Finalizaremos la ruta 2 con este post (V), en el que visitaremos València d’Àneu, capital de l’Alt Àneu y su milenario castillo condal.
Dejamos las alturas descendiendo paralelos al río de la Bonaigua, con la rapidez que nos permitía la carretera. Nos perseguía la tormenta y presentíamos que no tardaría en volvernos a alcanzar en Valencia d’Àneu.
Por ello, cuando nos incorporamos por el norte a la villa, dispondríamos su visita para más tarde, dirigiéndonos previamente a las ruinas del antiguo pueblo y su famoso castillo condal.
Atravesamos la villa en dirección a Esterri d’Àneu. Nada más incorporarnos por el norte, observaremos que la comarcal sigue por la izquierda, dejando a la derecha la calle Mayor, eje histórico del casco antiguo y puerta norte, hoy desaparecida, de la villa cerrada.
A cuatrocientos metros de la salida del pueblo encontraremos la señalización de la ermita dedicada a los santos hermanos médicos: Sant Cosme i Sant Damià.
Aparcamos y nos dirigimos hacia ella. Es la puerta de entrada ( al menos espiritual) a la Antigua villa y su castillo.
Ermita de “Sant Cosme y Sant Damià”
La fachada de la ermita está protegida por un amplio arco adovelado, ubicándose en su centro una rústica puerta rectangular de madera y dos simétricas ventanas a cada lado, todas doveladas con la misma mampostería que los muros, igual que el ojo de buey trompeteado bajo el piñón del tejado a dos aguas cubierto de pizarra.
La parte trasera, sin ábside, cuenta con una robusta espadaña de un solo ojo con desgastado tejadillo a dos aguas y en la pared se abre una pequeña ventana rectangular.
Fue la iglesia del Castillo, una “mil.lésima” en el muro señala el 990 en números romanos y otra debajo, muestra un texto en latín acompañando el número 1015. Puede ser que la fecha haga referencia a una primera construcción, pero está claro que la estructura actual nada recuerda estas fechas, por lo que se prevé una o varias transformaciones.
Por detrás de ella se abre una senda que nos conducirá en diez minutos al castillo. Nos dijeron que cerca estaba la “Roca Comtat” (Roca condal), en la que los condes juraban los fueros tomando posesión del condado frente al “Llibre de les Ordinacions” (libro de las ordenaciones).
Pero no la supimos encontrar, con lo que sí nos topamos son trincheras de la guerra civil y más tarde las primeras señales de edificios de piedra, desvencijados muros se ocultaban bajo un alto manto arbustivo.
Testimonios del antiguo y amurallado pueblo de València d’Àneu. En su interior se levantaron casas, la era, pajares, talleres, herrerías, horno de pan… La historia del pueblo hasta el siglo XV viene asociada a la del castillo.
Según Joan Coromines, su etimología proviene de un nombre propio, sugiere que pudo ser el de la condesa Valença de Tost, esposa de Ramón V conde del Pallars Jussà. Pero esta apreciación no parece tener mucho adeptos.
La mención escrita más antigua de la villa y del Castillo es del siglo XIII, cuando el conde del Pallars Sobirà, Arnau Roger I, reconoce a Pere II el Gran el dominio sobre diversos lugares del Pallars, considerándose el castillo la fortificación más importante de “les Valls d’Aneu”.
Situada a 1.100 msnm, entre los ríos Noguera Pallaresa y Bonaigua antes de reunirse en Esterri, sobre una colina dominando todo el amplio valle glaciar, aseguraba el control del tránsito por el puerto de la Bonaigua, hacia o desde el Valle de Arán y Occitania (Francia).
La importancia estratégica del lugar la completaba el Castillo de Portarán, del que aún se puede apreciar parte de su torreón cuadrado al otro lado del río Bonaigua, cerca de su confluencia con el Noguera Pallaresa.
Sería el último baluarte en la defensa del último condado soberano en los Pirineos catalanes.
