En el segundo nivel hay tres campanas y cuatro ventanas con arco de medio punto. La cubierta es una pirámide octogonal regular con estilizada punta y elevada inflexión a la base, revestida de pizarra ligeramente oxidada. Muestra el poder haber tenido una lucerna o al menos una entrada de luz que hoy se muestra clausurada.
A las afueras, ascendiendo hacia Jou se encuentran los restos de la ermita de la Santa Creu, de la que tan solo se puede apreciar la cruz. Sin detenernos a buscarla, continuamos la marcha hacia Jou.
JOU
Jou (topónimo del que se desconoce su significado) alcanza la altitud de 1.301 m., situándose a la izquierda del río Jou y a la derecha del Noguera Pallaresa, antes de confluir sus aguas.
La importancia de Jou en el medievo es manifiesta, mencionada por primera vez en la consagración de la Catedral de la Seo d’Urgell, formó parte de la jurisdicción de la Vall d’Àneu y disfrutó durante siglos de privilegios, primero con los condes del Pallars Sobirà hasta 1487, manteniéndolos después con los duques de Cardona hasta el siglo XIX.
El Castillo de Jou está documentado desde 1176, reconocido a principios del siglo XIII como uno de los castillos más importantes de la Vall d’Àneu.
Por ello no entiendo que no queden vestigios, ni que nadie nos supiera indicar su localización.
En el censo de 1553 se declaran nueve fuegos laicos y tres eclesiásticos, reuniendo unos 60 habitantes
No tan solo en el orden militar alcanzó relevancia el pueblo en el medievo, al margen de su iglesia parroquial de Sant Pere, contaba en sus alrededores, hoy totalmente en ruinas, con la iglesia románica de Sant Martí de Roma y la capilla de Sant Jaume. Más cerca del pueblo y en mejor estado de conservación está la capilla de Santa Caterina de Jou, al salir del pueblo la veremos.
En el siglo XIX contaba con 12 casas, agrupando alrededor de 70 habitantes. En tierras flojas, pedregosas y montañosas cultivaban, trigo, cebada, centeno, heno, patatas y frutas. Se criaba todo tipo de ganado y había buena caza de liebres y perdices.
Hasta 1971 fue un municipio independiente, comprendiendo desde 1847 los pueblos de Berrós Jussà, Berrós Sobirà, Dorve y la masía de la Guingueta, la que se convertiría en el siglo XX en la cabeza del municipio al que en la actualidad pertenece.
En el año 2000 se registran 19 habitantes. Se mantiene con pequeños altibajos la población, en 2023 se contabilizan 18 vecinos.
La Fiesta Mayor se celebra el fin de semana más próximo al 23 de Agosto.
“Sant Pere de Jou”
Su mayor patrimonio arquitectónico está situado en el extremo oriental del pueblo, presidiendo el cementerio.
La iglesia barroca (1721), conserva elementos de la anterior edificación gótica sobre fundamentos románicos.
Consta de una sola nave con cubierta en bóveda de crucero y dos capillas laterales. En la fachada muestra un portal de arco de medio punto dovelado.
Encima hay una pequeña hornacina con una imagen, sobre la que está un ojo de buey trompeteado. Lo cubre un tejado a dos aguas con una espadaña en el lado izquierdo del vértice.
Es extraño ver aún dos espacios para campanas en el mismo edificio, pero no fue tan extraño en estas comunidades rurales, tal veremos en Son y en otros pueblos de la comarca.
El campanario barroco de 25 m, tiene un primer piso casi cuadrado sobre el que se levanta un segundo cuerpo octogonal irregular, en el que se abren cuatro ventanas de arco de medio punto luciendo las campanas.
La cubierta es una estilizada pirámide octogonal, con ligera y alta inflexión de la base acabando en un pequeño alero y revestida de pizarra. Muestra una bonita lucerna con tejadillo.
