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16 agosto 2021

RUTA 3 (IV) . DORVE. Sant Bartolomé. EMBALSE DE LA TORRASSA. Búnkeres. Mirador oriental. Mollera d’Escalarre.


Dejando atrás Berrós Jussà, continuamos por la vertiente oriental hacia el norte del embalse de la Torrassa.

Transitaremos por un camino de tierra, llano y con pequeñas irregularidades, pero no dudéis que vale la pena recorrerlo, disfrutando, después de un corto tramo montañoso, de un encantador paseo lamiendo las tranquilas aguas del embalse.

Poco antes de llegar a las instalaciones del grupo Roc-Roí, situadas ahora al otro lado del río, nos encontramos en la zona más angosta del embalse

Nos detuvimos unos minutos para observar a los piragüistas en sereno tránsito, vimos peces emerger de las aguas en el intento de apresar algún insecto alado y escuchamos el refrescante murmullo del agua arropándonos en un relajante episodio contemplativo.

Pocos metros después nos volveríamos a detener frente a un encantador grupo de jóvenes asnos, limitados sus pastos entre la carretera y el río.

Continuando la marcha, pronto aparecerá la imagen del puente de Badia.

Continuamos el camino sobrepasando el puente, a menos de un kilómetro y antes del siguiente paso sobre el río, se sitúa un cruce a la derecha que nos orienta hacia Dorve.


Iniciamos el inclinado ascenso por la sinuosa carretera, construida y asfaltada en 2005. El camino está salpicado con grupos de Bordas, indicando la pronta altitud que alcanzamos.


Es de nota ver ascender ciclistas, todo un reto para su estado de forma, ya que aunque en este caso la pista está bien asfaltada, su pendiente es rigurosa y permanente, alcanzando el pueblo los 1400 msnm.


Por esta calzada transcurre la GR11El recorrido ciclista tiene etapas duras por esta zona, un ejemplo cercano es el tramo de Dorve a Llavorre, en el que tendremos que dejar de pedalear unos quince minutos dada la dura ascensión o recorrer con presteza el angosto tramo rocoso de Burgo a Escalarre.


DORVE


El pueblo, ofreciendo el conjunto una pintoresca estampa, está elevado en la falda del “turó d’àliga”, bajo altas montañas y con el telón de fondo del agreste Serrat de Dorve. 


Lo circunda un pequeño bosque de altos árboles, a los que emula con orgullo el campanario de su iglesia parroquial.


Sin poder concretar Joan Coromines el significado de su nombre de raíz vascuence, en algún artículo se ha traducido a nivel popular: “el pueblo bajo la alta montaña”.


En 1553 contaba con seis cabezas de familia, reuniendo 29 habitantes. A mediados del XIX eran trece las casas y 60 residentes, incorporándose en el siglo XX 26 familias y más de cien residentes.


Entre ellas Casa Badia, considerada por aquel entonces una de las tres famílias más ricas de “les Valls d’Àneu” (mataban entre 8 y 9 cerdos cada año). Supuse, sin poderlo verificar, la relación de esta familia con el homónimo puente. 


La industrialización del campo y el no disponer de una carretera en condiciones, derivaron a partir de mitad del siglo pasado a un permanente abandono del pueblo, entrando en el siglo XXI con diez censados, en 2006 se registran dos más.


Tuvimos la noticia en 2019, con 8 censados, de celebrarse la fiesta mayor, después de 55 años de haberla dejado de hacer (1964). Pero no hemos vuelto a tener noticias de haberse repetido.


Nos alegramos en septiembre de 2020, al conocer la noticia de que en el antiguo horno comunal de 1725 (tal señala la placa de piedra adherida al muro), en un acto simbólico cargado de esperanza, se volvía a cocer pan.


Pero en 2023 se reducen a 6 los censados, tres hombres y tres mujeres, desconocemos si vuelve a haber vida todo el año. En nuestra visita, un par de años antes y en verano, no encontramos a nadie, tan solo un coche y material de obra.


Para identificar las casas os hago referencia a un blog en el que están todas fotografiadas señalando las familia a las que pertenecieron.

Recorrer con tranquilidad sus monumentales casonas, reconociendo la importancia que en su momento pudieron alcanzar y disfrutar de su espectacular entorno verde. 


Se accede al pueblo por el sur por una inclinada calle, modernamente restaurada con su suelo de piedra en el centro y cimentados los laterales con incisiones decorativas y funcionales para evitar resbalar. La primera casa que nos saluda a la derecha es Casa Farrera.


El ascenso lineal se acaba, al encontrarnos con una amplia plaza a nuestra derecha. La sensación que tuve al llegar delante de la fuente de la encantadora plaza, es que el último residente se dejó el grifo abierto. 


Una recompensa para los sacrificados ciclistas y excursionistas, es el poderse refrescar acompañados por una íntima, rústica y bucólica serenidad bajo el canto permanente del agua.