Encabezaron la confrontación el conde Hug Roger III del Pallars Sobirà y el Conde de Cardona Joan Ramon Folc IV, en nombre del rey de la Corona Aragonesa, Fernando II el católico.
En el censo de 1553, con el nombre de “Valentia” declara 8 fuegos laicos y dos eclesiásticos, reuniendo unos 50 habitantes.
El castillo de València d’Àneu
La leyenda señala la construcción del castillo alrededor de los siglos X- XI, durante el condado de Suñer I de Pallars, alojándose desde entonces los condes del Pallars Sobirà hasta el último: Hug Roger III. Pero parece ser que la residencia condal desde el siglo XIII se estableció en Sort. Lo que sí parece claro que fue posiblemente el primero y el último.
Los últimos estudios arqueológicos señalan su alza a mediados del siglo XIII, por lo que se puede presumir que la entonces casa Couserans, sería la que levantó la fortaleza. También puede ser que lo hiciera sobre bases más antiguas, pero no se ha encontrado hasta ahora prueba de ello.
La ironía de las circunstancias, es que esta dinastía dominando el condado francés homónimo, rivalizaría durante un siglo con los Mataplana, la tercera y última dinastía que rigió el condado soberano.
Gran parte de las murallas del norte son las que aún permanecen en pie, ofreciéndonos la posibilidad de imaginarnos su perímetro exterior y comprobar la impresionante robustez de sus muros.
Adentrándonos en la fortaleza observaremos el foso que rodea la muralla por el norte y el sur.
Ascenderemos por el camino entre murallas hasta la puerta de acceso al recinto soberano, custodiada entonces por una torre a cada lado.
El muro sur, muy deteriorado, se alza sobre Esterri separado por una escarpada ladera de cien metros de desnivel.
En el interior del recinto se pueden reconocer los muros con aspilleras para defender la puerta, un pajar, un tramo de murallas con bestorras, las antiguas cisternas que serían transformadas en un búnquer en 1939 y en especial el patio, una plaza fuerte bajo la torre de homenaje, en la que el pueblo se reunía en actividades comerciales o protegiéndose de algún ataque. También disponían de un estanque en el que se criaban truchas.
La falta de información y el ruinoso estado de las dependencias, hará que tengáis dificultad de identificarlas, si no os acompaña un guía.
Testimonios inertes desde hace siete siglos de la última contienda condal, son las pesadas (por eso aún están aquí) esferas de piedra que se esparcen por toda la fortaleza, proyectiles de la bombarda con las que destruyeron el hasta entonces inexpugnable castillo.
Hug Roger III sería el capitán general del ejército del Consell del Principado durante la Guerra Civil Catalana (1462-1472). Perdiendo la “Generalitat” la guerra frente al rey de Aragón, Juan II el Grande, se refugia en su condado, que aún permanecerá soberano unos años.
En 1487, conociendo Hugo Roger III la llegada a la “Vall d’Àneu” de la cuantiosa fuerza Real, partió hacia Francia en busca de refuerzos, pero para cuando los obtuvo, no pudo cruzar con las tropas aliadas los puertos nevados.
El Castillo había quedado al mando de la condesa Caterina Albert. Lo defendería durante tres meses del asedio con tan solo 28 soldados (y las manos de la población), frente a 150 caballeros y 1000 soldados del ejército enemigo.
Aunque es posible que estas cifras formen parte de la leyenda, está claro que su conquista requirió unas fuerza muy numerosa, comparado con la de sus defensores. Soportaron un cerco de tres meses (presumiendo el no faltarles la comida dada la cría de truchas), pero una potente lombarda recién construida en Solsona, acabaría definitivamente con el asedio.
La bombarda o lombarda está considerada la arma de fuego portátil más antigua, precursora del cañón y en su minimalismo del trabuco.