Cuenta con cinco aspilleras alineadas de forma vertical a lo largo del muro de la fachada principal. Lo que hace pensar en haber tenido funciones defensivas.
En su interior se exponen dos picas románicas, una bautismal y otra beneitera. Conserva en el altar mayor un interesante retablo barroco de “Sant Sebastià y Sant Pere” del siglo XVIII.
En 2009 se trasladó aquí el retablo gótico de Santa Caterina, dado el deterioro de la capilla.
Desde Jou nos pusimos en marcha hacia nuestra última parada: Son. Nada más salir del pueblo, en la convergencia de las dos calzadas y a la izquierda, se dibuja tras un desvencijado muro la capilla de Santa Caterina de Jou.
Un pequeño y sencillo edificio a dos aguas encalado que guardó en su interior hasta el siglo XXI un retablo gótico de la Santa.
Recuerdo la referencia sobre la “cuestionada” Santa de dudosa existencia que realicé en Isavarre y la sorpresa de descubrir en Cerbi, una capilla dedicada a Santa Caterina de Jou.
Quinientos metros después, a la derecha de la carretera, se encuentran los restos de la antigua capilla románica de Sant Jaume de Jou, perteneciente al desaparecido pueblo de Bogarri, a situada a los pies de la alta sierra homónima.
Muy cerca encontramos un espectacular mirador, no dudéis en deteneros unos minutos.
El Pla de la Font
Un kilómetro después, a la izquierda, se abre un desvío hacia el Pla de la Font por un camino de montaña, transitable (solo en verano) y en principio accesible para cualquier coche, pero en algunos tramos tendremos que tener cuidado si no vamos con un 4x4, dada la cantidad de piedra que almacena el terreno.
También hay una senda de parecidas condiciones por el noroeste desde Son, pasando por Mon Natura Pirineus.
Después de transitar ocho kilómetros por un impresionante y tupido bosque de pino negro, aparcaréis en el parking del Pla de la Font en aproximadamente 20 minutos.
Desde aquí y en diez minutos caminando por un señalizado sendero, llegaréis al Refugi del Pla de la Font.
Un acogedor refugio del Parque Nacional d’Aiguestortes que forma parte del circuito “Carros de Fuego plus”. Tiene una valoración media de de 8,8.
El lugar es un precioso mirador a 2000 msnm. del Parque Nacional, por lo que aunque tan solo sea para ello, vale la pena llegar hasta aquí; de todas formas tener en cuenta el tiempo (preferible por la mañana), ya que recorrerlo con lluvia puede resultar complicado y poco podréis disfrutar del impresionante paisaje.
Nosotros desistimos el recorrerlo en esta ocasión, eran casi las seis de la tarde y aunque el cielo se presentaba con grandes clarianas celestes entre nubes blancas, estábamos lo suficientemente cansados para no continuar haciendo senderismo, aunque tan solo requiriera poco más de media hora.
Por lo que continuando por el asfalto, llegamos en cinco minutos a Son.
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SON
A 1.393 metros de altitud, se encuentra cercana en la confluencia del Novera Pallaresa y el valle de la Bonaigua, situado sobre un pequeño plano elevado del Valle de “Àneu”, rodeado de frondosas faldas montañosas de pinos y abetos, pero también de agrestes montañas despobladas de arbolada.
Según Joan Coromines es un topónimo de procedencia iberovasca, perdiendo la “I” de la palabra ISON, significando: prenda, multa…
La población es enunciada en el acta de consagración de la Catedral de la “Seu d’Urgell”, En 1076 vuelve a figurar junto con la iglesia de “Sancti Iusti”
En el fogaje de 1553, Son declara15 fuegos laicos y 2 eclesiásticos, reuniendo unos 85 habitantes.
Se cosechaba centeno, cebada, heno, trigo, patatas y pastos. Se criaba todo tipo de ganado, preferentemente el vacuno. Había buena caza de liebres, perdices y rebecos, también merodeaban por sus bosques de coníferas algunos osos y zorros.