El lugar cuenta en una de sus esquinas con el horno de pan del siglo XVIII que ya mencioné, al otro lado de la plaza, haciendo esquina con la calle de acceso a la plaza está Casa Antonia, distinguiéndose por el desgastado rosa salmón de su fachada. A su lado, cerrando la esquina de la plaza, está la casa Gallimet.


A su lado y adlátere a la fuente se alza la encalada casa Aiguanot, con sus tres plantas y guardilla, es posiblemente la casa más importante después de Casa Badia, que curiosamente también es la otra casona encalada, bastante más desgastado el blanco y en peor estado el edificio. Impresionantes son las dimensiones de su pajar.


Se puede observar entre la veintena de casas aún en pie, la adaptación de algunas al acusado desnivel y el aprovechamiento de los recursos del medio, rocas formando parte de los muros de piedra seca o incorporadas en las paredes de piedra pizarrosa unida con argamasa de barro, tejados de madera revestidos con losas de pizarra, dinteles de madera, etc...


Tan solo encontramos dos edificaciones que habían perdido sus techos, el resto soportaban con orgullo la soledad. Varias mantienen sus puertas cerradas con cadenas y candados, lo que demuestra que alguien se resiste a perder su propiedad.




Pajar y Casa Escart





El pueblo cuenta con dos templos con fundamentos románicosla capilla de Sant Esteve (San Esteban) situada a unos trescientos metros alzada sobre el pueblo, guarda en su interior un humilde pero curioso retablo.

Corona la villa la iglesia parroquial de Sant Bartomeu (San Bartolomé).


Sant Bartomeu de Dorve


Sin pruebas documentales medievales, tanto del pueblo como de su iglesia, la primera mención de la iglesia parroquial de Sant Bartomeu (San Bartolomé) se hace en 1553, figurando propiedad de la casa Cardona y formando parte del decanato de les Valls d’Àneu.


Pero sus fundamentos románicos anuncian su alza varios siglos antes, siendo entonces propiedad de los condes de Pallars


La iglesia es de una sola nave y ábside semicircular.


La nave, cubierta por una bóveda de cañón con lunetas, consta de cuatro cuerpos separados por tres arcos torales. A modo de transepto se sitúan dos capillas laterales de época tardía (s. XVII), cuentan a cada lado con una ventanas rectangular.



De forma extraña el ábside semicircular está desviado hacia el norte con respecto al eje central de la nave, posiblemente ocasionado por la adaptación al inclinado terreno rocoso. 

La estructura externa del ábside mantiene la decoración lombarda de arcadillas y lesenas.

A cada lado se abren dos ventanas de arco de medio punto de doble derrame, una de ellas tapiada.

Se oculta en el presbiterio el ábside tras un humilde retablo de madera, del que no he podido encontrar ninguna fotografía.


En 2011 se hizo una importante rehabilitación del tejado y mejoras de refuerzo de los contrafuertes y en los muros del campanario.

Modificaron también el pavimento de la escalera exterior y la entrada. La puerta con arco de medio punto, situada en muro sur, se dispuso bajo un pórtico, cubierto por un tejadillo a dos aguas revestido de pizarra, apoyado en una columna de piedra vista. Se introdujo en este paso intermedio una puerta de acero con una amplia cruz en el centro.


 


En el ángulo sudoeste se levanta el robusto campanario de planta cuadrada en una primera planta y con un segundo cuerpo octogonal irregular por rebaje de aristas, dividido por una imposta, se abren a cada lado, en la parte superior encalada, los cuatro vanos con arco de medio punto, en los que observamos dos 

campanas.

Está coronada por una elegante cubierta piramidal octogonal irregular revestida de oxidada pizarra y con inflexión alta a la base. Presume también de una bonita lucerna.


Probablemente se levantó, junto con las capillas en el siglo XVII.


No las pudimos ver, pero según parece conserva en su interior dos picas románicas: una bautismal y otra agua bendita.



Volvimos a bajar por el pueblo hasta la carretera, vibrando en esa nostalgia de pueblo abandonado, pero presintiendo posible su rehabilitación vecinal.



Descendiendo motorizados del Serrat de Dorve, podréis obtener hermosas panorámicas del embalse, no dudéis de frenar la marcha, para disfrutar con tranquilidad de ellas.



Regresamos a la ribera del embalse, continuamos orientados hacia el norte hasta llegar al cruce con el puente Poldo. 


Seguimos rectos unos cincuenta metros más, hasta llegar a una zona de parquing y picnic, señalizándose a partir de allí el estar prohibido circular motorizado o en bicicleta. 


Búnkeres de La Guingueta d’Àneu


En la inmediatez del parquing encontraréis indicado un conjunto de bunkers de la guerra civil española.