En un principio la longitud de alma era muy corta y disparaban como proyectil una tosca esfera de piedra. Aunque hubo mejoras, no sería hasta finales del siglo XIV que el alma se hizo más larga y la esfera se produjo con hierro colado, permitiendo disminuir el calibre, ganando distancia, manejo y poder destructivo. De todas formas, en el asedio al castillo de València no parece haber sido utilizado tal avance.
El conde, sin descendencia y teniendo más de 60 años, continuó luchando por recuperar el condado, luchó en Francia y Mallorca, siendo en Sicilia apresado por el Gan Capitán. Encarcelado en Játiva, creciendo el mito y la leyenda, se presume que en 1448 fue envenenado el último conde soberano.
Hug Roger III, se convertiría en uno de los grandes héroes del indigenismo nacionalista Pallarense.
Es curioso lo poco que se le reprocha la crueldad manifestada contra la primera revuelta campesina: la guerra de los “remenses”, en la que buscaban liberarse de los abusos feudales (malos usos) que los esclavizaban, privilegios que los señores feudales no estaban dispuestos a renunciar.
Tuvieron que iniciar otra guerra para conseguirlo, aunque también serían un año antes duramente sofocadas las revueltas, en este caso por las fuerzas realistas.
El campesinado del Pallars Sobirá no participó en ninguna de las revueltas, probablemente su escasa población y el aislamiento fueron las causas.
Otra de las falsas leyendas es que el Castillo fue destruido por el duque de Cardona (igual que hizo años más tarde con las fortalezas de la Vall Ferrera). Las piedras de sus murallas y edificios formaría parte de la sillería de las casas del viejo y después del nuevo pueblo, el tiempo y las inclemencias atmosféricas harían el resto.
Pero la utilización de su situación estratégica se seguirá produciendo a lo largo de los siglos, siendo lugar de contiendas, campamentos militares, refugio de perseguidos y perseguidores.
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En 1794 fue ocupado el lugar por los franceses. En 1836 será la población de València (50 años después de haberse trasladado) escenario de enfrentamientos en la primera guerra Carlista, sufriendo la población un gran incendio por las fuerzas borbónicas que destruiría dos tercios del pueblo.
Durante la guerra civil para el control de “maquis” (guerrilleros republicanos), sería empleado por el bando Nacional, disponiéndose cañones antiaéreos, ametralladoras y se cavaron trincheras.
Regresamos con prisas hacia el aparcamiento dado que el cielo se había teñido por completo de un oscuro gris, no por ello dejamos de observar de manera incisiva las piedras del antiguo pueblo, viendo como la naturaleza en su lenta labor de crecimiento, levantaba fundamentos o resquebrajaba muros sin techo.
Al llegar a la ermita de Sant Cosme el sendero continúa hacia el río de la Bonaigua, pero tener cuidado de llevar calzado y pantalones que os protejan, ya que parece ser una senda poco transitada, abundando las ortigas.
Desde el aparcamiento se puede ascender andando en poco más de diez minutos al pueblo y en quince alcanzar la iglesia de Sant Andreu.
A la vuelta, después de visitar el pueblo, desde el suroeste del casco antiguo, en hermoso paseo campestre de quince minutos, podemos regresar al aparcamiento. Si tenéis tiempo y la climatología os acompaña, os lo recomiendo.
Pero hoy no era el caso, por lo que ascendimos en coche hasta la actual villa.
VALÈNCIA D’ÀNEU
Medio siglo después del traslado del pueblo, reuniendo una veintena de familias, agrupando 153 habitantes, se produciría la primera guerra Carlista.
Al frente de los liberales estaba Pascual Madoz que, recibiendo la orden del general Mina de fortificar mejor el castillo de Valencia d’ÀNEU, marcharían para tal cometido con 450 soldados. Las fuerzas carlistas se enteraron e iniciaron un ataque a su paso por al pueblo bajo las órdenes de “Camas Crues”, concentrándose la batalla en los alredores de la iglesia. Mardoz sería gravemente herido pero sobreviría.