Se calcula que en 1875 convivían 449 habitantes, el doble de vecinos que en ese momento tenía Valencia d’Áneu, pero en tan solo dos décadas (no averigüé las razones) se redujo a la mitad.
Así se mantendría con altibajos hasta el primer tercio del siglo XX, a partir de aquí en un continuo éxodo alcanzó el mínimo poblacional en 1981 reuniendo 35 habitantes.
Mantuvo ayuntamiento propio hasta 1970, pasando entonces a formar parte del municipio de “d’Alt Àneu” junto a los entonces municipios de Valencia d’Àneu, Sorpe e Isil.
En 2022 agrupaba 48 censados.
La fiesta Mayor es el primer fin de semana de agosto.
Al incorporarnos a Son por el sur, después de cruzar la riera del Tinter, se abre un camino a la derecha que nos conduce a la parte baja de la villa, orientación que tenéis que coger si habéis reservado habitación en Casa Ramonet. Un apartamento duplex, para un máximo de 18;personas y un mínimo de 8, al poder alquilar tan solo una parte. Cuenta en conjunto con 8 dormitorios, dos cocinas totalmente equipadas, , 4 cuartos de baño completos,, patio, etc…Tiene una valoración calidad/precio de 9,2.
Nosotros continuamos rectos unos doscientos metros hasta encontrar el cruce a la izquierda por la calle de la Font, por ella se llega por el acceso noroeste al Pla de la Font, pasando previamente, a dos kilómetros del pueblo, por el albergue Món Natura Pirineus.
Nos dirigimos hacia allí, con el objetivo de conocer su entorno del que me habían hablado con entusiasmo igual que del albergue.
Món Natura Pirineus es una muy buena opción familiar, con guía recorreremos los desnivelados parajes y frondosos bosques, observando la fauna salvaje que circunda Son.
El albergue de la Fundación Cataluña-La Pedrera fue inaugurado en 2002, ofrece hospedaje a pensión completa, con un amplio conjunto de didácticas y lúdicas actividades para toda la familia. Permiten al visitante hacer vida en la alta montaña, descubriendo de forma didáctica y vivencial su espectacular paisaje, flora y fauna, con el claro objetivo de sensibilizarnos en valores de sostenibilidad y respeto ambiental.
No hemos tenido la ocasión de ser sus huéspedes, pero la valoración de los usuarios en relación calidad/precio, servicios y actividades es de 9,4. Prever las reservas con tiempo en verano.
Después de un pequeño paseo por los alrededores de las instalaciones, descubriendo la razón de que me promocionaran el paseo, regresamos a la villa.
Antes de llegar al cruce, al principio del pueblo encontraremos un atril que recuerda en la casa que la vio nacer (casa Moreau, que por lo que parece hoy está abandonada,) en 1910 a Generosa Cortina Puig.
Habiendo emigrado a Francia, allí se casaría y residiría con Jaume Soldevila Pich, hijo del pueblo d’Escart (La Vall d’Àneu).
Con la ocupación alemana formarían parte de la red de evasión y la línea de información belga de Jean. Mediante esta línea Jaume, junto con sus hermanos Juan (el principal artífice) y Ricardo, crearon la línea Sol que unía Toulouses con Barcelona, en el que Generosa sería la encargada de guardar la información y la distribución de los paquetes.
Los tres hermanos y Generosa serían arrestados y torturados por la Gestapo, de los hermanos tan solo Jaime lograría escabullirse del pelotón de ejecución. Generosa sería conducida a un campo de concentración en el que lograría sobrevivir hasta su liberación.
Generosa y Jaume recibirían en 1947 del gobierno de EEUU la “medal of freedom” y en 1962 el gobierno francés le concedió “La Croix de Chevalier de la legión de honneur”.
Retomando la calzada por la que nos habíamos incorporarnos a Son, continuamos hacia la izquierda transitando por la calle de sant Pere, recorriendo de forma trasversal el norte del pueblo.