Podremos introducirnos en ellos, entre los que destaco el último, situado delante del cruce con el puente Poldo, espacioso y curiosamente adaptado a la roca. Pero no podemos revivir lo que en ellos se vivió y aunque juguemos a ello, no caigamos en frivolizar su sentido.



Reconocemos que no somos muy amantes de estos testimonios bélicos, que por otra parte se distribuyen por toda la comarca, pero en este caso no tenemos que hacer un esfuerzo extra por descubrirlos, ya que se sitúan en el propio paseo. 


Posiblemente os despertarán sensaciones contradictorias, en especial si conocéis la dura afectación de la población civil en el Pallars Sobirà durante los ocho meses del intenso asedio aéreo y la ignominiosa represión ejercida por la victoriosa ocupación, de la que haré un primer apunte en la nota final de este post.



Delante del mirador oriental del humedal, que seguidamente visitaríamos, hay una senda que conduce en cinco minutos a otro núcleo de trincheras y un nido de ametralladora. Unos seiscientos metros más arriba se construyó un refugio para un cañón antiaéreo que nunca llegó a ubicarse.


En la parte norte de la ciénaga también podremos encontrar otros testimonio de la contienda. 


En total son unos 17 nidos de ametralladoras que no entraron en conflicto directamente, ya que formaron parte de una línea de defensa franquista construida después de haber conquistado la comarca, con la intención de repeler un posible ataque desde Francia.


Después de visitar los vestigios bélicos, volvimos a buscar la paz en el agua. Nos dirigimos en tranquilo paseo hacia el observatorio oriental de los humedales y el pantano de Escalarre.






El recorrido hasta el mirador oriental, situado a menos de diez minutos del aparcamiento, es una animada y bella postal, en los que podréis ver pescar con caña en su interior, percibiendo la poca profundidad de aquellos tramos cercanos a las islas, iluminadas por el amarillento carrizo que las cubre, alguna barca que se cruza, aves que levantan el vuelo y sobre todo el sosiego que trae el agua armonizado por el canto de las aves.


Besando la otra ribera, se alinean las casas de la Guingueta d’Àneu tras sauces, vernedas y alisos.



Llegamos al Mirador oriental de los Aiguamolls de la Torrassa, una estructura de madera de dos pisos que nos ubica en una privilegiada situación para la observación de las aves amantes del agua (recordar guardar silencio y contar con un buen zoom o un largavistas).



Faltaban veinte minutos para las seis de la tarde, aunque el cielo que nos cubría estaba bastante despejado, desde el norte se aproximaba rápidamente una masa gris presagiando tormenta.


Se dice que al amanecer y al atardecer son los momentos más interesantes para observar la fauna, tanto la alada como la terrestre, pero postergar la observación para la vuelta podía comportar que lo hiciéramos bajo la lluvia, situación que haría imposible ver nada.



De todas formas la actividad alada se manifestó menor que en el mirador anterior, pero valió la pena disfrutar de la serenidad y belleza del lugar.


El camino asciende hasta Escalarre, manteniendo durante poco más de un kilómetro el pantano a nuestra izquierda.



El río en suave descenso está canalizado por la densidad arbórea y arbustiva de su ribera, un muro verde que impide observar su interior, tan sólo los altos árboles, residencia de la fauna alada que no veíamos, pero no dejábamos de escuchar, nos indicaba la profundidad de su salvaje y húmedo bosque.



Contrastando, al otro lado, nos acompañaba un paisaje parapetado por agrestes y desnudas colinas, manteniendo en sus estrechas faldas espacios de pasto poco arbolados.


Nos podremos cruzar con yeguas cuidando a sus jóvenes potros y robustos caballos relativamente aislados.










La verdad es que el recorrido es hermoso y relajado, pero difícilmente podremos cruzarnos con la fauna del pantano, está claro que internarse desde la otra parte (tal hicimos antes de almorzar)  y convivir en su interior el tiempo dedicado a bordearlo, puede resultar mucho más interesante.


Recordar que a primera hora de la mañana o al caer la tarde es cuando la fauna está más activa, pudiendo observar especialmente al escurridizo y pequeño corzo (cabirol en catalán) y con suerte a la tímida nutria (llúdriga) de laboriosa vida nocturna.




Después de media hora de tranquilo paseo llegamos hasta el último nido de ametralladoras.



No habíamos recorrido cincuenta metros más, cuando el cielo hizo eminente el presagió de lluvia con un trueno que provocó el volar de las aves. 


Anticipándonos a las primeras gotas nos pusimos los plastificados chubasqueros y aceleramos la marcha cuando la sentimos caer. 



Cercanos al observatorio la lluvia elevó de golpe su impetuosidad, por lo que corriendo nos dirigimos a resguardarnos bajo el mirador.


Evidentemente las aves no se movieron, una pena, ya que permanecimos observando quince minutos. No niego que tenía su encanto sentirse protegido, admirando el paisaje tras una cascada y sintiendo el sonido atronador de su ímpetu golpeando el techo de madera.