Al margen de la cantidad de vidas perdidas en cada lado, el fuego destruiría prácticamente todo el pueblo.
València d’Àneu, a 1076 msnm, fue un municipio independiente hasta 1970, año en el que se formaría el actual municipio de “Alt Àneu”, convirtiéndose en su capital administrativa.
La economía del pueblo se basaba en una agricultura de autosuficiencia con centeno, cebada, trigo, heno, patatas, nueces, peras y manzanas de invierno. Una ganadería caprina, lanar y bovina y una abundante caza en sus bosques de liebres, conejos, perdices, rebecos, urogallos y truchas, manteniéndose siempre atentos al oso.
En 1918 parece ser que mantenía 46 casas solariegas, con una población de 117 habitantes reales y 146 de derecho.
Aunque padecería cierta despoblación en el último tercio del siglo XX, siguiendo la tónica de la comarca, es de las que menos se notaría, así se incorporarían en este siglo con 125 habitantes, en 2012 alcanzarían los 195, en 2023 se registran 191 censados.
Desde finales del siglo pasado el principal motor económico es el turismo, expresándose en el crecimiento urbanístico y de servicios.
El turismo de invierno y verano es hoy la fuente económica más importante, su proximidad a las pistas de la Bonaigua, a Esterri o al Valle de Isil, sus bellos y espesos bosques de pinos y abetos… hacen que cuente con una amplia oferta de servicios turísticos.
A diferencia de otras rutas, en ésta los iremos descubriendo a medida que recorremos el pueblo. La valoración media es de Google (2023).
Nada más incorporarnos a la villa por el sur nos encontramos con el elegante y florido hotel-Spa de tres estrellas: La Morera.
Es el más selecto hotel de la villa, se valora los cuidados detalles y limpieza de las habitaciones e instalaciones: piscina, jardín, SPA. con un excelente desayuno y un buen restaurante de cocina mediterránea e internacional Km 0. Valoran alto los usuarios sus tres estrellas con un 9. No tengo referencia directa de su restaurante abierto al público.
Nada más traspasar el hotel (que cuenta con un amplio aparcamiento) nos internamos a la izquierda por la calle del Pou, camino por el que se accede a la puerta sur del pueblo, en su día villa cerrada (Vila closa) a pesar de estar hablando de finales del siglo XVIII.
No tuvimos claro que se pudiera aparcar, pero residían varios precedentes, a los que nos asociamos. Puede presentarse complicado aparcar dentro del pueblo.
Delante nuestro, en la parte más alta de la villa y sobre el moderno ayuntamiento del “Alt Àneu”, se ubica la iglesia parroquial de Sant Andreu de Valencia d’Àneu.
Hasta prácticamente inicios del siglo XX, el pueblo no se extendió por la colina alrededor del templo. Podremos contemplar casonas erguidas en esas fechas, algunas con bellas y reformadas fachadas, junto con otras de claras líneas modernas, no muy acordes con la tradicional arquitectura mantenida hasta mediados del siglo XX.
Sant Andreu de Valencia d’Àneu
No se conserva ninguna documentación sobre este templo de origen medieval. Se le suponen fundamentos del siglo XI y XII. Está documentada la importante modificación realizada en el siglo XVIII, cuando el pueblo se trasladó a la ubicación actual, siendo el barroco el que vestiría de nuevo el santuario.
Se añadieron las capillas laterales, la torre campanario adosada al muro sur y un porche con puerta con arco de medio punto bajo un tejado inclinado de pizarra, protegiendo la entrada a la iglesia.
Del templo románico se conservó la cabecera, el presbiterio y algunas pinturas de su interior.
El elegante ábside semicircular, precedido por un amplio tramo presbiterial, está cubierto con bóveda de cañón.
Mantiene tres grandes vanos de doble derrame en la curva absidal. Sus arcos están cincelados directamente sobre un bloque de piedra arenisca, decorada con falsas dovelas. En la fachada sur, en el muro presbiteriano, podréis observar otra ventana con esta singularidad.