Llegamos al lugar más alto, situado en el noroeste del pueblo y en el que se levanta su mayor patrimonio artístico; declarado en 1998 “Bien cultural de interés Nacional”.
“Sant Just y Sant Pastor de Son”
Gracias a la importante restauración exterior e interior de 2004-05, podremos disfrutar de todo el esplendor de esta joya románica, que a pesar de las importantes modificaciones barrocas ha conservado parte de su esencia medieval.
Se supone que el templo fue construido entre finales del siglo X y mediados del siglo XI, apareciendo citada por primera vez en 1076.
Lo más espectacular es su rectangular campanario de base cuadrada y cuatro plantas, separadas por lesenas y arcos ciegos, rematado por una estilizada pirámide octogonal en aguja cubierta de pizarra. Se asciende por una escalera interior.
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Otro detalle relevante es que las ventanas con arco de medio punto son variadas, tal como se presentan en el valle de Boí, las del primer piso son de derrame recto (una de ellas tapiada), las del segundo piso son geminadas y en los dos siguientes pisos triforadas, con columnas y capiteles de ángulos rectos.
Consta de una sola nave con capillas laterales y una sacristía. Tiene una ábside semicircular con decoraciones lombardas de arcos ciegos y lesenas.
Un pequeño e irregular muro delimita y mantiene la horizontalidad del cementerio, situado frente a un portalón en arco de medio punto bajo un pequeño porche, entrada a la nave del templo.
Al lado de la puerta exterior y pegado al muro se levanta una singular torre con base en herradura, llamada torre del reloj.
Tengo informaciones diferentes de su función primigenia, ya que unos la asocian a una torre de defensa, la cual cosa dada su disposición parece carecer de sentido, aunque la forma motive a pensar en ello.
Otros señalan que era el comunidor o conjurador de la Iglesia, aunque tampoco coincide con la forma tradicional de paredes rectas y abierto a los cuatro vientos.
Fijaros en la veleta de metal con la figura de un pastor, moviéndose en sintonía con el aire sobre el tejadillo a cuatro aguas del campanario de martillo, compuesto por dos campanas, una sobre la otra y de diferente tamaño, adheridas a dos finas columnas de metal.
Si la fachada es espectacular, su interior es de gran interés, por lo que os recomiendo informaros en el ecomuseo, en el intento de hacer coincidir vuestro paso por el pueblo con su horario de apertura.
En nuestro caso era difícil de coincidir, dado que tan sólo se abre por la mañana. Nuestro interés se consolaría en participar en el futuro en la divertida actividad del ecomuseo, en el que se visita los templos de Jou y Son.
En el interior se puede observar un espléndido retablo gótico del siglo XV atribuido a Pere Espalargues. Está compuesto por 23 piezas que representan escenas bíblicas, la Virgen y El Niño, milagros, muerte y resurrección de J.C…., hasta el martirio de San Justo y San Pastor.
Es uno de los más característicos y mejor conservados retablos de Pere Espalargues. Fue desmontado en 1936 y devuelto al lugar después de la guerra, pero sin las tablas de la predela (parte inferior del retablo).
La obra de este pintor gótico autóctono de los Pirineos es una de las más disgregadas y dispersas por el mundo, residentes hoy en colecciones privadas, museos europeos y americanos. En el Pallars Sobirà, en Son y Unarre, se conservan in situ dos de los tres retablos que se le adjudican.
No tanta suerte tiene la obra realizada en el pueblo de Enviny, un expolio con consecuente dispersión de la obra sufrido en 1909, que hoy se puede ver en museos de Neu York y Filadelfia y del que hablaremos en su visita a la villa (Ruta 12). Este retablo de Espalargues es el único que tiene su firma y del que se ha deducido su autoría en gran parte de su expoliada obra.
Muchos opinan que su obra en el Pallars Sobirà fue mucho más extensa, pero la desaparición de muchos retablos en la comarca sin dejar huella, hace difícil dar justificación a la hipótesis.