Cuando la lluvia frenó el caudal de sus gotas, no tardó mucho en cerrar temporalmente el grifo, momento que aprovechamos para dirigirnos con prisas hacia el aparcamiento.


Antes de introducirnos en el coche, con el objetivo de regresar a Esterri, observamos que el pescador continuaba dentro del agua y el embalse había adquirido nuevas tonalidades, percibiendo que a lo lejos el oculto sol de la tarde hacía valer su luminosidad, mientras allí volvía a comenzar a gotear de nuevo. 



Al día siguiente, nuestra próxima ruta (4) recorrería el valle del rio Escrita, El Parc d’Aigüestortes, Espot y los pueblos occidentales del embalse de la Torrassa: Estaís, Jou y Son


Lo habíamos preparado con antelación, con una previsión de contar con buen tiempo (al menos por la mañana) y disponíamos de la reserva del 4x4 para acceder al Parque Nacional d’Aigüestortes, teniendo el objetivo de que la actividad senderista ocupara toda la mañana.



*     *     *     *     *


La guerra civil en el Pallars Sobirà


Revolució, guerra i repressió al Pallars” (1936-1939) es un extraordinario libro de Manuel Gimeno, editado en 1986 por l'Abadia de Montserrat (difícil de encontrar en librerías), en el que se detallan acontecimientos antes, durante y después de la contienda, en base del recuerdo de los protagonistas que la vivieron, enunciando las iniciales de las víctimas y los verdugos de un bando y de otro.


Es un documento de extraordinaria revelación histórica y etnográfica, en la que se muestra el grado de intolerancia que puede desarrollar la relación humana, cuando el poder se sustenta en el terror y la ideología justifica el asesinato, momento propicio para manifestarse el egoísmo, la envidia y la ambición humana, sin censura ni justicia que la frene.


Una tierra, igual que muchas otras, que pagó muy cara la derrota del sueño revolucionario, a pesar de que las represalias realizadas por las fuerzas republicanas habían sido prácticamente inexistentes en el Pallars Sobirà (1936-39).

Por desgracia la mayor parte de las denuncias se produjeron por ambiciones y añejos litigios vecinales sin resolver, ganándose a la vez el denunciante las simpatías del nuevo orden.


La mayoría de soldados republicanos en retirada, vecinos con cargos durante la República o simplemente por miedo a la represión por sus manifestadas ideas, huyeron por la cercana frontera francesa, sabiendo que si se entregaban morirían, pero nunca pensaron que la venganza y la saña se cebarían sobre sus familiares.


Todas las denuncias representaron sin juicio previo la muerte automática del denunciado o de algún miembro de su familia. La crueldad franquista alcanzó el cenit al asesinar a padres por hijos, mujeres por maridos, abuelos por nietos o nietos por padres…., ya que algún familiar del denunciado tenía que morir, hubiera participado o no en la contienda.


Muchas familias fueron desposeídas de sus tierras para el acopio del denunciante y de las autoridades franquistas recién llegadas. Incluso algunos vecinos morirían simplemente por no saber hablar castellano.


La comarca padeció la crueldad del psicópata general Antonio Sagardía Ramos, fervoroso hitleriano que consideraba que por hablar catalán ya era un rojo digno de ser fusilado, bajo sus órdenes serían torturados y asesinados 72 civiles en el Pallars Sobirà. La mayor parte sin implicación directa en la contienda.


Entre ellos niños, ancianos y 6 mujeres. Una estaba embarazada de 8 meses, una recién casada  de 21 años, dos niñas de 14 y 15 años, una madre de 39 y su hija de 17. Todas las muchachas fueron violadas en grupo antes de ser asesinadas.


Por desgracia no fue el único psicópata, el Pallars Jussà padecería a Heli Rolando Tella Cantos (nombrado general después de la ocupación de Tremp) comandante de la división 63. El número de ejecuciones de civiles y soldados hizo honor a su infamia. (Fue nombrado hijo predilecto de Tremp hasta 2006, lo que demuestra la tardía actuación de la democracia en bajar del pedestal a estos criminales de guerra).


En esta guerra del siglo XX, los acordados derechos internacionales de los prisioneros fueron totalmente ignorados. Ningún prisionero del ejército republicano en el Pallars sobrevivió, todos sabían que la tortura y la violación serían el preludio de su muerte.


Para mayor vejación del derrotado sus cuerpos eran abandonados en cunetas y barrancos, con la prohibición explícita de no poder ser trasladados a campo santo si por casualidad los descubrían. Serían sus cuerpos descarnados por las alimañas y engullidos sus huesos por la naturaleza, lo que hace tarea ardua encontrar e identificar hoy a las víctimas.


Hoy es posible con el ADN identificar los cuerpos, pero el problema es encontrarlos. Ochenta años después las víctimas andan desaparecidas y sin una cruz encima, empezaron a ponerse algunas después de la publicación del libro de Manuel Gimeno.