Tanto en el presbiterio como la cornisa bajo la cubierta de la cabecera, están decorados por un conjunto de cuadrados en bajo relieve, apoyándose en cabecillas o canecillos cincelados con variadas formas geométricas.
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La Virgen y el niño. Museo Diocesano de la Seo de Urgell |
En el Museo Diocesano de la Catedral de la “Seu d’Urgell”, se conservan tres paneles con fragmentos de las pinturas murales que decoraban el ábside.
Representaron la escena de la adoración de los reyes magos a la Virgen y el Niño, situados éstos dentro de una mandorla en el centro superior de la escena.
En el Museu Frederic Marès se expone una talla de un Cristo Crucificado, datada a finales del siglo XII.
También se conserva una lipsanoteca (caja-relicario) de piedra con tapa piramidal de esta iglesia en el Museu de les Cultures del Vi de Cataluña en Vilafranca del Penedès.
En una anterior visita, después de observar el exterior del templo, ya que siempre lo hemos encontrado cerrado, nos dirigimos a la fachada posterior de la Iglesia (bordeando el cementerio), para disfrutar de la espectacular postal del valle.
En los pastos cercanos quizás podréis observar sin lluvia jóvenes e inquietas cabras pirenaicas, con su peculiar traje “franciscano” de color negro con tonos blancos en vientre, cola y cabeza.
Esta bella raza caprina doméstica autóctona de los Pirineos, está considerada en peligro de extinción, a pesar del aumento considerable de su población en la última década.
La nota final del post la dedicaremos a los caprinos autóctonos de los Pirineos.
En esta ocasión, antes de disponernos delante del templo, la lluvia hizo acto de presencia, por lo que las fotografías que muestro son de una visita anterior.
No tardó más de unos minutos acelerar la copiosidad del agua, durante los dos minutos que tardamos en encontrar cobijo, quedamos empapados.
Casi diez minutos tardó en disminuir la intensidad de la lluvia. Aprovechamos para descender rapidamente hacia la Calle Mayor por la calle “de la Senyora”, sin detenernos en ella (después volveríamos) y por debajo de los aleros de las casas, alcanzamos el objetivo de protegernos del agua y tomarnos algo caliente, mientras se secaba la ropa.
Para ello elegimos el bar-restaurante Felip, situado a la entrada norte de la calle Mayor, espacio en el que encuentran bastantes servicios turísticos.
El restaurante es un lugar adecuado para el desayuno o para refrescarse por la tarde, pero especialmente indicado para degustar un excelente almuerzo. En verano necesitáis reserva si no queréis quedaros sin mesa. Sus tres menús, de 15, 18 y 22 € ( 2022), con sabrosos y abundantes platos caseros, en los que destaca sus arroces de montaña (la base son las setas), lo convierten en uno de los referentes de cocina casera de montaña. Tiene una valoración media de los usuarios de 9,2.
La amabilidad, simpatía y atención del servicio lo comparten con la competencia, el restaurante la raclette d’Àneu, que aunque no puede hacerle sombra a sus menús, es un restaurante muy interesante para almuerzos o cenas a un precio adecuado a la calidad y presentación de los platos, en las que podréis disfrutar del plato que le da nombre o sus excelentes carnes a la brasa y a la piedra, en un ambiente singular más relajado que el anterior.
La valoración media del usuario es de 8,4.
Entre ellos dos se encuentra el, Hotel/Restaurante Lo Paller , precioso alojamiento de dos estrellas, con una valoración media calidad/precio de 9,2. También dispone de restaurante abierto al público muy bien valorado su relación calidad/precio
El restaurante tiene asociados muy cerca los apartamentos rurales Luxury House, ofrece apartamentos de una, dos y tres habitaciones totalmente equipados, con una valoración media de los usuarios de 7,9 ( dada su disparidad hacemos una media de las encontradas)..
