A menos de un kilómetro de Escaló encontraremos un cruce a la izquierda, orientándonos hacia Estaron. Cruzaremos el río en dirección a oriente, tres kilómetros nos separan.
Después de una recta teniendo a nuestra derecha un amplio espacio de cultivos ganados al bosque, llamado el “tros gran”. Aparcamos en la primera curva.
A la izquierda hay un camino con las verjas abiertas, que parecen limitar el territorio de una masía, a la que se accede atravesando el torrente que horada el Barranco de Aubagues o de Estaron, muy conocido por los amantes del barranquismo.
Desde abajo tan sólo podremos ver centellear el agua bajando entre la inclinada pared rocosa, pero siguiendo el curso del torrente hacia arriba, sorteando las rocas y pisando agua en algún momento, podremos llegar en poco más de diez minutos al tramo final del barranco, en el que encontramos una bella cascada de 40 metros, es el rápel más alto al que se enfrentan los que descienden.
Aquí os dejo una reseña de todo el descenso, por si os animáis.
En permanente y sinuosa ascensión continuamos el trayecto en coche inicialmente por la frondosidad del bosque, un kilómetro después la aridez de las puntiagudas cimas se fue imponiendo como telón de fondo, dejando abajo la alta arbolada del barranco. Conforme ascendíamos el espectáculo natural ganaba altura en todos los sentidos.
ESTARON
Según Joan Coromines, su nombre es de origen latino: “statione” y quiere decir: parada, estación.
Da la bienvenida al pueblo su iglesia y su pequeño cementerio, situados en la parte más alta de la villa, lugar en el que aparcamos. Si continuáis por la carretera llegaréis al corazón del pueblo, convirtiéndose en su “calle única” y final del asfalto.
Las vistas desde el aparcamiento son impresionantes, tal lo es la inclinada disposición de sus casas.
El conjunto montañoso se singularizaba por la forma piramidal de sus cimas, bajo ellas se observaba el sinuoso recorrido de las aguas del barranco hacia el Noguera Pallaresa. Espectacular la estampa.
Está documentada la existencia de Estarón desde el siglo X, en el que se hace referencia a una donación del conde Borrell al monasterio de Sant Pere de Burgal.
A mediados del s. XVI contaba con una veintena de habitantes. No creció demasiado, dado que a mediado del siglo XIX convivían 9 familias reuniendo unos 54 habitantes.
En una tierra rocosa, floja y de baja cualidad se cultivaba trigo, centeno, cebada, legumbres y hortalizas. Se criaba todo tipo de ganado en sus altos pastos y tenían buena caza de liebres y perdices.
Siguiendo la tónica de la mayor parte de estos pequeños pueblos, a partir de mediados del siglo pasado se despobló, entrando en este siglo con 10 vecinos. A partir de 2002 hay un repunte poblacional sobrepasando en la primera década la veintena de residentes, en 2022 son 18 los censados.
La Fiesta Mayor la celebran el último fin de semana de Agosto.
Fiesta Mayor “vella” (vieja) el 20 de Enero.
Cuando llegamos, faltando veinte minutos para las cuatro de la tarde, el silencio amparaba la sensación de pueblo deshabitado, aunque varios coches en la parte media del pueblo y los floridos balcones de algunas casas nos indicaban lo contrario.
Se desciende con entusiasmo, teniendo que frenar para observar con tranquilidad sus edificaciones, todas anteriores al siglo XX.
Aunque algunas hacen gala de su buena conservación, con acertadas restauraciones y brillantes balcones de madera, una parte convive con el parcheo: techos de uralita, trozos de pared cimentadas, puertas de madera apuntaladas…
El ascenso con resoplo nos facilita detalles y rincones para justificar el pararnos, por lo que se hizo lento pero agradable el ascenso hasta la iglesia parroquial de Sant Sebastià.
Sant Sebastià de Estaron
Vale la pena observar el templo desde diferentes ángulos, ya que ninguno nos dará una imagen completa, pero cada una muestra interesantes detalles.
Es un templo románico con fundamentos de mediados del siglo XI. Consta de una sola nave y con un espacio presbiterial diferenciado otorgado por el amplio ábside, en su muro sur se abre una gran ventana de doble derrame con doble arco de medio punto.
El ábside semicircular presume de decoración lombarda con arcadas ciegas y cinco lesenas que no llegan a la base.
En el centro de abre una ventana de doble derrame y arco de medio punto dovelada con piedra pómez, al igual que las arquerías y las lesenas.
Adosada en perpendicular a la iglesia se alza una espadaña de tres ojos con arcos de medio punto, el más pequeño situado a un lado carece de campana.
Este tipo de disposición de la espadaña solo lo volveremos a encontrar en la comarca en la iglesia de la Força d’Àreu (La Vall Ferrera).