Aunque señalaremos en las rutas los muchos testimonios en piedra de la guerra civil, no es de nuestro interés visitarlos, pero no por ello dejaremos de rendir homenaje a las víctimas cada vez que se presente la ocasión.


Delante del mausoleo de Aidí -Ruta 5 (III)- descubriremos una de las tantas ignominias producidas y de las que la justicia nunca se ocupó, muriendo los asesinos de inocentes con honores y buen retiro. Ningún criminal de guerra franquista sería juzgado por sus actos.



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06 julio 2021

RUTA 1 (II) . ESCALARRE. Sant Martí d’Escalarre. STA. MARIA d’ÀNEU


Salimos de Esterri por su vertiente oriental hacia el valle de Unarre. Después de cruzar el puente de la hidroeléctrica, encontraremos dos caminos en la misma dirección, el de la derecha nos conduce hacia Escalarre.


A mitad camino volveremos a encontrar otro cruce a la derecha, orientándonos hacia el santuario de Santa Maria d'Àneu que más tarde visitaremos.


ESCALARRE


El pueblo de Escalarre está situado “escalonado” en la loma de un cerro, frente a una extensa y ligeramente inclinada planicie verde, custodiado por la derecha por el río Unarre y por el torrente de Burgo por su izquierda, en el camino de confluir juntos en el Noguera Pallaresa.



Ascendiendo paralelos al torrente de Burgo nos incorporamos al pueblo. Antes de la fuente, delante de una señal que nos indica ser una calle sin salida, hay un puente a la derecha, lo cruzaremos para dejar en su inmediatez el coche (solo caben tres vehículos).



Según Joan CorominesEscalarre proviene del latín tardío scalare (escala en catalán, escalera en castellano). 


En 1553 Escalarre contaba con una cincuentena de habitantes. 

Manteniendo municipalidad desde las Cortes de Cádiz, hasta el último tercio del s.XIX llegó a tener unas 22 casas y más de un centenar de habitantes, pero no los suficientes para no perder la municipalidad que requería ser 30 familias, integrándose entonces al municipio de Unarre



Sin conocerse la fecha de inicio, durante la dictadura franquista será considerada pedanía (entidad local menor), en la democracia se transformaría en Entidad municipal descentralizada hasta 1992, llegando a tener tres alcaldes.


La fiesta Mayor se celebra el tercer fin de semana de julio.


Servicios turísticos 


Refugi Can Orfila. Preciosa y renovada casa de dos pisos, con amplios ventanales, apropiada para un máximo de 7 personas, con 4 habitaciones, 6 camas, 2 cuartos de baño y cocina totalmente equipada.

Vale la pena dar un tranquilo paseo por este encantador pueblo de estrechas y ascendentes callejuelas con pavimento de piedra, en la que hoy (2023) viven 29 personas, la misma cantidad con la se incorporó el pueblo a este siglo.


Se apiñan una veintena de casas de piedra, pizarra y dinteles de madera anteriores al siglo XX, uniendo sus fachadas cierran el paso o permiten el tránsito bajo ellas por rústicos túneles y adovelados arcos rebajados.


Tan solo encontramos dos casas del siglo XX, una delante de la fuente del torrente de Burgo, que intenta no desentonar con el resto, tal lo hace al otro lado la solitaria casa enlucida de blanco.



Después del paseo por su interior regresamos hacia el coche. Lo traspasamos para continuar poco más de cincuenta metros hasta la iglesia parroquial de Sant Martí de Escalarre.


Situada sobre protegidos campos de manzanos y llanuras verdes, éstas en verano (julio) solían estar ocupadas por tiendas de campaña de grupos juveniles. Abandonada la actividad en 2017, no sé si se ha vuelto a disponer desde entonces.



Sant Martí d’Escalarre


Se trata de una iglesia parroquial documentada en siglo XIV, a la que se le suponen cimientos del siglo XI.


En su origen era de planta basilical de tres naves, en la actualidad tan solo conserva la nave central. 



Cuenta con dos ábsides semicirculares, uno de ellos es la actual sacristía. Están decorados con desgastados arquillos y lesenas. Las ventanas con arcos de medio punto y de doble derrame tienen clausurado el ser entradas de luz.


El tejado de la nave sobre bóveda de cañón es a dos aguas cubierto de pizarra.


Interesante portada realizada entre el siglo XII y XIII, en la que se aprecian, enmarcando la puerta de arco de medio punto, dos arquivoltas en degradación sin decoración y un elegante guardapolvo decorado con la flor de la vida en bajo relieve, alternando con emergentes cilindros.


En la dovela central el cilindro está reemplazado por un rostro. Se apoyan sobre impostas decoradas con motivos florales y rostros humanos.