Con una estimación media de los usuarios de 9,4, están los Apartamentos la Bonaigua. Dos apartamentos para 2/3personas, y otros dos para 4, entre ellos un duplex.
Los cielos dejaron de llorar veinte minutos después, pero la oscuridad de los cielos se alargaría hasta confundirse con la noche.
El casco antiguo
La calle Mayor es la arteria del núcleo más antiguo del pueblo. Pasear por sus rústicas calles nos revela la esencia rural de la villa, aunque sus casas no calcen un siglo y el ganado ya no circule por ella.
Transitando por las cuatro angostas calles que la cruzan y circundan, entre los pocos pero bien conservados muros de las casas del siglo XIX, observaréis piedras de corte fino y gran anchura que, junto con piedras pulidas en sobre o bajo relieve, denuncian ser procedentes de construcciones nobles de otro tiempo.
Un ejemplo descarado es el portalón de la “casa de la Senyora”, en la calle del mismo nombre, pero si os fijáis no es la única.
Hablando de hospedajes, aquí se encuentra la mejor valorada casa rural de la Villa: Casa Campaner. Una casa solariega reformada con la capacidad de 15 personas, cuenta con 3 habitaciones dobles y dos apartamentos. Necesitaréis reservar con tiempo. La valoración media de los usuarios es de 9,6.
Muy cerca (en el inicio alto de la calle del Pou) encontraréis el apartamento totalmente equipado para 5 personas de Casa Ponent, con un 9,4 en la valoración de los usuarios.
Si habéis dejado el coche en Sant Cosme, por “el carrer vell”, calle que limita el suroeste de la villa, os conduce, tal os indiqué entre campos de siembra y verdes prados, al aparcamiento de Sant Cosme.
Nosotros terminaríamos recorriendo la pintoresca y estrecha calle del Pou (del pozo), en la que aún se conserva a mitad camino el arco adovelado, bajo el primer núcleo de viviendas que configuraron en el siglo XVIII la puerta de entrada por el límite sureste de la villa cerrada.
Frente a las alineadas construcciones a nuestra izquierda, el paisaje se abre hacia el gran valle, mientras prados y huertas nos acompañan, pero no encontramos el pozo.
Cercanos al cruce con la carretera, lugar en el que habíamos dejado el coche, a nuestra derecha estaba “el carrer del Castell”, que como su nombre indica conduce al castillo y por lo tanto al parquing de Sant Cosme.
Al inicio de esta calle está la quesería Girola, en la que la cabra pirenaica es la protagonista. Desde 2018 se esfuerzan por volver a producir el famoso queso de cabra pirenaica, sin olvidar la venta de su reputada carne; su producción es muy limitada y precisamente por ello muy buscada. No dudéis de visitarlos pero antes llamarlos, es difícil de tener la suerte de encontrar abierta la tienda. Destaca el requesón y quesos blandos elaborados con leche fresca, y entre los curados destaca el “Tarraquet” y el “Atzur”, un azul suave.
La visita a Valencia bien merece una estancia más pausada, pero ya eran las 19:40 h. cuando volvió a comenzar a chispear, por lo que no dudamos en introducirnos dentro del coche y encender el motor para iniciar la marcha hacia Esterri d’Àneu.
Al día siguiente, en nuestra ruta 3, recorreremos por la mañana el valle de Unarre y el torrente de Lladorre, y por la tarde visitamos el embalse de la Torrassa y sus alrededores, pueblos, entornos y servicios.
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Las cabras pirenaicas
La especie salvaje autóctona en los Pirineos fue el bucardo (capra pyrinaica pyrinaica), considerada oficialmente una de las cuatro subespecies de cabra montesa, aunque los últimos estudios sin evitar la polémica, la catalogan como una especie diferente.