La inclinada cubierta a dos aguas parece haber sido construida en reformas posteriores, ya que debajo de la actual se muestran los restos de la anterior mucho menos inclinada.
En el muro de poniente, cercano al vértice de la primitiva cubierta, podréis observar dos pequeñas cabezas clavas.
La puerta rectangular de madera tiene un tímpano con arco de medio punto sobre dos columnas planas, sobresaliendo y enmarcando la puerta la rodea una amplia arquivolta plana y sin decoración.
Todo el conjunto muestra un desgastado encalado, permitiéndose observar una sillería tímidamente desbastada de losas de pizarra dispuesta en hileras. Se dispone en la base una arcada de paso adovelado en hojas de libro con la misma piedra.
También parecen más modernos, los dos vanos rectangulares de distintos tamaños que se muestran sobre la puerta tocando el alero del tejado.
Se conserva el pavimento original del suelo basado en cantos rodados, pero no lo pudimos ver al estar cerrado el templo.
El pequeño cementerio contiene humildes tumbas, la mayor parte olvidadas, tan solo dos con flores de plástico y un sencillo mausoleo familiar parecen aún atenderse.
Después de volver a dar tiempo al disfrute frente aquel espectacular paisaje, iniciamos la marcha hacia la C-13.
Transitaremos por la comarcal unos cinco kilómetros, encontrando un nuevo cruce a la izquierda que nos conduce a Aidí, población dependiente de la municipalidad de Llavorsí.
Antes de llegar al cruce, a mano derecha están las ruinas del antiguo hostal de Aidí.
Se dice que en el siglo XIX el pueblo de Aidí era un grupo disperso de masías y bordas. Un incendio acabaría con el hostal-residencia, provocando que las familias allí ubicadas, decidieran construir sus casas en el norte del pueblo, creándose el núcleo poblacional compacto bajo la iglesia.
Otro acontecimiento, bastante más doloroso, está unido con el abandonado hostal, la guerra civil y la ignominia humana. La fosa común se encuentra a unos trescientos metros después del cruce hacia Aidí, la visitaremos más tarde en dirección a Llavorsí.
Volvimos a pasar sobre el Noguera Pallaresa, para adentrarnos por la calzada que conduce en poco más de dos kilómetros a Aidí. No dejéis de saborear bajando o subiendo el precioso paisaje que rodea el trayecto.
AIDÍ
Según Joan Coromines, su etimología es de origen latino y proviene de un nombre propio: Desiderius.
El pueblo se organiza en la falda de una colina, situada al noroeste de Llavorsí, al lado izquierdo del Noguera Pallaresa, franqueado por dos barrancos: de Feners y de Restollo y bajo el “coll de la Bana”.
El collado es uno de los pasos naturales para acceder hacia el norte al valle de Cardós o hacia el sur: TÍRVIA y la coma de Burg.
Cuenta por los alrededores con muchas aisladas bordas, pero conjuntos de ellas, como es el caso de las “bordes de Perot”. Todas hoy abandonadas.
También hubo un Aidí Sobirà, se accede por el barranco de Feners, hacia la collada de la Bana, del que tan solo quedan fundamentos enterrados entre los arbustos y de los que no encontré referencia de su acceso, ni de su historia.
Un poco de historia
A mediados del siglo XVI contaba con 15 habitantes. Llegó a alcanzar los 70 vecinos a principios del siglo XIX, pero en 1845 se reduce a 45 habitantes.
En sus tierras, pedregosas y de poca cualidad, cultivaban cercanos al Noguera Pallaresa: cebada, legumbres y patatas, en las montañas almendros y pasturas, en las que se criaba ganado vacuno, cerdos y algunos equinos. La caza era de liebres, conejos, codornices y abundaban perdices y truchas.
También se cuenta que hasta mediados del siglo pasado hubo un horno de pan y coca, considerado el mejor horno de la comarca, al que acudían muchos vecinos de los pueblos adyacentes.
Mantendría hasta 1970 alrededor de 35 habitantes, pero en un continuo descenso alcanzaría el mínimo en 2005, quedando reducido a 9 vecinos. En 2022 son 16 los censados.
La Fiesta Mayor la celebran el primer fin de semana de Agosto.
Dejamos el coche en el aparcamiento dispuesto en la entrada del pueblo, la carretera continúa hasta la parte norte de la villa, lugar en el que termina la calzada.
El pueblo se agrupa en pequeños grupos de edificaciones, sin establecer más calles que el espacio que se produce entre sus fachadas y la carretera que circunda los cuatro niveles.
Ascendimos caminando por los peldaños de la calle única que recorre el interior del pueblo, disfrutando de la estrechez entre muros, pavimentos de piedra, escalones y pasos por debajo de las casas.