Sobre la puerta hay una pequeña hornacina y sobre ésta un ojo de buey. La fachada está coronada por una espadaña de dos vanos rectangulares. El tejado es a dos aguas cubierto de pizarra.



En el interior se encuentra una pila bautismal románica con decoraciones geométricas que nunca hemos logrado ver.


Senderismo hacia la

mollera de Escalarre


Si continuamos el camino por detrás de la iglesia, lugar en el que se muestra el cuidado cementerio, alcanzaremos la ciénaga de Escalarre a poco más de un kilómetro, después de pasar el torrente de Llavorre y dejar a nuestra derecha los amplios prados en los que se hizo el famoso festival “Doctor Music”. 


Bordeando el pantano, disfrutando de la frondosa flora y del canto de las aves que lo pueblan, llegaremos en media hora al mirador oriental de los humedales de la Guingueta.


El paseo que realizamos en la ruta 3 por el embalse de la Torrassa, recorre la mayor parte del circuito circular (adaptado) desde Esterri.



Nosotros retomamos la conducción en dirección al Santuario de Santa Maria d’Àneu. A menos de dos Kilómetros encontraremos de nuevo el desvío, ahora situado a la izquierda, orientándonos hacia el distinguido templo. 


El santuario cuenta solo en verano con horario de visitas (por la mañana), pero no os lo puedo precisar, dado que ha variado bastantes veces, la oficina de turismo y especialmente el ecomuseo os puede informar.


Nunca tuve problemas, pero he leído que varias personas no han podido ni bajarse del coche, al ver dos perros sueltos acercarse ladrando, nadie tiene derecho a impediros pasear por el exterior del templo, por lo que hacer sonar el claxon hasta que aparezcan los dueños y sujeten a los perros. Si no lo hacen, poner una denuncia. 


En el resto del año se tienen que concertar las visitas previamente con el ecomuseo de les Valls d’Àneu, incluso os puede interesar su histórico y didáctico tour por Esterri y “La vall d’Àneuo el “joc de dames”, no hay nada como poder contar con un buen guía que nos acerque a valorar el patrimonio cultural que admiramos y si encima lo hacemos jugando mucho mejor.


 Santuario de Santa María d’Àneu

Está situado a la izquierda del Noguera Pallaresa en el Pla de Salito, en el lugar conocido como “Els Plans d’Àneu” (Los llanos de Aneu).

Sería declarado monumento histórico y artístico en 1962. Tiene anexa la casa de Santa María, único testimonio en pie del antiguo monasterio.


Se presume que desde el siglo IX hasta principios del siglo XI fue un cenobio visigodo dedicado a Santa Deodata.


Convirtiéndose en el centro espiritual de “les Valls d’Àneu” desde finales del siglo X, dispuso de unas rentas considerables que despertaron la ambición del tercer conde soberano del Pallars Sobirà: Artau I, que decidió apoderarse de ellas.


El Obispado de la “Seu d’Urgell lo excomulgó en fecha indeterminada, prohibiendo que fuera enterrado en tierra sagrada a la hora de su muerte, acontecida en 1082. Hay que decir en su favor que fue el máximo patrocinador del monasterio de Gerri de la Sal.


Seis años después de su muerte, bajo la soberanía de su hijo Arnau II, serían devueltas las posesiones religiosas, haciendo la familia las paces con el obispado.


La segunda esposa de Artau I (1060), Lucia de la Marca cuñada de Ramón Berenguer I sería la gran patrocinadora de las obras de Sant Pere de Burgal.


El hijo de ambos: Sant Ot (patrono de la “Seu d’Urgell”), ocupando el cargo de abat en Guerri de la Sal sería nombrado obispo de Urgell y a su muerte santificado; decidió, para celebrar la recuperación del monasterio, encargar los famosos frescos y realizar las primeras reformas de la actual “Santa Maria d’Àneu”, aunque sería dedicada en un principio a “Sant Pere” (San Pedro) y regentada por un monasterio Benedictino


A principios del siglo XIII, dependiendo del decanato d’Àneu, sería ocupada por los Agustinos hasta 1723.


A finales del siglo XV y principios del XVI, se realiza la mayor reforma estructural del templo, ganando espacio interior al unirse las tres naves y ampliarse la nave hacia poniente.



La decadencia monacal comenzó a finales del siglo XVII hasta el abandono del monasterio en 1723aunque continuaría la iglesia siendo hasta nuestros días un importante centro de peregrinación.


Cada primero de mayo se sigue realizando una concurrida romería (aplec en catalán). 


En el primer cuarto del siglo XX se realizaron obras de restauración, reforzando los muros con contrafuertes y trasladando las pinturas románicas originales al MNAC de Barcelona. Se reproduciría en el ábside una copia de las pinturas originales. En 2014 se ejecutaron las últimas reformas estructurales.