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Retablo gótico de San Justo y San Pastor de Son. Wikipedia. Fotog. Amadalvarez. |
En su interior también se han conservado tres picas, una bautismal y dos de aceite.
Desde la iglesia nos internamos en tranquilo paseo por el pueblo, observando con deleite que mantiene una auténtica y rústica solera, aunque una gran parte de sus casas están vacías, pocas se muestran en ruinas.
Sant Pere de l'Abadia o de Son
Hacia el oeste, por la calle que accedimos en coche, encontraréis a la derecha un singular edificio, el conocido por Sant Pere de l'Abadia.
Se desconoce la fecha de construcción de la primigenia iglesia románica, presumiéndose alrededor del siglo XII. Tampoco se desconoce el momento de su abandono.
En el siglo XIX se convirtió durante muchos años en escuela y residencia de los profesores, después pasaría a ser sede del ayuntamiento, transformándose en rectoría hasta la década de los 70 del siglo pasado, lo que le otorgó la denominación de abadía. Con un importante transformación interior es desde entonces una vivienda particular.
Era una iglesia de una sola nave con ábside, hoy desaparecida en su interior al ser integrada dentro de la edificación moderna, en la que incorporarían nuevas ventanas, balcones y la puerta de entrada. Por lo que parece en su interior se hicieron buhardillas, dado que cuenta con tres lucernas ocupando el lateral frontal en el techo a dos aguas.
La huella románica la podréis observar en la fachada principal, apreciándose los arcos de las dovelas de la puerta y las cegadas ventanas de arco de medio punto con doble derrame.
Son también contó con una ermita románica dedicada a La Virgen de Bellero o Beiero, hoy tan solo quedan visibles parte de sus fundamentos.
Era una ermita romànica lombarda (s.XI) que sufrió diferentes derrumbes en 1958 y 1960, siendo derribada totalmente en 1974, para hacer pasar el nuevo camino de ‘les planes”.
Era una iglesia en su origen de una sola nave, ampliada posteriormente con dos naves laterales. Sin estarse seguro, se cree que dispuso de tres ábsides semicirculares orientados a levante. El ábside central estaba decorado con arcadas y lesenas. La puerta se abría en la fachada sur. Coronaba la fachada a poniente un pequeño campanario de espadaña.
Hicimos un paseo por el sur del pueblo, os recomiendo hacerlo tranquilamente, para observar los detalles de muchas casas que conservando sus impresionantes y centenarios muros de piedra, habían rehabilitado tejados, balcones y puertas pero guardando la esencia rural, lo que además de indicarnos el crecimiento de la población, nos congratulaba la gracia arquitectónica con la que lo hacían.
Después de hacer una visita circular por el pueblo, acabamos de nuevo en la iglesia, desde la que, pasadas las siete de la tarde y las nubes continuando siendo pocas, iniciamos la marcha motorizada hacia Valencia d’Àneu, poco más de 1 km nos separaban y seis hasta nuestro objetivo: Esterri d’Àneu.
Senderismo desde Son
Marcado por el norte por el abetal de Valencia d’Àneu, que en su vertiente más baja limita el albergue, podréis observar al pino negro descender dominando sobre el abeto, para dar paso al pino rojo, fresnos y abedules en la parte más baja.
En el sur, por debajo del barranco de Cabanyeres, serán pequeños e inclinados prados cercados por árboles los que dominan el paisaje.
Desde el sudoeste se sitúan altas cumbres del Parque Nacional de Aiguestortes, sobresale en el sur el pico de Pinetó (2648 msnm), que se une por el “coll de Son “ al pico de Rocablanca (2693 msnm) y continuando alineada en dirección noroeste se ubica la cadena montañosa de “Lo Tésol” con su elevación máxima frente a nosotros: el pico de “Tésol de Son” (2700 msnm), tres picos más de los 100 de la FEEC. Aquí os dejo una propuesta para hacer la cima de los tres.