A pesar de la despoblación, tan solo encontramos un conjunto de construcciones sin techo en la parte sudoeste del pueblo y una en el noreste, el resto se mostraban orgullosos de las reformas y mantenimiento de construcciones anteriores al siglo XX.
“Sant Just d’Aidí” o la “Mare de Déu del Roser”
Se cuenta que del “coll de la Bana” se descolgó una gran roca, siendo la súplica a la Virgen del pueblo la que la hizo pararse “just” (Justo), antes de tocar la primera casa de la villa.
La iglesia parroquial preside la pequeña plaza Mayor.
Aunque no averigüé cuando fue la última restauración, creo que no puede hacer mucho, dado que a finales del siglo pasado deslucía en sus paredes un encalado hoy inexistente, mostrándose desnuda y limpia la piedra.
El templo parroquial estaba dedicado en un principio a Santa María. Sin datos que lo avalen, se supone la primera construcción se realizó durante el siglo XII-XIII. Es mencionada por primera vez a finales de siglo XIV, formando parte del decanato de Cardós.
Se cree que a finales del siglo XVI se producen importantes restauraciones, pero no sería hasta mediados del siglo XVIII, en la que ya aparece dedicada a la “Mare de Déu del Roser”, cuando se hizo la transformación barroca del edificio medieval, remplazando el campanario de espadaña por el alto y robusto campanario actual.
Una torre rectangular mostrándose ochavada por rebaje de aristas en el pequeño segundo cuerpo con cuatro vanos con arcos de medio punto. Nos pareció que contaba con dos campanas. Su cubierta piramidal está revestida de pizarra.
Volvimos a bajar hacia el aparcamiento, sin dejar de observar el precioso paisaje que a sus pies se expresa.
Antes de llegar al aparcamiento, observamos con mayor detalle la única casa (2021) construida a finales del siglo XX, supongo que sobre fundamentos anteriores, hoy es la casa rural: La Solana d’Aidí. La casa espaciosa y totalmente equipada, tiene una capacidad máxima de 11 personas, con 4 habitaciones y dos baños. Cuenta con un amplio porche de madera con función de terraza, desde las que disfrutan de unas maravillosas vistas. Su valoración es excelente con un 9,8 de media.
Senderismo desde Aidí
Tiene gran popularidad el ascenso al collado de la Bana, se suele hacer desde Estarón, Aidí o Tírvia. Un punto privilegiado para tener al alcance de nuestra vista los valles orientales de la comarca. El pico más alto es el de l’Orri (1436 msnm).
Pero también hay diversas rutas por los caminos medievales que unieron Estarón por el norte y Llavorsí por el sur.
Aquí os dejo varias propuestas de wikiloc. Casi todas de fácil trayecto.
Descendimos de Aidí, incorporándonos de nuevo a la C-13, nada más girar hacia Llavorsí, a unos cien metros a la derecha, delante de un amplio espacio pedregoso al lado del río en el que podréis aparcar, se encuentra uno de los tantos recuerdos ignominiosos de la cruenta guerra civil española: la Fosa de Aidí.
Después de mostrar nuestro respeto a los inocentes asesinados, continuamos el camino.
Sin dejar de acompañarnos a nuestra izquierda las aguas del Noguera Pallaresa, llegaríamos en cinco minutos a Llavorsí -Ruta 5 (IV)-.
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La Fosa d’Aidí
Una vez ocupada la comarca por las fuerzas franquistas, Nativitat Ginesta i Ribó de 17 anys, vecina de Escalarre, recibió la visita de soldados y falangistas en busca de su padre, al no encontrarlo al estar huido, tal era la orden se llevaron a la madre. La muchacha, al tener problemas su madre de expresión en castellano, se ofreció acompañarla como traductora.
Las trasladaron a Esterri, reuniéndose con un grupo de ocho personas. Todos serían enviados al día siguiente hacia Sort para ser interrogados.
Por el camino reciben la orden de fusilar a los presos, siendo previamente torturados en el abandonado Hostal d’Aidí.
Serían conducidos a unos doscientos metros del lugar, allí, en un pequeño claro del monte cerca de la carretera serían fusilados.
La muchacha fue violada por soldados y falanguistas al lado del cadáver de su madre, siendo asesinada cuando se cansaron. Todo ello lo hicieron delante del rector de Esterri, Mossèn Francisco, que nunca denunció tal vileza.
Se dice que cuando los vecinos encontraron los cuerpos, gracias a un incógnito testigo, ya estaban desfigurados por las alimañas.
Al estar prohibido trasladarlos a campo santo, los cubrieron bajo piedras, convirtiéndose en una de las tantas fosas ocultas en el Pallars.
Los asesinos nunca fueron castigados. Más bien décadas de terror hicieron que el miedo se apoderara de las palabras y se ocultara tras el silencio las villanías.
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