El templo románico contaba en un principio con tres naves, con dos absidiolos laterales con bóveda de arista y un ábside central, el único que se conserva. Muestra decoraciones lombardas de arquillos y lesenas, abriéndose cuatro ventanas con arco de medio punto de doble derrame.



En la fachada principal hay una bonita espadaña vertical de doble campana, con alero a dos aguas revestidos de pizarra cada una.



El portalón con arco de medio punto está adovelado con sillería blanca finamente tallada y pulida. La elegante puerta es de madera decorada con marcos en sobre relieve de rombos ajustados con clavijas. La supuse de una relativa moderna construcción dado el buen estado de conservación de la madera.


Por encima se alza un óculo trompeteado. Fijaros que en lado izquierdo de la fachada, el contrafuerte parece haber sido destruido.



Su amplio interior se expresa armonioso, con cinco arcos de diafragma apuntados, guardando entre ellos las restauradas vigas de madera y los coloridos balcones laterales de la planta superior.


La gran nave está presidida por un ábside semicircular mucho más estrecho y delante se muestra un amplio espacio presbiteral.



Si nos aproximamos podremos apreciar una reproducción de las famosas pinturas del siglo XII atribuidas al maestro de Pedret, autor también de los frescos de Sant Pere de Burgal.


Por su técnica, iconografía y simbolismo, está considerada una de las más importantes expresiones del arte románico en los Pirineos, junto con las del maestro de Taull en el Alt Ribagorça.


Aunque sus fuentes son las pinturas bizantinas italianas, la singularidad la traza en la superposición de temas y motivos del antiguo y nuevo testamento, en este caso en el mensaje apocalíptico de los profetas bíblicos.


El tema central está situado en el nivel superior de la vuelta del ábside y dedicado a la Epifanía. La preside en el centro la Virgen María (Majestad) y El Niño dentro de una decorada mandorla


Está flanqueada  la “Majestad” por los tres “reyes magos de oriente” elegantemente ataviados. El único conservado íntegramente es “Melcior” (Melchor), situado a la derecha del trono. 



La decoración se completa en los extremos con la representación de los arcángeles Miguel y Gabriel, parcialmente se puede ver la figura del primero al lado izquierdo de la representación.


Hay que subrayar el protagonismo de los arcángeles, a los que añadiendo Rafael debajo, son los nombrados abogados del día del Juicio Final. 


En el tambor del ábside, es habitual encontrar los apóstoles, pero en este caso el artista da relevancia a los profetas del Antiguo testamento que anunciaron la llegada del Mesías.



La visión del profeta Isaías es la protagonista, cercada por dos grandes serafines con ojos heterotópicos inundando las seis alas, pies y manos.


Una representación simbólica lombarda de origen hindú (significando clarividencia), que en el medievo cristiano señaló la función de los querubines de estar siempre en vigía, alabando a la divinidad y purificando la boca del hombre para transmitir su mensaje, en este caso la llegada de su hijo redentor. 


Se pueden apreciar los dos serafines en el templo de Jerusalén, llevando sendas tenazas con brasas ardiendo y aproximándolas a los labios de los profetas Elías e Isaías, situados a la derecha e izquierda respectivamente.



Elías no predijo la llegada del mesías, pero se incluye en la escena dado que es el único personaje del Antiguo Testamento que ascendió directamente a la vera de Dios padre, preludio de lo que haría con su hijo, aunque en este caso le envió un carro de fuego.


La desaparecida Mare de Déu d’Àneu 
Situado entre los dos serafines, se pueden apreciar las 4 ruedas ígneas haciendo referencia a las apocalípticas visiones del profeta Ezequiel.

La  iconografía se completa por la derecha con el arcángel Rafael y a la izquierda se muestran dos clérigos, posiblemente uno de ellos sea Sant Ot, vinculado con el patrocinio de la obra pictórica.


Durante la guerra civil española sería quemada la talla de Santa Maria con el Niño del siglo XII/XIII, sustituyéndola por la reproducción actual.


Por desgracia fueron muchas las tallas románicas y góticas de la Virgen quemadas durante la guerra civil, en la comarca creo que se pueden contar con los dedos de una mano las que se salvaron.


Si queréis dar un paseo por sus alrededores de noche, se cuenta entre sus leyendas que se puede ver rondar el espectro de un monje.



Después de continuar disfrutando de Esterri por la tarde, prepararíamos la RUTA 2 para la mañana siguiente: El municipio de “L’Alt Àneu”. 


Lo primero que averiguamos es el tiempo atmosférico con el que contaríamos, ascender a estos altos valles lo requiere. Es la ruta más larga de la guía y plagada de numerosos entornos naturales y patrimoniales, por lo que requiere como mínimo el poder disponer de un largo día soleado. 


En nuestro caso, a pesar de las buenas previsiones no contaríamos con esa suerte por la tarde, y es que el puerto de la Bonaigua siempre es imprevisible.