Desde la prehistoria, los neandertales fueron los primeros en dibujarlos, señalando ser blanco de su caza. Aunque pobló gran parte de las montañas del norte y centro de la península, con el paso de los siglos y la acción depredadora humana se redujo considerablemente la población.
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Bucardo. Wikipedia. Ilustración de Joseph Wolf (1820-1899) |
Se mantuvo abundante en los Pirineos hasta mediados del siglo XIX, momento en el que comenzaron a aparecer multitud de cazadores extranjeros, franceses e ingleses en su mayoría. Les dieron caza atraídos especialmente por la rareza de la especie en Europa, dado que la cabra montesa y sus subespecies tan solo habitaban en la península ibérica y en aisladas zonas de los Pirineos franceses.
La espectacular ornamenta del bucardo (la más grande de las cuatro tipos de cabra montesa) le dieron categoría de gran Trofeo.
La caza fue tan intensa en los Pirineos franceses que desapareció a principio del siglo XX.
En 1972 en España se contabilizaron menos de la mitad de un centenar, pronosticando el terrible fin.
A pesar de que desde principios del siglo XX fue considerada especie en peligro crítico de extinción, la caza no dejó de producirse. El 6 de Enero de 2000, se encontró el último ejemplar muerto bajo un árbol, convirtiéndose en la segunda subespecie de cabra montesa extinguida. La primera, un siglo antes, fue la cabra montesa portuguesa: el mueyu.
El gobierno de Aragón invirtió en la clonación de la especie, con resultados esperanzadores pero poco concluyentes en su efectividad, lo que propició el dejar de hacerlo, sugeriendo la introducción de la cabra montesa.
La polémica está servida, dado que dudan muchos de que haga falta introducir una especie foránea, sin tener claro el impacto para el ecosistema establecido (en concreto en el Pallars Sobirà se hablaba del parque Nacional de Aigüestortes).
Se propone seguir intentando la clonación para volver a poder contemplar la especie autóctona, sin tener que luchar por el hábitat en el futuro con una especie foránea.
Hubiera pasado lo mismo con la raza doméstica autóctona, la caprina pirenaica, si alguien no hubiera luchado por ella.
La raza doméstica de cabra pirenaica debe su origen a los caprinos que acompañaban la trashumancia de los pueblos de la Europa Central alrededor del siglo IX y VIII a.C. Se cree que el ancestro fue la “Capra aegragus”.
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Capra aegragus aegragus. Fotografía de F. Spangenberg |
Su adaptación a la alta montaña propició el desarrollo de la raza pirenaica, extendiéndose desde los Pirineos Atlánticos y centrales por todo el norte peninsular, llegando al centro montañoso peninsular.
A partir del siglo XVIII, la explotación de la raza se concentró en los Pirineos, reduciéndose a Navarra, Huesca y Lérida.
De forma tradicional la cabra pirenaica estuvo criada por su carne lechal, la aparición de nuevas razas, menos adaptadas a la alta montaña, pero con mayor rentabilidad en su cría cárnica, provocó también su abandono en los Pirineos a principios del siglo XX, a finales de este siglo las explotaciones de cabra pirenaica se reducían al Pirineo de Huesca, con algunas pequeñas y aisladas granjas familiares en los Pirineos de Lérida.
Al inicio del presente siglo
XXI un grupo de ganaderos de Aragón crearon ARACRAPI (Asociación de Criadores de ganado caprino de raza pirenaica), con el objetivo de evitar su extinción, controlar la pureza de raza de las crías y promocionar su producción de carne (la que consideran la mejor del mundo) pero también de leche y queso, actividad hasta entonces de práctica familiar y de carácter local.
Se partió en 2002 con unas 450 cabras. En 2016 la asociación ya contaba con 35 explotaciones y superaba los 2500 ejemplares. Más de la mitad se sitúa en Aragón, el resto se reparte por los Pirineos catalanes y Navarros, sur de Cataluña y norte de Castilla y León.
En la actualidad en el Pallars Sobirà es un importante reclamo gastronómico.
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