Desde Son parten múltiples rutas caminando o en bicicleta, siendo la circunvalación por la Mata de Valencia y su frondoso abetal la más concurrida.
Otro de los recorridos circulares más populares desde Son es a Valencia, Esterri, La Guingueta, Estáis y Jou. Necesitaremos 5 horas para recorrer 16 km, de dificultad técnica fácil.
Para el resto, Pla de la Font, Palomera, Mirador Como de Jou, collada Pas del Coro, etc..Os sugiero la amplia selección de Wikiloc.
Vimos apagarse el día en su calle Mayor de Esterri, tomándonos una cerveza artesana en una de sus terrazas, preparamos la ruta para el día siguiente.
En la Ruta 5 recorremos los pueblos del sur de la Vall d’Àneu: Escaló, Escart, Estaron y el monasterio de Sant Pere de Burgal, junto con Llavorsí y los pueblos de su municipio: Baiasca, Aidí y Arestuy .
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Campanarios y campanas
Desde las primeras parroquias con humildes espadañas, éstas buscaron siempre situarse en un lugar elevado para, al margen de estar más cerca de Dios, comunicarse con la dispersa población, expresando con el variado sonar de sus campanas las causas del llamamiento.
Convocaban a los vecinos para su asistencia a los oficios religiosos y actos festivos, también a acciones colectivas: apagar un fuego, ayudar a un vecino, la defensa del lugar..., o informaban de acontecimientos: nacimientos, defunciones y bodas de vecinos del pueblo o de las altas jerarquías gobernantes.
El campanario realza esta función comunicativa haciéndose visible en el territorio circundante y su sononoridad y mensaje traspasará las fronteras locales, otorgando grandeza a la misión vigilante de la Iglesia en el mundo. La aleación, el templado, forma y tamaño dotarán al sonido de las campanas de personalidad propia, así a kilómetros de distancia se podía diferenciar la procedencia.
En muchos periodos de la historia los pueblos temieron ser saqueados, viendo peligrar la recaudación (iglesia y gobierno) de sus rentas parroquiales, decidieron proteger las iglesias con las altas torres. Las campanas llamarían a su pueblo a reunirse en el santuario para su defensa, a la vez que convocaría a las fuerzas hermanas en su ayuda.
Pero las campanas no tan solo se ciñeron a estas formas comunicativas y defensivas, también formaron parte del enredo espiritual en el que estaban.
En la Edad Media la iglesia asociaba al sonido poderes protectores, por ejemplo, se instauró brindar con copas de vidrio, dictaminando que el sonido que se producía al chocarlas espantaba los malos espíritus. De la misma manera actuaría el sonido de las campanas.
En Unarre hablé de los conjuradores o comunidores, es decir el lugar en el que el clérigo recitaba las oraciones reclamando el favor divino (espíritus buenos) para alejar las devastadoras tormentas de granizo, provocadas por el demonio convocado por las brujas.
Pues antes que estos intervinieran, serían las campanas que repicarían en constante y repetitivo compás, al ver la bruma acercarse al pueblo anunciando el caer la temida “piedra”. Se dice que el sonar de la campana de Jou provocó que nunca perdieran sus cosechas.
Ésta función de luchar contra los malos espíritus mediante exorcismos y oraciones, o mediante el sonido celestial de las campanas perduraría durante siglos, llegando en algunos lugares hasta el último tercio del siglo XX.
Un ejemplo que perduró hasta mediados de los años 70, es el de Jou.
La importancia del campanero se expresa con respeto casi mítico y cariño por parte del pueblo de Jou en el recuerdo de Josep Font, conocido con el sobrenombre de Jepó Daniel, dado que provenía de la familia Daniel.
Después de la guerra civil lo reemplazaría hasta su muerte Josep Bardina de casa Moliner, convirtiéndose en el último campanero de Jou.
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