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Los frescos en el románico


Las pinturas murales en el medievo se produjeron utilizando la técnica de los frescos, un procedimiento pictórico que requiere precisas y calculadas etapas de realización.


Primero se revestía el muro con tres capas de mortero de cal, correspondiendo a lo que llamamos: enfoscado, revoque y enlucido.


Cada capa irá reduciendo la proporción de arena, manteniendo un estado de humedad que permita retrasar el secado del enlucido. Previo al pintado se alisaba la pared con una llana. 


Inmediatamente se producía el boceto. Se dividía el espacio de forma geométrica y se introducían las figuras con líneas de polvo de carbón, repasadas posteriormente con un pincel húmedo para favorecer su penetración. Seguidamente se le aplicaba en estado húmedo los colores con pigmentos minerales diluidos en agua con cal. 


El contacto del óxido de calcio con el aire produce que el dióxido de carbono forme un revestimiento insoluble y resistente, incorporando en su interior los colorantes minerales. 

El proceso requiere gran precisión, dado que no hay margen para al error y la rectificación, al no poder trabajar sobre sus propias pinceladas.


Los minerales utilizados en los pigmentos eran: hematites (rojo), goethita (amarillo-ocre), aerinita (azul, unida con la anterior producían el verde), calcita y yeso (blanco), carbón (negro)..., todos ellos se podían encontrar en los Pirineos, pero para conseguir el azul intenso y brillante tan apreciado necesitaron la azurita, mineral que tuvieron que importar de Lombardía.


Los santuarios en el románico no se les consideraba acabados hasta que sus paredes eran enlucidas de cal y pintadas. En la mayoría se incluían las fachadas exteriores.


La pintura era un arte subordinado al espacio arquitectónico, los murales estaban determinados en el espacio bajo un esquema geométrico, simétrico, racional y equilibrado. Obviando la perspectiva no se establecen fondos, las figuras en su origen planas van adquiriendo volumen con el color, se alargan y se ubican en un orden geométrico, adquiriendo mayor o menor tamaño en función de su relevancia. 


Resaltarán en tamaño las manos y los ojos, considerados entonces los principales elementos humanos de la expresión espiritual.


La pintura en el medievo adquiere una clara intención y función divulgativa de la “Palabra Sagrada”, encontrando la trascendencia simbólica mediante un orden conceptual y geométrico, creando una iconografía que puso color y forma a los textos leídos por el sacerdote en el adoctrinamiento de una parroquia analfabeta.


Por desgracia las nuevas concepciones pictóricas del renacimiento menospreciarían su valor artístico y conceptual, provocando que la mayor parte de las pinturas románicas acabasen tapadas tras sucesivas capas de encalado (sirviendo de prevención de epidemias), relegadas detrás de un retablo barroco o destruidas en las reformas arquitectónicas.


El patrimonio románico, en concreto en los Pirineos, llegaría a ser infravalorado por el propio poder religioso, al dejar de cobrar tributos abandonaron su conservación. En la larga crisis de finales del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX, también lo harían los necesitados vecinos y ambiciosos párrocos, por lo que fue fácil especular con sus antigüedades, dada la revalorización del románico en el mundo, Europa y América comienzan a explorar el medievo pirenaico catalán, en el que encontraron un gran proveedor de piezas románicas a un precio irrisorio, incluso una ermita se llevaron a EEUU.


Se convirtió en un rentable negocio el tráfico de obras del románico, en el que el robo y la venta ilegal promocionaron la dispersión de las obras en colecciones privadas y anticuarios, adquiriendo en su especulación precios desorbitados.


El redescubrimiento del patrimonio románico catalán, condujo al interés del propio gobierno de Cataluña en protegerlo, pero fue lento y con muchos intereses económicos en contra. En el intento de frenar el expolio (imparable) justificaron (gobierno e iglesia) el requisar el patrimonio románico para su protección en museos, siendo hoy el MNAC de Barcelona el más importante, especialmente en pinturas, y el Diocesano de la Catedral de la “Seu d’Urgell” en tallas.


De todas formas, sin aceptar reproducciones, aún hay pueblos que custodian los vecinos en sus casas las tallas que lograron sobrevivir la guerra civil, para que no haya cambiazo por la propia iglesia y las hagan lucir en la fría vitrina de un museo.


¿Expolio consensuado y preventivo? Circunstancia controvertida, dado que, compartiendo las palabras del periodista Martín Gironell: “el arte está ligado a un entorno, si lo desplazas pierde la fuerza y la vida que tiene aquella muestra de arte para demostrar cómo era el mundo en aquellos momentos… Con ayudas evitarían que estos lugares vayan quedando abandonados y les facilitarían un motor económico para prosperar ”.


En Baiasca, oculto detrás de un retablo durante siglos, podremos disfrutar “in situ” del único fresco conservado de la comarca, insinuándose también realizado por la escuela del maestro de Pedret. 


 

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